Enviada a Ciudad de Panamá, Panamá.
El ministro de Economía y Finanzas entrante, Gabriel Oddone, concedió una entrevista a El País (la primera que acepta desde su designación), en la que afirmó que ningún país que funcione y tenga niveles de prosperidad elevados es de baja tributación. Hace referencia al caso de los fondos ganaderos (Conexión ganadera y el modelo que terminó en un esquema Ponzi), de cómo acelerar el crecimiento del país y la evaluación que deberá hacer sobre los impactos que tendrá el retiro de Estados Unidos del Impuesto Mínimo Global.
Hay temas que Oddone prefirió no profundizar “hasta que tenga más información”, dijo, en relación a los datos que el equipo económico del gobierno actual proporcionará en el día de hoy. De todas maneras, fue generoso en sus explicaciones sobre su próxima gestión, además de abordar el tema Trump y Milei, entre otros.
La entrevista fue realizada en Panamá, luego de su participación en el Foro Económico 2025 que organizó la CAF-Banco de Desarrollo para América Latina y el Caribe.
-¿Cuál es su opinión sobre el crecimiento regional magro y en la comparación con Uruguay?
-Yo diría que estamos ante un momento muy complejo del escenario internacional con muchos desafíos, donde tenemos que aprender a navegar en un nuevo orden internacional mucho más jalonado por políticas proteccionistas y políticas intervencionistas. Para un país pequeño y abierto como Uruguay, esto constituye un desafío porque hay unas reglas de juego globales sobre las cuales se montaban todos los vínculos internacionales que hoy en día están cambiando. Y eso supone tomar esto con mucha precaución para ver cómo nos adaptamos a este mundo. Entonces, para Uruguay es un gran desafío, porque nosotros seguimos precisando atraer inversiones, generar flujos de comercio estables y oportunidades de negocios para nuestros empresarios, pero, en el marco de estas nuevas reglas de juego donde el ámbito geopolítico tiene mucha más influencia sobre los temas comerciales y de negocios, hay que simplemente entender cómo esto funciona para poder tomar buenas decisiones.
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-¿Cuáles serían las soluciones a esas nuevas reglas de juegos internacionales?
-Básicamente, en primer lugar, ser conscientes de que, para bien o para mal, formamos parte del Mercosur y eso no nos da muchas oportunidades de salirnos, y mucho menos en un mundo más incierto y más complejo como éste. Entonces, poder permanecer en el Mercosur, pero al mismo tiempo no quedar atrapados en alguna de las ineficiencias que el Mercosur tiene, es un tema crucial. Salirnos del Mercosur en este mundo más incierto sería un error desde un punto de vista estratégico, por la importancia que tienen las exportaciones hacia la región, pero al mismo tiempo quedar atrapados en las agendas y los tiempos que requieren países como Brasil y Argentina, para gestionar las agendas públicas también sería un error. Para Uruguay sigue siendo un desafío cómo permanecemos, pero al mismo tiempo jugamos en el margen de esas reglas de juego. Lo otro es entender que para seguir atrayendo inversiones, es muy importante estar atentos a lo que va a pasar en los próximos meses con la agenda del Impuesto a la Renta Mínima Global. Está claro que la administración Trump ha puesto un paño frío sobre esto. Por la carta que dirigió Trump a la OCDE, se supone que Estados Unidos no ingresaría, pero ya tenemos a la Unión Europea, a Suiza, a Suecia, que han ingresado en el esquema del pilar 2 de OCDE. Eso supone que, para empresas cuyas matrices están instaladas en alguna de estas jurisdicciones y que tienen negocios en Uruguay, el Impuesto a la Renta Mínima Global sigue siendo un tema. Habrá que ver si esto se consolida o vemos una reversión en los próximos meses.
-En teoría, que Estados Unidos se haya salido del Impuesto Mínimo Global favorecería a las zonas francas, ¿lo ve así?
