Por Julián Cubero/Economista Líder del Clúster de Economía del Cambio Climático de BBVA Research.
La Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, COP 28, finalizó con resultados que no decepcionarán en la medida que se implementen, aunque sigan sin ser decisivos para lograr el cero neto de emisiones. Uno de los asuntos con avances pendientes es la financiación climática, que se acerca en 2021-2022 al 1% del Producto Interno Bruto (PIB) global, una quinta parte de lo que será necesario en 2030 para que el Acuerdo de París no resulte ya inalcanzable.
La aceleración de la financiación climática -que se ha doblado en dos años según los datos de Climate Policy Initiative- se caracteriza por crecimientos muy desiguales.
Hay concentración geográfica en la financiación total (China, Estados Unidos, Europa, Brasil, Japón e India acumulan el 90% del aumento) y en los flujos internacionales: suba del 35% entre los años 2019 y 2020, pero apoyo casi total en el fondeo de las economías desarrolladas.
Además, es una financiación insuficiente, que deja desatendidos a los países menos desarrollados (menos del 3% de la financiación) y a los vulnerables: los 10 más afectados por el cambio climático reciben menos del 2% del financiamiento.
Financiación
¿Cómo aumentar la cantidad y efectividad de la financiación climática?
Igual que con la no climática: reduciendo la prima exigida para remunerar el riesgo de no recuperar el capital, que depende, además del proyecto, de la solidez del entramado institucional del mercado en el que se invierte, de la certeza sobre el cumplimiento de los contratos, de la previsibilidad de las políticas económicas y, en este caso, de las climáticas.
Establecer objetivos creíbles de transición hacia la descarbonización, buscarlos con instrumentos que alineen decisiones de demanda y oferta, encareciendo lo que contamina y abaratando lo que mitiga las emisiones: precio al carbono, eliminación de subvenciones a la energía fósil (y redistribución fiscal hacia los más vulnerables), y fomento de la innovación “verde”, para que las ideas que se patentan lleguen a ser productos reales.
Adicionalmente, con participación de la iniciativa pública para compartir riesgos cuando sea necesario, porque el umbral de rentabilidad sigue siendo demasiado elevado, con el Proyecto Estratégico para la Recuperación y Transformación Económica del Vehículo Eléctrico y Conectado (Perte Vec) de baterías en España, o partenariados de transición energética justa (JETP, por sus siglas en inglés) entre países desarrollados y en desarrollo como Sudáfrica, Indonesia o Vietnam.
El peso de unas u otras palancas hace que sea más o menos necesaria la financiación externa y que se usen transferencias de capital o préstamos cambiará, según el país del que se trate o del tipo del proyecto, pero lo esencial se mantiene.
De la misma manera que la ley de la gravedad no es la causa última de los accidentes aéreos, la falta de financiación, tampoco lo es del retraso en la consecución de los objetivos climáticos, pero desencadenar su disponibilidad es condición necesaria para lograrlos.