FILÁNTROPO
La semana pasada el empresario donó su compañía de indumentaria para deportes al aire libre a un fideicomiso para la causa climática; la marca factura más de US$ 1.300 millones anuales
Yvon Chouinard construyó un imperio con su marca Patagonia, pero este apasionado del alpinismo y el surf es ante todo un enamorado de la naturaleza, por lo que jamás quiso seguir los caminos tradicionales para hacer negocios.
Si faltaba alguna prueba, a los 83 años decidió simplemente donar su empresa para luchar mejor contra la crisis ambiental que aqueja al planeta Tierra. Un gesto inesperado y con pocos precedentes en EE.UU., el país del capitalismo por excelencia, aunque coherente con la filosofía de vida de este californiano por adopción.
«Soy un hombre de negocios desde hace casi 60 años», escribió en un libro en 2006. «Es tan difícil para mí pronunciar estas palabras como lo es para otros admitir que son alcohólicos o abogados». «Sin embargo una empresa puede producir comida, curar enfermedades, emplear personas, y de forma general, enriquecer nuestras vidas», continuó. Una empresa «puede obtener ganancias sin perder su alma».
Chouinard es conocido por sus esfuerzos para hacer de Patagonia una empresa responsable. La marca de indumentaria para deportes al aire libre se comprometió en 1985 a volcar 1% de sus ingresos a grupos de protección ambiental y fue una de las primeras textiles en pasarse al algodón orgánico en el año 1996.
También fue la primera firma que adoptó el estatuto californiano de empresas de utilidad pública, en 2012, y en 2018 cambió oficialmente su objetivo social a «salvar el planeta».
Finalmente, casi 50 años después de lanzar Patagonia, Chouinard decidió, en acuerdo con su esposa y dos hijos, transferir el 100% de sus partes de la empresa a un fideicomiso encargado de asegurarse de que sus valores de vida sean respetados, y a una asociación de lucha contra la crisis ambiental y la protección de la naturaleza.
Este último nuevo propietario recibirá todas las ganancias de la empresa, que se calculan en unos US$ 100 millones anuales.
«La Tierra es ahora nuestro único accionista», resumió Chouinard.
Una vida al límite
Nacido en 1938 en Maine, al norte de EE.UU., de padre canadiense francófono de Quebec y de una madre a la que definió como «aventurera», Chouinard se mudó a California en 1946. Siempre disfrutó de la vida al aire libre, de la pesca y fue en un club de observación de halcones que descubrió algunos años más tarde su pasión por escalar.
Comenzó a fabricar sus propios implementos para esa actividad y pronto otros quisieron comprárselos. En 1965, creó Chouinard Equipment con un socio, que se convirtió en un referente para su deporte de cabecera.
Durante una excursión a Escocia, Chouinard compró una camiseta de rugby para usarla para escalar: era una prenda sólida, con un cuello que permitía evitar el roce y los cortes que podían provocar las cuerdas.
De regreso a EE.UU., confeccionó ropa similar abriendo una nueva puerta para su negocio. Comenzó a vender camisetas de rugby entre otros productos textiles. La marca Patagonia nació en 1973.
Desde entonces el grupo se diversificó. Creó filiales de alimentación, medios, tablas de surf, inversiones en startups que compartieran sus valores. También comenzó con el reciclaje de ropa usada.
La revista Forbes valuaba la fortuna del empresario de indumentaria para el aire libre en US$ 1.200 millones. Pero Chouinard aún conduce una vieja Subaru, no posee computadora o teléfono portátil, y comparte su vida entre dos modestas casas en California y Wyoming, informó The New York Times.
Sobre su última decisión para el futuro de su empresa, Chouinard declaró al diario: «Esperemos que esto ayude a una nueva forma de capitalismo, que no conduzca a la coexistencia de algunos ricos y un montón de pobres».
Abordaje atípico para el mundo empresarial
Hace unos años Patagonia publicó el ahora famoso anuncio que rezaba: «No compres esta campera». Era la época del Black Friday, donde el consumo se dispara en EE.UU., pero a Chouinard no le interesaba vender más. Años después, adoptó la política de donar el 1% de las ganancias para luchar contra el cambio climático. Desde sus orígenes, Patagonia ha sido una empresa familiar liderada por un convencido ambientalista, que resumió su revolucionario abordaje en el libro Que mi gente vaya a hacer surf.