Acuerdo y ¡alerta!

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LEONARDO GUZMÁN
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En su columna de Voces, el Dr. Hoenir Sarthou afirmó que las batallas por la LUC se han “convertido en la gran solución discursiva tanto para el gobierno como para la oposición”, pues “les evita discutir sobre las políticas de fondo, en las que en realidad están de acuerdo”.

Argumenta: “¿Cómo hacer que no se discuta la política de negocios de inversión desastrosa que siguió el FA durante sus quince años de gobierno, o los resultados dramáticos de sus políticas sociales y educativas? Sencillo: busquemos un tema que se identifique con el gobierno y que no toque los temas globalmente ‘intocables’, que no nos recuerde la crisis social, ni el tren de UPM2, ni la entrega del Río Negro, ni los desastres de Pluna, Ancap, regasificadora, ni el endeudamiento. Y que tampoco roce la pandemia y sus políticas de encierro y vacunación”.

Sustenta Sarthou que en materias como UPM2, Katoen Natie y la pandemia, lo que se debate es “quién ocupa los cargos, firma los contratos de inversión, presenta las leyes (sospechosamente parecidas a las que se aprueban en todo el mundo), obtiene y administra los créditos, y tiende la alfombra roja para los inversores extranjeros y sus consultores”. Y se queja de que “en UPM2, Pluna, Ancap, Aratirí, la regasificadora, y ahora Katoen, se atacó la forma de hacerlo y no la sustancia”: se criticó cómo se hizo, pero no se debatió si las políticas aplicadas implicaban o no “la entrega de recursos y de controles estratégicos vitales para la sociedad uruguaya”.

Por fuera de lo circunstancial y episódico -la LUC que atruena los aires-, lo que plantea el distinguido colega es tan cierto como importante y perjudicial para la vida republicana y la reflexión sobre nuestros problemas de fondo. La superficialidad de los enfoques, la distracción frente a lo importante y el olvido de lo esencial son males de vieja data, que en los últimos tiempos se han agravado dramáticamente.

Compartimos, pues, el diagnóstico. Invadidos por funcionalismos y relativismos, hace décadas que no debatimos lo esencial y hasta olvidamos que existe. A los ejemplos transcriptos podemos agregar varios, entre ellos nada menos que la educación, de la cual se discute el presupuesto, el poder gremial y la utilidad para lograr empleo, pero cuyas metas de idealidad personal y colectiva se callan e ignoran supinamente.

Por estos y otros fundamentos, celebramos coincidir con el enfoque de Sarthou y reclamamos que la vida republicana recupere el antiguo debate entero, sin escamoteos. Debatir los destinos nacionales es imperioso para revitalizar el clima cívico, necesitado de sentimientos y de ideas más que de militancias sectoriales, encuestas y planes de seducción publicitaria.

En la vida política, todo lo que sea alejarse de lo esencial debilita al cuerpo colectivo. Véase lo que ha desplomado a Chile y azota a España, por creer en el crecimiento indefinido del PBI más que en la siembra de la cultura y por atraer desde afuera aplausos y capitales pero no formar elencos políticos robustos -no enclenques- en doctrina de la convivencia y en filosofía de la persona.

En todo eso, por Constitución y por historia, el Uruguay tiene valores para engrandecerse, también en esta etapa mundial de descalabro.

Si en vez de importar modas y de esperar auxilios de afuera, profundizamos en el pensar y el dialogar, ¡qué nuevas cumbres de país podremos recorrer!

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