UN VECINO COMPLICADO
Con sus primeras declaraciones intentó establecer una continuidad con políticas de su antecesor Martín Guzmán y el acuerdo con el FMI. Pero su nombramiento avalado por el kirchnerismo genera dudas.
En su primera semana como ministra de Economía, Silvina Batakis dio señales de continuidad con respecto al rumbo fijado por su antecesor en el cargo, Martín Guzmán.
Lejos de los planteos del kirchnerismo más duro, Batakis aclaró que buscará avanzar hacia el equilibrio fiscal y que el programa acordado con el Fondo Monetario Internacional (FMI) continúa vigente. Sin embargo, esas definiciones generales sin aún medidas concretas parecen no ser suficientes para frenar la ola de remarcaciones de precios y la turbulencia de los mercados financieros que se profundizaron tras la renuncia de Guzmán.
“En principio, la ministra se mostró como muy fiscalista, pero todavía faltan certezas sobre lo que piensa hacer. A diferencia de Guzmán, que ya no tenía la confianza de un sector del gobierno y eso le impedía tomar muchas decisiones por falta de poder político, Batakis tiene más interlocución con los distintos sectores de la coalición. Esa ventaja le permitirá aceitar mejor el motor del gobierno en cuanto a la toma de decisiones, pero el tema central es que para poder tener éxito, tendrá que dar señales fiscales y habrá que ver cuánta libertad política contará para eso”, dijo a El País el economista Sebastián Menescaldi, director asociado de la consultora EcoGo, en Buenos Aires.
En un principio, la salida de Guzmán por las fuertes presiones de la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner sumada a la procedencia de Batakis, quien ocupaba un cargo en el Ministerio del Interior que conduce Eduardo “Wado” de Pedro, uno de los máximos referentes de la organización cristinista “La Cámpora”, dio impulso a especulaciones sobre un giro radical en el rumbo de la política económica. No obstante, Batakis buscó desde el primer día de su gestión desinflar esas expectativas.
Esa postura quedó ratificada tras el diálogo que mantuvo el miércoles pasado con Kristalina Giorgieva, la titular del FMI. A contramano de los reiterados pedidos de Cristina Fernández de Kirchner para que el gobierno renegocie los términos del acuerdo firmado en febrero pasado con el objetivo de poder expandir el gasto público y ampliar los niveles de emisión monetaria, Batakis se comprometió a mantener, con algunas modificaciones, el programa vigente.
De hecho, la nueva ministra dijo que avanzará con el aumento previsto de las tarifas de los servicios públicos –una medida resistida por el sector de la vicepresidenta- y descartó la implementación, al menos en el corto plazo, de un ingreso básico universal, una de las nuevas exigencias del kirchnerismo más duro.
Con una hoja de ruta que debería incluir un fuerte ajuste fiscal en el segundo semestre si el gobierno de Alberto Fernández pretende cumplir con la meta acordada con el FMI, las tensiones con la fracción que responde a Cristina Fernández de Kirchner podrían reaparecer pronto, más allá del reciente cambio de ministros.
“La primera tarea de Batakis será generar certidumbre no solo desde el discurso, sino también con medidas concretas y, en ese sentido, el primer mes de su gestión será clave para definir cuál será el rumbo. Habrá presiones políticas para que el gasto siga en un nivel alto y eso será contraproducente para cumplir con el acuerdo con el FMI. Por eso, si bien la nueva ministra intentó dejar en claro que habrá continuidad, el mercado tiene una expectativa distinta sobre lo que será su gestión”, dijo a El País Agustín Berasategui, economista de la consultora ACM, en Buenos Aires..
Los desafíos para Batakis
En los próximos días se conocerá la inflación de junio, que, según el consenso de los analistas, volverá a superar el 5%. Con eso, el índice interanual ya rondará el 62%.
