Luego de un tiempo alejado de los comentarios públicos, el excanciller y excandidato presidencial del Partido Colorado, Ernesto Talvi reapareció con un análisis sobre los ciclos económicos en América Latina y su efecto en los ciclos políticos.
Como investigador principal del Real Instituto Elcano (de Madrid, España, donde reside actualmente), Talvi junto a otro investigador principal de ese centro, José Pablo Martínez, coescribieron “Cincuenta años de ciclos económicos y políticos en América Latina: el ‘voto del bolsillo’ sigue mandando”.
El análisis parte de una serie de preguntas, entre ellas si “¿debería sorprendernos que las dictaduras militares de los años 70 comenzaran a derrumbarse una tras otra a principios de los 80, abriendo paso a un proceso de democratización generalizada en la región?” o si “¿debería sorprendernos que, hacia finales de los 90, los gobiernos electos –mayoritariamente de centro-derecha y defensores del ‘Consenso de Washington’– que gobernaban en la región se desmoronaran como fichas de dominó a principios de los 2000, dando lugar a la “Marea Rosa”, es decir, a la llegada al poder de partidos de centro-izquierda o izquierda?”.
Talvi y Martínez señalan que a todas esas preguntas, “la respuesta corta es que no”.

En primer lugar analizan el período entre 1974 y 1990. Su primera parte, entre 1974 y 1981 que fue “expansiva” para la región que creció al 4,3% promedio anual frente al histórico 2,5% promedio anual.
Triple golpe
Pero, América Latina sufrió un “triple golpe” que consistió en una “profunda recesión” de Estados Unidos, precios de las materias primas que cayeron en picada y “las abundantes entradas de capital hacia la región se frenaron repentinamente (de hecho, empezaron a salir de la región)”, explicaron.
“La contracara política del estancamiento económico y las crisis fue un descontento social generalizado que trajo como consecuencia –ayudado a finales de la década de 1980 por la caída del Muro de Berlín, el final de la Guerra Fría y el fin del apoyo estadounidense a los regímenes militares de la región– que entre 1982 y 1990 cayeron todas las dictaduras de la región (excepto la de Cuba). Éstas fueron sustituidas por gobiernos electos democráticamente, la mayoría de centro-derecha/derecha”, indicaron Talvi y Martínez.
Esos gobiernos aplicaron “el llamado ‘Consenso de Washington’: disciplina fiscal, baja inflación, liberalización comercial y financiera, privatización y desregulación”, recordaron.
Allí empíeza el segundo período que va de 1991 a 2003. A principios de esa década, otra vez la región se vio “inundada” por capital extranjero y “la consiguiente bonanza de la región entre 1991 y 1998 fue interpretada por muchos como la prueba definitiva de la efectividad de las políticas del Consenso de Washington”, analizaron Talvi y Martínez.
Pero, sobrevino la crisis asiática y el default ruso lo que trajo a América Latina, “una vez más: recesión, depresión, crisis cambiarias, de deuda pública y bancarias, siendo Argentina en 2001 el recuerdo más vívido de este período”, explicaron.

Según los autores, “con el malestar económico y el descontento social a flor de piel a raíz del estancamiento y las crisis, los gobiernos de centro-derecha empezaron a caer como fichas de dominó y fueron sustituidos por gobiernos de centro-izquierda –o, en algunos casos, populistas– en la mayor parte” de la región.
El tercer período abarca de 2004 a 2017. “La nueva generación de gobiernos de centro-izquierda no repudió el compromiso anterior con la disciplina fiscal, la baja inflación y la apertura de los mercados. Por el contrario, se basaron en ellos y llevaron adelante programas masivos de redistribución social (en su mayoría dirigidos a los más pobres como fue el caso de Bolsa Escola en Brasil y Progresa en México)”, escribieron Talvi y Martínez.
“Estos programas pudieron financiarse gracias al auge de los precios de las materias primas –que comenzó en 2003 y duraría hasta 2013 y que se conocería como el ‘superciclo de los commodities’– y a una nueva oleada de afluencias de capital que alcanzó su pico después de la crisis financiera global”, agregaron.
“Una vez más, los altos precios de las materias primas y el capital internacional abundante y barato alimentaron un auge económico que tuvo una década de duración. Una vez más, los gobiernos de la época atribuyeron su éxito a las políticas del paradigma imperante, que en este caso combinaba la ortodoxia económica con la redistribución”, recordaron.
Crecimiento desacelerado
La crisis de la eurozona y la fuerte desaceleración en China (que provocaron el colapso del precio de los commodities y la pausa en la llegada de capitales), enfriaron el crecimiento de América Latina.
“La frustración de esas expectativas se convirtió rápidamente en descontento social y dio lugar a protestas callejeras masivas convocadas a través de las redes sociales. En algunos países, sonados escándalos de corrupción echaron más leña al fuego”, afirmaron los autores.
“El reflejo político de este estancamiento económico fue el retorno a los gobiernos de centro-derecha y derecha”, agregaron.
“En el lustro siguiente, 2018-2022, la región siguió creciendo a tasas mediocres y el estancamiento se prolongó” e incluso se sumó la pandemia del covid-19, indicaron Talvi y Martínez.
“Ante la prolongación del estancamiento económico continuó observándose un voto de castigo a los oficialismos”, analizaron y agregaron:“reemplazados por gobiernos de centro izquierda e izquierda, siendo los ejemplos salientes los triunfos de AMLO en México (2018), Alberto Fernández en Argentina (2019), Pedro Castillo en Perú (2021), Boric en Chile (2021), Petro en Colombia (2022) y Lula en Brasil (2022)”.
En el período actual, “de confirmarse el inicio de un nuevo período expansivo a partir de 2023, el patrón que documentamos en este análisis entre el ciclo económico y político sugiere que los oficialismos que llegaron al poder en el período anterior (2017-2022) podrían, escalonadamente y a medida que el ciclo expansivo se consolide, comenzar a ser reelectos. Este fenómeno comenzó a verificarse en las elecciones presidenciales de 2023-2024. De las nueve elecciones presidenciales, cinco fueron ganadas por el oficialismo, siendo el triunfo de Claudia Sheinbaum en México el caso más emblemático, y cuatro fueron ganadas por la oposición, siendo el caso más saliente el triunfo del Frente Amplio en Uruguay”, afirmaron Talvi y Martínez.
Los autores concluyen que “ñejos de ser un destino ineludible, este patrón cíclico abre la puerta a nuevos escenarios de renovación democrática para la región, en la medida que la reactivación económica y el fin del estancamiento de la última década impulse la reversión de estas tendencias”.