-Si efectivamente el Impuesto a la Renta Mínima Global termina siendo una tormenta de verano y en dos años estamos en que nadie lo está aplicando, claramente la estrategia de captación de inversiones que Uruguay ha desplegado en los últimos 40 años —que es desarrollar zonas francas y seguir adherido al principio de la territorialidad para el gravamen impositivo— es una estrategia que debemos seguir y no modificar. Ahora, si por el contrario vamos a un escenario en el cual Estados Unidos queda afuera, pero algunas otras jurisdicciones quedan adentro, algunas de estas cosas vamos a tener que rever, no para eliminar los beneficios que las empresas que están en territorio franco hoy tienen, sino para ver de qué manera las tratamos para que se queden en Uruguay y sigan generando empleo, pero al mismo tiempo bajo las nuevas reglas.
-¿Se podría negociar con la OCDE, a partir de la decisión de Trump?
-Sí, absolutamente. Todo en este mundo es negociable. Para Uruguay es difícil porque somos un país chico, pero siempre hemos sido inteligentes, siempre hemos encontrado el intersticio para meternos en las oportunidades que las reglas de juego globales tienen. ¿Qué es lo que tiene Uruguay para ofrecer? Somos un país serio, predecible, con reglas de juego claras, con rotación en los gobiernos donde las reglas no cambian. Ese es el negocio principal que tenemos. Eso nos hace atractivos para que haya inversiones que incluso vayan más allá de la envergadura que la economía tiene. O sea, hace 50 años que hacemos arbitraje tributario. ¿Qué quiere decir? Buscamos oportunidades para meternos en el medio de las reglas de juego internacionales de materia tributaria para atraer inversiones. Eso lo tenemos que seguir haciendo, porque esa es nuestra gran fortaleza. Ahora, ¿de qué manera lo vamos a hacer? Va a depender de cómo el mundo se mueva y cómo nos modificamos nosotros.
-El gobierno de Milei plantea que podría retirarse del Mercosur si fuera necesario para firmar un TLC con Estados Unidos. ¿Cómo quedaría el bloque y Uruguay?
-Sería un gran desafío para Mercosur. Sería otro Mercosur y, por lo tanto, Uruguay debería repensar dónde está parado y cómo se relaciona. Todavía no llegó ese momento, hay que evaluarlo con cuidado, pero realmente sería un cambio muy drástico de las reglas de comercio que hemos tenido en los últimos 50 años.
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- ¿Podría ser el preámbulo de que Uruguay también se salga?
-Es un escenario que habría que ver con esa decisión arriba de la mesa. Todavía es muy prematuro, porque es un deseo de Milei (firmar el TLC), pero al mismo tiempo no estoy en condiciones de evaluar las ventajas y desventajas que esto podría tener para la industria argentina, porque parte de la industria de la manufactura argentina tiene mucho vínculo con Brasil. Hay una serie de costos-beneficios que habría que evaluar. Lo que es indiscutible es que Uruguay forma parte de una región fuertemente integrada con Argentina y Brasil. Cualquiera sea la decisión de Argentina y Brasil, nosotros tenemos que ser conscientes de que siempre tenemos que estar en buenas relaciones e integrados económicamente de manera amistosa con esos dos países, lo que no quiere decir que no busquemos oportunidades fuera. En turismo, inversión inmobiliaria y en algunas industrias, como los medicamentos o la producción de productos químicos, Argentina es clave. Para todo lo que sea producción lechera y producción arrocera, Brasil es fundamental. Si cambian las reglas de juego, tenemos que encontrar la manera de que esos negocios, que son muy rentables, sobre todo los que son de base agropecuaria o de base de servicios, sigan con condiciones para poder tener el negocio. Somos chicos y siempre tenemos que adaptarnos a las decisiones de otros, pero esa es nuestra inteligencia, hemos sabido hacerlo bien siempre, no importa quién gobierne.
-¿Piensa que es realista que Argentina firme un tratado de libre comercio (TLC) con Estados Unidos?
-Creo que los TLC están un poco en retroceso a nivel global, producto de lo que es la visión estratégica de gobernantes como Trump. Más bien, creo que el mundo no va hacia TLCs, va hacia acuerdos bilaterales con oportunidades sobre cadenas de valor. Entonces, tal vez no terminemos en un TLC, sino en acuerdos puntuales de Argentina con Estados Unidos para algunas industrias en las que Argentina puede entrar con preferencias arancelarias en algunos de los eslabones de las cadenas. Creo que ese es el mundo al que vamos, pero me parece que Argentina tiene una agenda tan intensa en materia de gestión macroeconómica, que lo que tenemos en materia de acuerdos comerciales todavía es una cuestión más de expresión de deseos y de orientación política que de sustancia.
