INFORME DEL BPS
Una investigación de profesionales del Banco de Previsión Social (BPS) estudió las diferentes características de la población adulta de Uruguay.
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La caída de la tasa de fecundidad y el aumento de la esperanza de vida, entre otros factores han impulsado el envejecimiento de la población, un proceso que atraviesa la mayoría de los países del mundo y al que Uruguay no escapa.
Las proyecciones a nivel nacional reflejan que mientras que en 2005 la proporción de las personas mayores de 65 años en el total de la población era de 13,58%, a 2025 ascendería a 16,11%.
¿Existe una pérdida de ingresos con la vejez? ¿Cuántos ingresos perciben las personas mayores en el país? ¿En qué tipo de hogares viven? ¿Son propietarios de sus viviendas, inquilinos o viven con sus familias?
Según datos divulgados recientemente por el Banco de Previsión Social (BPS) a través del informe “Personas mayores en Uruguay. Un estudio multidimensional”, más de nueve de cada 10 personas mayores de 65 años en el país percibe algún tipo de ingreso, esto es el 93,5% de dicha población.
Si se distingue por sexo, los niveles son menores en las mujeres dado que mientras que el 90,7% percibe algún tipo de ingreso, en el caso de los hombres el porcentaje asciende al 97,7%.
Entre las personas mayores que sí reciben ingresos, tanto hombres como mujeres, el monto promedio del ingreso personal para el año 2020 fue de $ 31.365 (pesos corrientes 2020). Si se tiene en cuenta que en ese año el valor del salario mínimo nacional fue de $ 16.300, este monto equivale a poco menos de dos salarios mínimos.
“Los ingresos de los hombres en estas edades son significativamente más altos que los de las mujeres”, señaló el informe elaborado por los profesionales del BPS, Inés Núñez y Félix Bellomo. Así, en el caso del primer grupo, estos recibieron en promedio un ingreso personal de $ 37.642, mientras que el ingreso promedio de las mujeres fue de $ 27.101.
De acuerdo con el estudio del BPS, uno de los motivos que explican las transformaciones en los niveles de ingresos y sus diferencias entre los distintos colectivos es la forma en que se componen los ingresos, es decir, las distintas fuentes de donde usualmente provienen: jubilaciones, pensiones, trabajo y otras.
Los ingresos de los hombres mayores son más altos que los de las mujeres
En esa etapa de la vida, el ingreso proviene principalmente de las jubilaciones y las pensiones dado que entre quienes reciben ingresos, más de 8 de cada 10 personas mayores de 65 años lo hacen exclusivamente por dicha fuente.
En concreto, el 84,2% recibe ingresos por jubilaciones y/o pensiones solamente, mientras que el 5,3% proviene de jubilaciones y/o pensiones y trabajo, otro 5% recibe ingresos únicamente por trabajo, 4,2% percibe jubilaciones y/o pensiones y transferencias, el 0,7% solo recibe transferencias, otro 0,3% recibe ingresos por trabajo y/o transferencias y el 0,3% restante recibe ingresos por otras combinaciones.
¿Qué ocurre al distinguir la fuente de ingresos por sexo? Las mujeres son las que presentan una mayor proporción de ingreso únicamente por jubilaciones y/o pensiones (72,3% en las mujeres y el 68,3% en los hombres).
“Esto se explica por un lado, porque las mujeres acceden a la inmensa mayoría de las pensiones de sobrevivencia, y por otro, porque estas presentan una menor tasa de actividad que los hombres a partir de los 65 años”, indicó el estudio del BPS.
Adicionalmente, el informe puntualizó que los hombres tienen una mayor proporción de acceso a jubilaciones en comparación con las mujeres debido a su trayectoria laboral previa.
Necesidades básicas satisfechas
El estudio del BPS encontró -siguiendo la metodología utilizada por el Instituto Nacional de Estadística (INE)- que para los hogares con jefes de 65 y más años casi el 84% no presenta insuficiencia en alguna de las necesidades básicas consideradas (se excluye el acceso a la educación). Entre los hogares que tienen alguna necesidad básica insatisfecha (una o más de una), la gran mayoría presentó solo una dimensión insatisfecha, que refiere, en mayor proporción, al confort total o a la condición de vivienda decorosa.
Esto es porque las mujeres tuvieron un involucramiento “significativamente menor” con el mercado de trabajo formal.
