¿Se va a repetir una "exuberancia irracional" de los mercados que desemboque en nuevas crisis económicas como en 1995?

La productividad en Estados Unidos subió en un 3,9% a fines del 2023.

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Mercados.
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Estados Unidos es un driver de la economía mundial y conviene poner el ojo en que su productividad —en los últimos tres trimestres de 2023— creció 3,9% anualizado, ésto es tres veces más que el promedio de la década anterior a la pandemia de covid-19.

Se trata de una cifra extraordinaria, más aún considerando que el mundo está sufriendo dos guerras, con todo lo que eso implica en términos económicos. Pero el dato va más allá, dado que analistas en ese país también confían en que la productividad seguirá en niveles altos —quizás no tanto, pero igual de interesantes— como respuesta a la apuesta por la inteligencia artificial que EE.UU. hace y que se espere potencie en forma marcada el rendimiento laboral.

Así lo transmitió Michele Santo, doctor en Economía por la Universidad de Chicago, en el evento de “Perspectivas económicas 2024” que organizó la Asociación de Dirigentes de Marketing (ADM) esta semana.

El economista hizo un recorrido por la situación internacional y el impacto —directo o indirecto— en Uruguay, y puso foco en la narrativa de que la inteligencia artificial cambiará al mundo, aunque está por verse, dado que otros factores también incidirán, según advirtió.

Nueva narrativa.

Santo comparó la irrupción de la inteligencia artificial con la de otras innovaciones tecnológicas y se preguntó: “¿Estamos en una situación parecida a la de 1995, o a la del año 2000, a nivel de la economía norteamericana y mundial?”.

En 1995 —o más bien, en la segunda mitad de la década—se dio la irrupción global de Internet y el auge del uso de la informática en los negocios, y se habló en ese entonces de un cambio de paradigma en la productividad, que se proyectaba iba a ser extraordinaria y sostenible. “Eso efectivamente ocurrió: hubo un crecimiento importante y se desató una euforia impresionante en los mercados financieros, que llevó al entonces presidente de la Reserva Federal (Fed), Alan Greenspan, a hacer su famosa referencia a la exuberancia irracional de los mercados”, recordó.

Luego de unos cuatro años de “exuberancia”, sobrevino la crisis de las “punto com” y una serie de otras crisis económicas, como la inmobiliaria (2007) y las derivadas de la pandemia de covid-19 (2019).

En el año 2000 —prosiguió Santos—, también se dijo que la irrupción tecnológica, basada en innovaciones de última generación, iba a cambiar al mundo. “Se pensó que íbamos a ser mucho más ricos, que íbamos a aumentar en forma permanente la productividad, pero eso no ocurrió”, afirmó.

El economista fundamentó en que el crecimiento de la economía mundial fue paupérrimo (sin contar China) en este siglo, o se ha crecido pero generando grandes desequilibrios.

Es así como Santo mostró su escepticismo ante el impacto que generará la inteligencia artificial en la productividad, yendo quizás a contrapelo de otros estudiosos del tema.

“Los desequilibrios que surgieron a principios de siglo tuvieron que ser costeados por un aumento gigantesco de deuda (en parte también por la pandemia), y han llevado a un estado de fragilidad importante a la economía mundial, en cuanto a que los actuales niveles de deuda son, en términos de Producto Interno Bruto (PIB), los más altos de la historia”, afirmó, para respaldar su posición.

Gran parte de esa deuda va a tener que ser refinanciada en los próximos dos o tres años, tanto a nivel privado como público, siendo importante, entonces, que bajen las tasas de interés. Hasta ahora, el mundo ha convivido con ese aumento enorme de deuda, porque las tasas de interés eran cero en términos nominales y negativas en términos reales, y las subas de las tasas que se dieron en 2022 y 2023, pegaron muy tangencialmente sobre el stock de deuda (porque en el mundo desarrollado la tasa fija queda fija hasta que se tiene que refinanciar, explicó). “Pero ahora se vuelve crucial que, en el proceso de desinflación, los bancos centrales puedan bajar sustancialmente las tasas de interés en esos países, para que no haya recesión y para que el refinanciamiento de la deuda acumulada se pueda hacer sin grandes costos financieros o defaut”, advirtió.

De esta manera, el economista sostiene que la narrativa de que el mundo va a cambiar radicalmente —como la del año 2000— puede, eventualmente durar poco. “Miren las estadísticas de la economía mundial del 2000 para acá, saquen China —que tiene sus propios problemas— y verán que ha sido muy por debajo de lo que fue en el siglo XX, sobre todo el de las economías más desarrolladas. Y —reitero— cuando hubo crecimiento fue en base a déficit fiscal, endeudamiento público”, afirmó.

Santo se cuestionó así el derrotero que tendrá la narrativa actual sobre la inteligencia artificial, si llevará a un cambio de la actividad realmente sostenido (al 2% o 3%), o si derivará en otros impactos, como por ejemplo, que se eleve el tiempo de ocio sin llegar a generar un aumento real sustancial en la producción de bienes y servicios, en especial considerando que aparecerán nuevos factores inhibidores o de incertidumbre, incluso geopolíticos, en escena.

“Se puede mirar 2024 con cierto optimismo, también en Uruguay, pero sabiendo que hay muchas cosas que pueden no salir como está previsto, sobre todo a nivel de la economía norteamericana y la productividad”, con impacto en otros países, concluyó.

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