-Hay gobiernos que hablan de llegar a impuestos cero o de bajarlos —como el de Milei— lo que va a contrapelo de la posición del Frente Amplio, ¿cómo se articula eso con las tendencias mundiales?
-La tendencia mundial es que los países que funcionan, que tienen democracias y sistemas de convivencia sólidas y niveles de prosperidad elevados, ninguno es de baja tributación. Son todos países de alta tributación. Lo que en el mundo se entiende, sobre todo en algunos países desarrollados, es que en algunos lugares hay un exceso de gravamen sobre algún tipo de actividades y se discute, por parte de esos gobiernos, el relajamiento de aspectos tributarios. En Uruguay esas cosas están totalmente disponibles para discutir. Yo lo que creo es que en Uruguay la presión fiscal, si uno mira a los últimos 50 años, es más o menos estable en términos de producto, entre 28% y 30% del PIB. Eso que quiere decir que han gobernado colorados, blancos, frenteamplistas y esa presión se mantiene. ¿Hay oportunidad de hacer una rebaja de esa presión fiscal? Tal vez, pero no dramática. Lo que yo he enfatizado es que me parece que es un error darle tanta energía y reflexión a ver cómo se baja la presión fiscal —que creo que no lo va a bajar— siendo lo importante qué le devolvemos a los uruguayos contribuyentes con esa presión fiscal, qué tipo de servicios del sector público. Ahí hay muchas cosas para hacer, para mejorar calidad, para que el ciudadano uruguayo no tenga que pagar dos o tres veces por salud, por seguridad, por educación. Yo no le voy a poner mucho énfasis a ver cómo reduzco la presión fiscal, porque creo que no hay mucho espacio para hacerlo en un país donde mayoritariamente los uruguayos pretenden que el Estado tenga un rol relevante, en la protección de sus ahorros, en la protección de su calidad de vida. Por lo tanto, Uruguay no se va a convertir en un país de baja tributación como puede ser una isla caribeña que no exporta nada o que tiene como principal objetivo la atracción de inversiones para poder manejar negocios financieros. Ese no es el objetivo uruguayo.
-Usted ya habló de este tema, pero ¿ahora quiere decir, entonces, que la tributación podría subir?
-Bueno, yo creo que la presión fiscal ya en Uruguay es elevada y por lo tanto no soy partidario de promover aumentos impositivos, lo que no quiere decir que, bajo ciertas circunstancias sobrevinientes, uno no se vea obligado a recurrir a esto. Pero en principio, si hubiera que hacer modificaciones tributarias, deberían balancearse. Algunas cosas deberían subir, otras deberían bajar, eso tiene efectos redistributivos, pero no necesariamente porque Uruguay necesite por razones estructurales generar la obtención de más recursos. Esto no quiere decir que no haya que introducir cosas, pero no es una prioridad del gobierno para este año ni probablemente tampoco para el que viene. Y ahí me estoy metiendo en un terreno del no puedo hablar mucho más.
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-Usted señaló en el foro que algunas prioridades del nuevo gobierno estarán en reducir la pobreza y en la política de energías renovables, ¿qué otras destacaría?
-Las prioridades son acelerar el crecimiento, lo cual supone todo un capítulo que es estabilidad macro, generar mejor vinculación entre el mundo de los negocios y el mundo del conocimiento, estimulando impositivamente actividades de innovación y de apropiación tecnológica. O sea que el crecimiento está como un foco. El segundo foco es revisar la materia de protección social, es lo que dijimos durante la campaña. Uruguay tiene un buen sistema de protección social, siempre y cuando seas una persona que está integrada al sistema formal laboral. Si tú sos una persona que está en la periferia de ese sistema, ya sea que no tienes trabajo formal o ingresás y salís intermitentemente, estás desprotegido. Son unas 300.000 personas en esa situación. Y el otro capítulo que tenemos que poner en el corazón de la política económica es el cambio climático y la naturaleza. A pesar de que hoy en el mundo parece haber un retroceso después de la elección de Trump sobre estas cosas, creo que a mediano plazo es una agenda (la de combate al cambio climático) que es imposible que no se imponga. Por tanto, yo creo que lo que este gobierno empezó a hacer, que es la emisión de deuda condicionada a metas verdes, es el camino correcto. Y a mí me gustaría ver a Uruguay en los próximos diez años siendo el país con finanzas públicas más verdes de la región y hacer de eso un factor de atracción de inversiones y de diferenciación.