En línea con la menor inserción de las mujeres en el mercado de trabajo, estas acceden a las pensiones “en mucha mayor medida” que los hombres porque dicho mecanismo se presenta como un instrumento “en cierta forma compensatorio a la imposibilidad de acceso a las jubilaciones”.
Ahora bien, ¿existe una pérdida de ingresos con la vejez? Si bien es cierto que los ingresos totales de las personas tienden a disminuir en esa etapa de la vida, el estudio del BPS señaló que los ingresos de las personas de más de 65 años “no se traducen, de hecho, en una menor disponibilidad de recursos monetarios por persona”.
Esto es porque los ingresos “no suelen ser un activo asociado específicamente a las personas, sino que derivan de la acumulación que tiene lugar en los hogares”.
Es decir que el comportamiento del indicador de ingreso per cápita depende de las dinámicas que se dan en las diferentes estructuras familiares y hogares.
Vida de los mayores más autónoma
En uno de cada tres hogares del país hay una persona mayor de 65 años. A su vez, uno de cada tres hogares cuyo jefe es mayor a 65 años es unipersonal, “lo que podría estar exhibiendo una forma de vida más autónoma de esta población, ya sea por estar relacionado con el ciclo de vida o por una elección de vivir en solitario”, indicó el informe.
Al diferenciar la distribución de la jefatura del hogar entre hombres y mujeres, no se encontraron diferencias significativas (48% y 52% aproximadamente, respectivamente).
En este sentido, el estudio del BPS explicó que tanto la emancipación de los hijos como la muerte progresiva de los adultos longevos, llevan a una transformación y vaciamiento en la composición de los hogares, fenómeno que explica que si bien los ingresos totales tienden a disminuir, también es cierto que estos se reparten entre menos personas.
POBREZA. Pese a que la pandemia del covid-19provocó un aumento en la pobreza —según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) el primer año de la pandemia dejó 100.000 pobres más en Uruguay—, el índice de pobreza en hogares liderados por personas mayores de 65 años “se ha caracterizado por presentar una tendencia decreciente en los últimos años”.
En este sentido, según el informe, en el año 2009 el indicador de pobreza en la vejez era del 7,8%, en 2017 registró el valor mínimo de 1,55%, mientras que en 2020 ascendió a 2,2%.
La evolución de la pobreza en estos hogares (y en las personas) da cuenta de que “son el grupo generacional menos expuesto a situaciones de pobreza e indigencia en nuestro país”, afirmó el estudio del BPS.
Tamaño promedio de los hogares
Otro de los aspectos relevantes y que se relacionan con la caracterización de los hogares de este colectivo, es el tamaño promedio de los hogares en los que habitan, lo que permite distinguir diferentes situaciones de convivencia con otros dentro del hogar.
En este sentido, se encontró que el tamaño promedio de los hogares de personas mayores a 65 años es de 2,25 personas. Para las personas más longevas se registró además una mayor disposición a vivir solo con otra persona, que aumenta a medida que la edad lo hace.
El estudio del BPS analizó qué ocurre con la vivienda en la vejez. En este sentido, encontró que del total de la población uruguaya, el 53,5% son propietarios de la vivienda y el terreno, el 19,6% son arrendatarios o inquilinos, en tanto el 21,6% son ocupantes (sean con o sin permiso), mientras que 5,4% restante son ocupantes propietarios (es decir que ocupan el terreno y construyen ahí pero no son legalmente propietarios de las mejoras, teniendo esta modalidad un lugar central en la definición de asentamientos irregulares).
Si se desglosa por edades, se encontró que en el grupo de personas que tienen entre 65 a 84 años, el 70,7% son propietarios de sus viviendas, el 9,3% son arrendatarios, en tanto el 16,9% son ocupantes y el 3,1% restante son ocupantes propietarios.
Entre quienes tienen más de 85 años el porcentaje de propietarios aumenta al 75,4%, en tanto el 9,1% son arrendatarios, 14,2% son ocupantes, mientras que el 1,2% restante son ocupantes propietarios.
“En términos generales, la comparación con el total de la población sugiere un tránsito que va desde un patrón de acceso a la vivienda con una mayor presencia de inquilinos y ocupantes gratuitos con permiso entre los hogares más jóvenes, hasta otro con alto predominio de propietarios en las personas de entre 65 y 84 años (70,7%) y en las de 85 y más (75,4%)”, indicó el estudio.