Con una corrida desatada en los dólares paralelos y un índice inflación que se proyecta en torno al 170% para este año, no sorprende que el eje del debate económico de cara a las elecciones presidenciales en Argentina pase por cuál será el esquema cambiario que regirá tras el cambio de gobierno.
Las principales opciones que están sobre la mesa para intentar contener a variables que hoy están fuera de control son la dolarización propuesta por Javier Milei, la economía bimonetaria planteada por Patricia Bullrich y la profundización del actual régimen con tipos de cambios diferenciados por sector esbozada por Sergio Massa.
“El régimen económico que tenemos hoy con cepo cambiario y represión financiera cambiará a partir del próximo 10 de diciembre sea quien sea el próximo presidente. En mayor o menor medida, los tres principales candidatos son pro mercado y seguramente habrá un cambio, aunque todavía es una incógnita cuál será el régimen que reemplazará al actual”, dijo a El País el economista Sebastián Menescaldi, director asociado de la consultora EcoGo, en Buenos Aires.
Milei, inesperado ganador de las elecciones primarias y quien parece tener un lugar asegurado en un eventual ballotage, continúa promoviendo la dolarización, además de la eliminación del Banco Central, como estrategia para terminar con la inflación.
Aunque en las últimas semanas algunos integrantes del equipo económico del candidato libertario condicionaron la puesta en marcha de la dolarización al stock de reservas que encuentren en el Banco Central, Milei continúa insistiendo con la propuesta y adelantó que se hará a precio de mercado, en referencia a la cotización del Contado Con Liquidación, un tipo de cambio que surge de las operaciones de compra-venta de bonos para sacar dólares del país. Con las cotizaciones del viernes pasado, el planteo de Milei implicaría pasar de un tipo de cambio oficial de 365 pesos argentinos a otro de 890 pesos argentinos.
No obstante, para buena parte de los economistas, dolarizar la economía argentina requeriría de una devaluación del peso mucho mayor. Si bien Milei señala que podrá rescatar toda la base monetaria actual con unos US$ 9.000 millones -divisas con las que, según dice, cuenta el Banco Central- y que apelará a los bonos del Tesoro para rescatar el equivalente a unos US$ 25.000 millones en Letras de Liquidez (Leliq) y otros pasivos remunerados, esos argumentos generan muchas dudas.
“Gran parte de las reservas brutas que tiene hoy el Banco Central contienen pasivos. De hecho, las reservas netas son negativas, por lo que es imposible calcular un tipo de cambio de dolarización de equilibrio. A comienzos de año esa cuenta daba unos 2.000 pesos argentinos por dólar, pero con la pérdida de unos US$ 16.000 millones de las reservas en lo que va del año, esa estimación hoy ya no se puede hacer. Eso sin contar las Leliq, que representan el triple de la base monetaria y que también habría que rescatar para dolarizar”, dijo a El País Francisco Ritorto, economista de la consultora ACM, en Buenos Aires.
Desdoblamiento
Con objeciones similares, los otros dos candidatos con chances de llegar a la presidencia rechazan de plano la dolarización.
Carlos Melconián, quien sería ministro de Economía si Bullrich accediera a la Casa Rosada, suele comparar esa propuesta con una invitación “a comer fideos con tuco” en la que “no hay ni fideos ni tuco”, en relación a la falta de dólares en el Banco Central. A cambio, Melconián plantea un esquema bimonetario en el que el dólar pase a ser una moneda de curso legal y pueda convivir con el peso.
El eje de la propuesta pasa por otorgar incentivos destinados a que ingresen al sistema parte de los dólares que los sectores de ingresos medios y altos tienen “bajo el colchón”. Para eso, en la transición hasta que puedan levantarse totalmente las restricciones, en el equipo económico de Bullrich evalúan como alternativa un desdoblamiento del mercado cambiario con un dólar comercial regulado que regiría para las operaciones de comercio exterior y otro financiero con una cotización libre para ahorro, turismo y el resto de las transacciones.
En esa línea, la intención no es lanzar un nuevo blanqueo de capitales, sino permitir que montos limitados de dólares puedan reinsertarse en el sistema para realizar transacciones comerciales como, por ejemplo, la compra de un automóvil sin sufrir penalidades. Con ese ingreso de dólares por el canal financiero en el marco de un programa que desde el comienzo de la gestión apunte al equilibrio fiscal, la meta de Melconián es acotar la brecha entre los dos dólares para avanzar hacia la unificación cambiaria.
“Para no tener que convalidar una devaluación completa, un desdoblamiento cambiario permitiría que la devaluación sea parcial y con eso que el impacto inicial sea menor”, dijo Menescaldi.
“En paralelo, se apuntaría a eliminar algunos cepos y trabas en el mercado cambiario, aunque una de las dudas es si se abrirá a los ciudadanos de a pie el acceso a la compra de dólares. En todo caso, el objetivo final de esa estrategia es unificar el mercado cambiario, pero para llegar a eso la clave será la consistencia del programa fiscal”, afirmó.
¿Qué se espera de Sergio Massa?
Por último, Sergio Massa, actual ministro de Economía y candidato por el oficialismo, no ha planteado aún una propuesta concreta en materia cambiaria, aunque se descuenta que, al menos en una primera etapa, profundizará el esquema vigente. Si bien en la actualidad las operaciones de comercio exterior se cursan por el tipo de cambio oficial mayorista congelado en 350 pesos argentinos, existen varias excepciones que permiten liquidar las exportaciones a una cotización mayor. El más evidente es el llamado “dólar-soja”, un incentivo temporario por el que el 25% de la liquidación puede hacerse al valor del Contado con Liquidación.
“Si Massa sigue con la estrategia de tener un dólar para la soja, otro para el petróleo y otros más para distintos sectores, eso es condenarnos al cepo. Y el problema es que para seguir funcionando, el cepo necesita cada vez mayor inflación. Por eso, si Massa es electo, seguramente implementará algo distinto a lo actual aunque hoy no se sepa bien qué será”, dijo Menescaldi.
En cualquier caso, el régimen cambiario que implemente el próximo gobierno tendrá la ardua tarea de intentar suavizar los costos de una olla a presión que irremediablemente se irá destapando en los próximos meses en Argentina. En ese contexto, la efectividad –o no- de las estrategias para desarmar el cepo cambiario será clave para no empeorar todavía más un panorama que se presenta muy negativo (perspectivas de 200% de inflación en los próximos 12 meses).
Ante ese escenario desafiante, ninguno de los esquemas cambiarios que podrían instalarse a partir del 10 de diciembre evitará impactos en el comercio de Argentina con el mundo, y particularmente con Uruguay. “El ajuste para intentar estabilizar la economía provocará claramente una menor demanda desde Argentina. Será un escenario en el que los uruguayos van a poder seguir aprovechando las ventajas cambiarias para hacer turismo, pero en términos comerciales las noticias que provengan del mercado argentino para los exportadores uruguayos no serán las mejores”, dijo Menescaldi.