-En muchos temas que usted está mencionando, plantea que seguirá la línea del gobierno del presidente Lacalle Pou, ¿dónde se verá la mayor diferencia?
-Si uno mira a Uruguay desde lejos, por supuesto que hay diferencias, pero se le ve a Uruguay como un país que va en una dirección sostenible y coherente en el tiempo. Ahora, cuando uno se mete en la agenda uruguaya, con un lente más de cerca, las diferencias son mucho mayores. Quienes estamos a cargo del gobierno del Frente Amplio, creemos mucho más en una acción decidida en la distribución del ingreso y la reducción de la desigualdad por vías de mecanismos de políticas públicas, que por vías de mercado. No creemos que el derrame sea la forma en la cual mejoramos la cohesión social o el modelo de convivencia. Creemos que hay que promover políticas activas impositivas y de gasto público, que vayan en esa dirección. Esa es una diferencia sustancial. Luego, en temas regulatorios, nosotros creemos que a los efectos de resolver problemas que hay de asimetría en la información, el Estado tiene mucho para hacer en reducir y dispersar riesgos. El ejemplo que acabamos de ver con lo que está pasando con los fondos ganaderos es un típico ejemplo. Hay que discutir porque es controversial, pero creemos que hay que regular más y mejor con el propósito de evitar ciertas cosas, que este tipo de cosas ocurran, porque las personas no tienen por qué comprender adecuadamente el mundo financiero.
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-¿Se refiere a regular ese sector en particular?
-Todo lo que suponga afectar el ahorro público. Es una política de consenso, en este caso un fallo puntual, pero si esta discusión la hubiéramos tenido en la década del 90, probablemente no hubiéramos estado de acuerdo —quienes pensamos como yo y quienes piensan de otra manera— sobre cuál es el rol del Estado en términos de regulación y en términos de intervención. Yo creo que efectivamente hay diferencias de fondo y de aproximación a la gestión. Este gobierno razonablemente intentó realizar algunas reformas relevantes para el crecimiento que no completó o no pudo ejecutar, en el sector energético, en el sector de transporte, en el sector logístico. Son reformas que están pendientes. Realizó otras de envergadura con poco efecto, como es la reforma previsional o la reforma educativa, que hay que continuar sobre ellas. Y a su vez hizo un manejo macroeconómico que permitió bajar la inflación, pero al mismo tiempo, en mi opinión, desde el punto de vista fiscal, no va a terminar siendo todo lo sólido que el mandato que recibió. Vamos a conocer los datos en las próximas horas.
-El gobierno actual dice que deja mejores cuentas que las que recibió la administración anterior.
-El déficit fiscal que nos van a dejar es exactamente el mismo que le dimos, con más deuda y más gasto público. De todas maneras, hay que esperar para ver los datos. Yo creo que si uno sale del dato puntual del cierre del 31 de diciembre del 2024 y mira la globalidad, la situación fiscal, es verdad que no empeoró desde el punto de vista del resultado fiscal, pero no mejoró. A su vez, aumentó el nivel de deuda en porcentaje del PIB y el gasto público es mayor hoy que en 2019. O sea que esa parte no está completa.
-¿Piensa que el gobierno actual bajó impuestos como afirma?
-Es un tema discutible. Yo creo que no bajaron impuestos, pero lo que se puede argumentar de parte de ellos es que las modificaciones que hicieron en el IASS son rebaja de impuestos, pero en mi opinión son marginales. No creo que eso tenga la materialidad como para decir que eso es rebaja impositiva y que favoreció un cambio del escenario económico, pero bueno, es un terreno más opinado.