Transcurridos casi seis meses de gobierno, el plan económico de Javier Milei presenta dos tendencias marcadas. Por un lado, la inflación viene registrando una sostenida desaceleración tras el pico del 25,5% alcanzado en diciembre pasado. Por el otro, el derrumbe del consumo y de la actividad económica aún no encuentra piso y esa caída empieza a impactar en los niveles de empleo.
“La primera etapa del plan, que implicó un ajuste de las variables financieras y nominales tras la devaluación, está terminando. Esa corrección provocó un pico inflacionario que derivó en la pérdida del poder adquisitivo de los salarios y la caída de la actividad. Ahora estamos atravesando el impacto de ese proceso de ajuste sobre la economía real. En el próximo trimestre probablemente se vean más claramente los efectos sobre el mercado laboral”, dijo a El País el economista Sebastián Menescaldi, director asociado de la consultora EcoGo, en Buenos Aires.
Luego del shock provocado por la mega devaluación del peso y la liberación de los precios dispuestas por el gobierno de Milei al inicio de la gestión, la inflación inició, desde los niveles altísimos de diciembre, una carrera descendente hasta alcanzar el 8,8% en abril, según el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec).
Con esa desaceleración, el índice de inflación volvió a ser de solo un dígito por primera vez desde octubre pasado.
La tendencia promete continuar en mayo. La decisión del ministro de Economía, Luis Caputo, de mantener atrasado al tipo de cambio oficial frente a la evolución del resto de los precios y de postergar los aumentos de tarifas que estaban pautados para este mes, sumado a la suspensión de la actualización del impuesto a los combustibles, procura llevar el índice a niveles en torno al 5% mensual. No obstante, el consenso de los economistas en la Argentina advierte que será muy difícil seguir reduciendo ese número en los próximos meses.
“Estimamos un 4,6% de inflación para mayo, pero solo porque hay un 2% más de inflación que el gobierno pospuso. Esos ajustes postergados de las tarifas del transporte, electricidad y gas, además de las cuotas de la medicina prepaga, se irán implementando en los próximos meses por lo que va a costar bajar el índice por debajo del 5% hasta fin de año”, apuntó Menescaldi.
“Es más, en algunos meses incluso podría trepar al 6% o 7%. La desaceleración de la inflación no será lineal”, agregó el economista
El consumo desplomado
Uno de los factores que viene frenando el alza de los precios es el desplome del consumo ante la drástica pérdida del poder adquisitivo de los salarios.
Según la consultora Equilibra, en el primer trimestre de este año comparado con el último de 2023, los salarios privados formales cayeron 4,6% en términos reales (descontada la inflación), los del sector público descendieron 17,9% y los ingresos de los segmentos informales se contrajeron 13%.
Pero, a los que les va peor es a los jubilados: entre enero y abril los haberes mínimos sufrieron una pérdida real del 24% y el resto, del 37%, de acuerdo a un estudio del Instituto de Análisis Fiscal (Iaraf).
La retracción de los ingresos es aún mayor si la comparación incluye a diciembre, mes en que la inflación registró el índice más elevado de los últimos 33 años en Argentina.
En ese marco, las ventas continúan desplomándose. De acuerdo a un estudio de la consultora Focus Market vía Scanntech elaborado a partir de un lector de código en 756 puntos de venta en todo el país, el consumo masivo registró en abril un retroceso de 20,4% interanual y del 17,1 % respecto de marzo pasado.
El derrumbe del poder adquisitivo tiene efecto directo sobre la actividad económica, más aún en un país en que el consumo privado representa cerca del 70% del Producto Interno Bruto (PIB).
El último dato oficial es el Estimador Mensual de la Actividad Económica de marzo, que arrojó un desplome del 8,4% interanual, el retroceso más fuerte desde agosto de 2020, cuando en Argentina regía una estricta cuarentena por la pandemia de covid-19.
Ese descenso no parece haber encontrado piso en abril de acuerdo a lo que indica la gran mayoría de los datos sectoriales.
En ese mes, la actividad metalúrgica registró una caída del 19,5% interanual y del 2,3% con respecto a marzo, según la Asociación de Industriales Metalúrgicos de la República Argentina (Adimra).
En tanto, la producción automotriz descendió un 21% frente a abril del año pasado y un 0,4% con relación a marzo, de acuerdo a la Asociación de Fábricas de Automotores (Adefa). Esos datos, sumados a la retracción del consumo eléctrico mayorista, permiten anticipar otra fuerte caída de la industria en abril.
A eso se agrega la continuidad del derrumbe en la construcción. Los despachos de cemento descendieron un 35,6% frente a abril del año pasado, de acuerdo a la Asociación de Fabricantes de Cemento Portland.
“Es muy difícil que con el consumo planchado o cayendo la actividad rebote. Incluso con los ingresos creciendo un poco más que la inflación no habrá una salida rápida de la economía en forma de V, tal como plantea el gobierno”, dijo a El País Pablo Repetto, jefe de Research de Aurum Valores, en Buenos Aires.
“Esperamos una recuperación más lenta: siempre y cuando no haya un evento disruptivo en el proceso, recién entrado 2025 volveríamos a tener niveles de actividad similares a los de noviembre del año pasado”, concluyó Repetto.
Principal preocupación: de la inflación al desempleo
En ese contexto de indicadores de la actividad económica en caída, no sorprende que las encuestas empiecen a marcar que la principal preocupación de la mayoría de los argentinos esté virando de la inflación al desempleo.
Esa inquietud creciente está en línea con algunos datos preliminares. Solo en el primer trimestre del año, dejaron de tener actividad cerca de 275.000 cuentas sueldo, casi el 3% total de cuentas bancarias abiertas para la acreditación de salarios en Argentina.
En tanto, la consultora Equilibra estimó que la evolución de los puestos de trabajo totales de la economía descendió 1,4% en el primer trimestre del año con respecto al último de 2023, una caída de una magnitud que no se observaba desde la pandemia.
“Tenemos el peor de los mundos: se derrumbó el poder adquisitivo de los salarios en pesos y, por la apreciación del tipo de cambio, el costo salarial en dólares creció”, dice Repetto.
“Si el salario se recupera aunque sea parcialmente y el tipo de cambio oficial se sigue ajustando solo al 2% mensual como pretende el gobierno, el encarecimiento del costo salarial en dólares hará difícil que la recuperación económica provenga de mayores exportaciones. Si el consumo no recupera rápidamente, habrá problemas con el empleo”, advierte el analista.