El jefe negociador del acuerdo de la Unión Europea (UE) con el Mercosur, Rupert Schlegelmilch, estuvo de gira por los países de este bloque para reunirse con autoridades y cámaras empresariales, con un firme objetivo: transmitir que la UE quiere que el acuerdo se cierre. En Uruguay, se reunió con el canciller Omar Paganini, con el jefe negociador uruguayo, Alejandro Mernies, y sectores productivos y empresariales.
—¿Por qué el acuerdo UE-Mercosur está trancado?
—La mejor respuesta es que, en un proceso complicado, hay que saber leer cuándo es el timing correcto, para estar alineados. Ahora mismo, estamos trancados, para ser honestos, por las elecciones europeas y las protestas de agricultores en Europa. No queremos poner “aceite en el fuego” con un acuerdo que no es muy popular en la comunidad agrícola. En diciembre el acuerdo se trancó porque el gobierno (argentino) de Alberto Fernández, cuando perdió las elecciones, básicamente “desconectaron el enchufe” del acuerdo. Dos años atrás, lo estuvo porque nadie quería lidiar con (el entonces presidente de Brasil) Jair Bolsonaro. Entonces, tenemos que encontrar el momento adecuado para concluir el acuerdo, porque estratégicamente todos sabemos que es bueno. Tácticamente, a veces se tira hacia atrás por las razones que acabo de mencionar. Entonces, vamos hacia las elecciones europeas, esperando que, después, avancemos.
—¿Están manejando nuevas fechas?
—Apenas las elecciones europeas terminen, volveremos a las negociaciones plenas y dependerá de lo rápidos que seamos. No decaemos en los esfuerzos y no tenemos tantas cuestiones pendientes. Entonces, dependerá de nosotros y de nuestros socios del Mercosur. Pensamos que podríamos cerrar el acuerdo en diciembre pasado, no lo logramos, así que no puedo dar una predicción, pero seguramente esteremos con todas nuevas manos en esto en junio o julio, cuando las elecciones se hayan culminado. El 90% del protocolo adicional está hecho, aunque hay algunos puntos en los que hemos estado discutiendo por un año. Por ejemplo, sobre cómo detener o mitigar la pérdida de los bosques. No sé cuánto tiempo tardaremos en traducir todo esto, pero no debería ser demasiado difícil ni llevar mucho tiempo. La mayoría del trabajo ya se ha hecho.
— El foco es el asunto ambiental, ¿qué otros puntos están negociando ahora?
—La deforestación es muy importante para nosotros, el tipo de compromiso que los países del Mercosur están dispuestos a tomar en ello, que sea acorde al mundo actual. No inventamos estas cosas. La declaración de Glasgow dice que los países deben detener o revertir la pérdida de los bosques para 2030. Tenemos la ODS15 (Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas), que también habla de detener la deforestación. Y está el Acuerdo de París, que incluye elementos esenciales sobre respeto de los derechos humanos y en contra de las bombas atómicas o armas de destrucción masiva. Para nosotros, lo ambiental es un asunto enorme. En una situación en la que Bolsonaro hubiera rechazado el Acuerdo de París, habríamos tenido que decir que no podíamos aceptar un acuerdo de preferencias comerciales con Brasil, al no compartir los fundamentos de nuestros valores. Esa es una cuestión que estamos discutiendo ahora. Y otra cuestión que está abierta es cómo lidiar con los empresarios. La legislación europea molesta a algunos empresarios porque deben cumplirla para importar bienes. Y si se quiere llegar a la no deforestación en las cadenas de valor, no solo tienen que ser exigencias legales para los europeos —ya que también tenemos muchos bosques—, sino para el resto del mundo. Hay socios —no Uruguay—, que piensan que podrían perder muchos beneficios cuando se apruebe este acuerdo, porque no pueden cumplir los requisitos, pero tratan de obtener alguna otra ventaja. Esto va bajo el título de “mecanismo de rebalance”. Estamos dispuestos a que haya algo así, pero hay que resolver detalles.