Ese panorama amenaza con empeorar aún más en julio. Ante la fuerte alza de los dólares paralelos registrada en las últimas dos semanas y la incertidumbre sobre cuál será el costo de reposición de las mercaderías, proveedores y comerciantes vienen suspendiendo ventas para preservar sus stocks. En tanto, aquellos que mantuvieron sus ventas lo hicieron con aumentos de precios preventivos que, en algunos casos, llegan al 20%.
Esos incrementos también vienen siendo impulsados por un cepo cambiario cada vez más rígido, que impide a buena parte de los importadores acceder al mercado oficial de cambios para concretar sus operaciones.
En ese marco, la cotización de los dólares financieros, ya no la del tipo de cambio oficial, viene tomando cada vez mayor relevancia a la hora de calcular los costos de reposición de las mercaderías.
En medio de la incertidumbre política y económica, los valores implícitos del dólar MEP y del Contado con Liquidación –operaciones financieras con las que se puede acceder a divisas mediante la compra-venta de bonos- subieron cerca del 20% solo en la última semana, con lo que esas cotizaciones ya rondan los 300 pesos argentinos. En tanto, el dólar blue llegó a 273 pesos argentinos.
Nada indica que la aceleración de la inflación prevista para julio vaya a ceder con fuerza en los meses siguientes dado el ritmo que vienen registrando los niveles de emisión monetaria. Sin acceso a los mercados internacionales de deuda –el riesgo país ronda los 2.650 puntos básicos-, Guzmán apeló durante su gestión a la colocación de deuda en pesos en el mercado local para financiar el rojo de las cuentas públicas.
No obstante, esa opción de financiamiento comenzó a cerrarse en junio, cuando los inversores salieron en masa a desprenderse de esos bonos ante temores crecientes de que la deuda en moneda local sea reestructurada.
Para evitar la caída abrupta del valor de los bonos en pesos, el Banco Central salió a comprar esos títulos en el mercado secundario, operación por la que solo en junio debió emitir cerca de 700.000 millones de pesos argentinos (unos US$ 5.500 millones al tipo de cambio oficial).
A eso se sumó la emisión de otros 300.000 millones de pesos argentinos (US$ 2.360 millones al tipo de cambio oficial) el lunes pasado, con lo que en las últimas cuatro semanas el Banco Central emitió el equivalente al 25% de la base monetaria.
Si bien buena parte de esa emisión fue esterilizada, la dinámica de las últimas semanas no parece ser sostenible en el tiempo
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Ante la abundancia de pesos argentinos y escasez de dólares en el Banco Central, todo indica que la nueva ministra continuará endureciendo el cepo cambiario para evitar una devaluación abrupta del tipo de cambio oficial. Uno de los sectores en la mira es el turismo. Luego de señalar que las escasas reservas del Banco Central deberían volcarse al sector productivo, Batakis afirmó que “el derecho a viajar colisiona, o tensiona, con el derecho a la generación de puestos de trabajo”.
Ya de hecho el propio Banco Central está poniendo ciertas restricciones en los gastos en el exterior con tarjetas. El Central prohibió a bancos y empresas operadoras de tarjetas de crédito financiar a sus clientes las compras en cuotas de bienes y servicios adquiridos en el exterior.
En la práctica, la medida limita la cantidad de operaciones de compra en el exterior, ya que el número de consumidores con capacidad económica para realizar compras en una sola cuota, sin necesidad de financiación, es acotado.
Por delante, Batakis tiene un camino cada vez más estrecho conformado por las presiones cruzadas entre el sector del gobierno que responde a la vicepresidenta Cristina Kirchner y el FMI.
En medio de esas tensiones, deberá con urgencia reencausar las sombrías expectativas sobre la economía argentina. “Los precios están caminando a un ritmo cada vez más alto y ya estimamos una inflación cercana al 90% para este año”, dijo Menescaldi.
“La nueva ministra tiene la chance de un mayor diálogo con los distintos sectores del gobierno que el que tenía Guzmán y eso puede ayudar a descomprimir las tensiones políticas, pero tiene por delante una tarea que no será fácil para intentar frenar una inercia ya desatada”, concluyó el director asociado de EcoGo.