IGNACIO DE POSADAS
Hay un viejo dicho gringo: If it aint broke, don`t fix it ("si no está roto, no lo arregles"). Está bueno, pero no se lo puede aplicar a nuestro sistema educativo público. Porque está destruido.
En cambio, sí vale preguntar porqué, estando como estamos, no se hace un esfuerzo por informarse de experiencias vividas en otros países que funcionan. La imitación es un instrumento perfectamente válido para mejorar, sobre todo cuando uno viene de tan abajo. Además, reduce bastante los macaneos y las falacias de quienes no son capaces, o no son intelectualmente honestos para encarar sus responsabilidades, (públicas, docentes o gremiales).
Aquí va un caso que funciona y que es perfectamente extrapolable a nuestro país. Entre otras cosas, porque fue puesto en práctica por un gobierno "progre" (totalmente vacío de chilenos y de Ramas).
Lo describe The Economist (4/2/12).
Enfrentado con un cuadro de disfuncionalidad y decadencia en sus colegios públicos ubicados en zonas urbanas duras, el anterior gobierno británico (que era laborista), comenzó a experimentar con una fórmula que, bajo variantes algo diferentes, existe en otros países, como España (bajo el PSOE) y los Estados Unidos (con los Demócratas). Básicamente, colegios o liceos estatales que pasan a gestionarse privadamente (y no por el lucro -que no se horrorice Fenapes- sino por los resultados educativos).
El caso descripto por The Economist es así: la institución continúa siendo propiedad del Estado y sigue ubicada en el mismo lugar en que estaba, como antes. Más de la mitad de los estudiantes son tan pobres que reciben una comida en el liceo y la mayoría ni siquiera habla inglés como su primera lengua. El año pasado, un 70 por ciento de los alumnos alcanzó los niveles apropiados de puntuación promedio nacional (hay parámetros públicos y comparativos de resultados).
¿Existe acaso una fórmula mágica? No. Pero sí algunos "secretos" claves.
Primero: equipo docente motivado y de altísimo nivel en cuanto a capacitación y experiencia, (no como ocurre acá, donde a las instituciones más necesitadas van los últimos en la cola de un sistema de elección patas para arriba).
Segundo: familias. Aún en la pobreza y con todos los vicios que pululan en las grandes ciudades, hay un ancla familiar.
Tercero: disciplina. El lema es: "la calle termina en la puerta" y eso se aplica desde el lenguaje en uso, para arriba.
Cuarto: se alienta la competencia. Una vida personal y familiar dura justifica apoyos, pero no excusas. Los alumnos son evaluados periódicamente y rankeados contra metas objetivas. Se usan intensivamente mecanismos de estímulo y de premio, pero también de castigo, (no físico, se entiende).
Las experiencias de este tipo han sido tan alentadoras que en este momento hay más de mil quinientas "academias", que así se llaman en Inglaterra estas instituciones.
El sistema compite a plena luz del día con los otros, (estatal "puro" y privado), que existen en el país y lo hace superando abrumadoramente al primero y comparándose perfectamente con el segundo. Ahí no hay mulas ni camelos (falta de plata, contexto crítico… etc).
En medio de tanto palabrerío, ideologizado o simplemente trucho, como tenemos que escuchar a diario, no podrá forzarse (en una buena) a las autoridades (gobierno nacional, de la enseñanza y de los gremios), a que contesten, sin gambetas, dos preguntas bien sencillas y directas. 1º) ¿Por qué se niegan a publicitar y comparar resultados? y, 2º) ¿Por qué se niegan a aceptar, en carácter de prueba, (pero no para un puñado de instituciones alejadas), sistemas que en otros países han funcionado perfectamente bien?
Como vimos no hay milagros. Ni siquiera el salir de la gestión estatal es un milagro, porque en sí no es la solución. Pero sí es condición previa y necesaria, en la realidad que vive el Uruguay.
Si no me creen a mí, por Liberal, créanle a Tabaré Vázquez. ¿Qué otra cosa fue el Plan Ceibal -que impulsó contra viento y marea- si no una fenomenal gambeta al establishment estatal?
Si no está roto, no lo arregles. Pero si está destruido, no te engañes creyendo que lo arreglás con poco.