—El presidente de Francia, Emmanuel Macron, afirmó que el acuerdo debería ser realizado de nuevo, desde cero. ¿Qué piensa al respecto?
—La Comisión Europea no está de acuerdo con eso. En realidad, el acuerdo, al contrario de lo que dicen algunos reportes en la prensa, es bastante moderno, tiene todos los elementos que aparecen en los acuerdos con Canadá o Nueva Zelanda, como el Acuerdo de París, con reglas fuertes sobre el trabajo y asuntos ambientales. Así que no es correcto decir que estamos negociando un acuerdo que es viejo. Lo hemos adaptado durante estos años siempre con las mejores prácticas de otros acuerdos.
—¿Cómo están lidiando con la posición de Macron?
—Macron no es el negociador. Tenemos un mandato de todos los estados miembros de la UE, incluyendo Francia, para negociar este acuerdo. La manera en que funciona esto es que la Comisión propone que se haga un acuerdo con Mercosur y los estados miembros le dan el poder, el mandato de hacerlo. Consultamos con los estados miembros, incluyendo a Francia, pero no hay ningún otro negociador que la Comisión. Al final, presentamos la ratificación del acuerdo al Consejo y al Parlamento Europeo, lo que aún no hemos hecho. Y solo cuando finalizamos las negociaciones, llevamos el paquete a los estados miembros, y ahí es cuando los franceses puedan expresar su desacuerdo. Normalmente, en asuntos comerciales, se decide por mayoría de votos en la cámara. Pero espero que, luego de las elecciones europeas, tengamos un punto de vista más estratégico sobre el desacuerdo de Francia. Ahora mismo, es una política doméstica en Francia. Y sabemos que muchos estados miembros quieren el acuerdo.
— Parte de los agroindustriales franceses se resisten o temen las nuevas leyes europeas y al acuerdo con Mercosur, ¿cuál es la situación?
—La industria agrícola no tiene miedo a este acuerdo, porque está exportando muchos productos alimenticios procesados. El sector productivo de bienes básicos, como la carne vacuna, aves (pollo) y el azúcar, sí está muy preocupado porque piensa que es competitivo a escala mundial. Pero estamos hablando de un número realmente muy pequeño. La cuota de la carne vacuna es 1,2% o 1,3% del consumo en Europa. Eso no va a cambiar el mercado masivamente, tampoco el azúcar. El mercado de la carne vacuna —hay que decirlo—, es muy cerrado. Todos los acuerdos de libre comercio en ese rubro no llegan al 5% del total del mercado abierto. Tenemos problemas en el sector agrícola, pero no sobre los acuerdos de libre comercio, sino sobre la forma en que los subsidios son dados y las normas ambientales por el uso de pesticidas y fertilizantes. Estamos haciendo que nuestra agricultura sea más sostenible, lo que genera costos y preocupa a ciertas personas, pero los acuerdos de libre comercio no son el real problema.
—Algunos países, incluso el presidente de Brasil, Lula, han dicho que la Unión Europea tiene muy fuertes exigencias normativas que son imposibles de cumplir. ¿Es así?
—Es muy posible cumplirlas, pero hay que hacer un esfuerzo. Tenemos mucha legislación también en las medidas sanitarias, pero somos un gran importador de productos agrícolas. Esas reglas son, básicamente, para proteger al consumidor. Por ejemplo, tenemos que lidiar con el uso de las hormonas en la carne, No queremos eso y algunos países agrícolas ganaderos cumplen los requisitos y tienen un buen mercado en ese rubro.
—¿Cómo ve la posición de Brasil en relación al acuerdo?
—Brasil tiene una visión de estado de más inversión y más competencia, para lograr una economía moderna funcionando. Entonces, hay un consenso de que el proteccionismo no ayuda, pero quieren avanzar sin demasiada disrupción, es decir, quieren mantener los trabajos y demás. Así que todo tiene que ser gradual. Pero vemos que el presidente Lula comparte que este acuerdo es bueno, en particular no hay duda de que representará un entorno muy atractivo para que las empresas inviertan.
