Si Donald Trump se convierte en el próximo presidente de los Estados Unidos, le costará trabajo juntar un equipo de expertos en América Latina: muchos de los más conocidos especialistas en la región de su partido están alejándose de él a toda carrera.
Si Donald Trump se convierte en el próximo presidente de los Estados Unidos, le costará trabajo juntar un equipo de expertos en América Latina: muchos de los más conocidos especialistas en la región de su partido están alejándose de él a toda carrera.
Esa es la impresión que tuve tras hablar con varios exfuncionarios de política exterior que trabajaron para recientes administraciones del partido republicano. Muchos me dijeron que no podrían trabajar para alguien que ha insultado a México y a los latinos, y que no escucha a los expertos.
Por ejemplo, está el caso de Roger Noriega, el exdirector del Departamento de América Latina del Departamento de Estado durante la administración de George W. Bush. Noriega es un reconocido conservador de línea dura que ha ejercido cargos en todas las administraciones republicanas desde la de Ronald Reagan.
Cuando me encontré con él en una conferencia y le pregunté si se sumaría a la campaña presidencial de Trump, me miró como si lo hubiera insultado y dijo: “¡Ni modo!” Lo que es más, me dijo que, aunque no va a votar por Hillary Clinton, tampoco va a votar por Trump.
Dos semanas más tarde, le pregunté a Noriega si había cambiado de opinión, como tantos otros republicanos que -tras haber tildado de defraudador a Trump, como lo hizo el senador Marco Rubio- están dando marcha atrás de sus posiciones anteriores, borrando sus anteriores mensajes de Twitter contra Trump, y diciendo que van a respaldar al candidato republicano. Noriega respondió: “Ni pensarlo!”
La declaraciones de Trump de que la mayoría de los mexicanos son “criminales” y “violadores”, y que hay que deportar a 11 millones de indocumentados e imponer una tarifa aduanera del 35 por ciento a los productos mexicanos, “muestran ignorancia, falta de honestidad intelectual y un desprecio absoluto por la seriedad en la diplomacia”, me dijo Noriega.
“Al hablar de la manera en que lo hace, está devaluando las relaciones más importantes que tenemos en el mundo, tanto en materia económica como de seguridad nacional”, agregó.
“México no es solamente nuestro segundo socio comercial más importante, sino que además es nuestra primera línea de defensa contra el narcotráfico, el terrorismo y la inmigración ilegal”, agregó. “Las declaraciones de Trump harán mucho más difícil que México continúe en su línea de cooperación con nosotros”.
Cuando le pregunté si los insultos de Trump a México no podrían ser retórica de campaña, que podría cambiar si el candidato republicano se rodeara de asesores experimentados, Noriega respondió: “Cualquiera que tenga un televisor sabe que él no escucha consejos de los que saben. El solo quiere aduladores. Va a terminar con gente muy inexperta”.
Si Trump gana, “los diplomáticos estadounidenses van a ser como el hombre que está barriendo detrás del desfile de elefantes”, concluyó Noriega.
Muchos otros expertos en política exterior republicanos piensan como él. Les preocupan las irresponsables propuestas de Trump -a veces reformuladas en cuestión de horas, pero solo a medias- de prohibir temporalmente la entrada de musulmanes al país, comenzar una guerra comercial con China, desmantelar la OTAN, asumir una posición “neutral” en el conflicto palestino-israelí, y muchos otros temas.
En marzo, 121 exfuncionarios de política exterior en administraciones republicanas -incluyendo al exjefe del Departamento de Seguridad Nacional Michael Chertoff y el exsubsecretario de Estado Robert Zoellick- firmaron una carta de advertencia sobre los peligros de la posible presidencia de Donald Trump para la seguridad nacional de los Estados Unidos.
Otto Reich, otro exjefe de América Latina del Departamento de Estado que trabajó en varias administraciones republicanas, pero que no estuvo entre los que firmaron la carta, me dijo cuando le pregunté si trabajaría para un gobierno de Trump: “No estoy buscando trabajo”. Cuando le pregunté por qué, no quiso hacer comentarios públicos al respecto.
Mi opinión: Los exfuncionarios de política exterior republicanos -aun los más duros- están horrorizados por las posturas de Trump. La mayoría de ellos considera, y con razón, que Trump es un demagogo racista que ha insultado a casi todos los países con los cuales Estados Unidos debería tratar de tener mejores relaciones, y que cree que lo sabe todo mejor que nadie.
Si Trump ganara, haría lo que siempre ha hecho: rodearse de aduladores. Y eso ya se está viendo ahora.