—En Argentina, el gobierno de Javier Milei se presenta más abierto al mundo, desde lo comercial, que la administración anterior. ¿Qué acercamientos han tenido?
—La mayoría de los cambios en Argentina son de política interna, pero apoyan el acuerdo. Incluso el gobierno anterior, siempre formalmente lo había apoyado. Solo muy hacia el final, después de las elecciones en Argentina, cambiaron, porque no querían que se concluyera la negociación en ese período. Estuvimos bastante caídos por ese suceso, pero ahora retomamos, no nos quejamos. Argentina está más abierta y más constructiva en relación a este acuerdo.
—Las autoridades en la Unión Europea van a cambiar, ¿cómo podrían impactar los nuevos players en el acuerdo?
—Lo que no va a cambiar es que la mayoría de la gente en Europa quiere este acuerdo, también en el Parlamento. Si Ursula Von der Leyen permanece al frente de la Comisión Europea —lo que es probable, pero no seguro—, seguiremos teniendo a alguien que quiere el acuerdo en el nivel máximo institucional. No creo que haya grandes cambios en los estados miembros, así que tendríamos una mayoría sólida a favor del acuerdo. Sobre el Parlamento, espero que en relación a este acuerdo se vuelva más fuerte. Necesitamos este acuerdo porque —y disculpas que sea tan directo— vemos los problemas que hay con otros países: Rusia es el mejor ejemplo, y todo el mundo está negociando con China, pero la demanda china está bajando. Por eso el acuerdo con el Mercosur es muy importante. Necesitamos socios con los que podamos negociar y ambos obtener beneficios. Pienso que hay un consenso, incluso en Francia, de que, estratégicamente, este acuerdo es muy bueno para Europa.
"Uruguay es una voz razonable"
—Habló de la importancia de la calidad de la carne para el mercado europeo, ¿qué piensa de Uruguay en ese contexto?
—Pensamos que Uruguay tiene una buena visión estratégica de cómo hacer que el país prospere. Si usted tiene una pequeña economía, no puede hacer todo uno mismo, hay que abrir mercados. Uruguay produce mucho más carne de la puede consumir en su mercado interno, además de otros productos, como la celulosa, y es un país muy bueno en encontrar nichos en el mercado internacional. Hace 20 años el sector forestal era nada en Uruguay, pero con un entorno estable y buenas leyes, los finlandeses vinieron a construir esa capacidad acá. Este país es una economía pequeña, muy valorada en el exterior. Y las pequeñas economías, con esas características, funcionan muy bien en el mercado global.
—¿Cómo ve el rol de Uruguay en esta fase del acuerdo UE-Mercosur?
—Esto que acabo de comentar sobre Uruguay se refleja en que siempre ha tratado de buscar soluciones y de convencer a sus socios de los beneficios de ser abiertos. Basta ver que las barreras que han tenido Brasil y Argentina durante los últimos tal vez 30 o 40 años, no los han ayudado a industrializarse, priorizaron otras cosas. Así que Uruguay es una voz razonable en este contexto y un jugador muy constructivo en esto. Tenemos grandes esperanzas en el rol de Uruguay, que su voz escuchada y ejerza su influencia en los otros países.
—¿Cuáles son los temas de abordaje con el canciller Omar Paganini y con el jefe negociador de Uruguay, Alejandro Mernies, y los empresarios uruguayos?
—Tenemos que prepararnos para los próximos pasos, hacer intercambios, establecer una agenda. Escuchar a los industriales y empresarios es importante, porque me permite saber lo que esperan de este acuerdo, cuáles son sus preocupaciones y también ver qué podemos hacer mejor con nuestros productos acá, por ejemplo en la trazabilidad de la madera. Hicimos un esfuerzo para asegurarnos de que nuestras maderas estén certificadas, cuidando la buenas prácticas y la no deforestación, que es un problema global, y mostrar que todo esto es posible.