Alas derechas tradicionales

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Los casi 270.000 votos de Cabildo Abierto (CA) de octubre de 2019 pusieron sobre la mesa un asunto que había sido dejado de lado por la ola frenteamplista que se había iniciado 20 años antes: el peso de la opinión no- izquierdista, tradicional, conservadora y/o derechista en el país.

Nuestros partidos fundacionales siempre fueron “catch-all”: varias corrientes de distintas sensibilidades permitían a los votantes sentirse cómodos votando al partido a través de un sector particular que lo representaba más fielmente, y que, luego, a través de la representación proporcional en el Parlamento y/o de una integración plural en el Ejecutivo, terminaba incidiendo con su voz y su voto en la política nacional.

Para ir a un par de ejemplos concretos: el Partido Nacional (PN) de 1971 tuvo la siempre recordada candidatura presidencial de Ferreira, pero también la más derechista de Aguerrondo que no resultó marginal ya que recibió solo 15.000 votos menos que la de Jorge Batlle ese año; el Partido Colorado (PC) de 1989 presentó resultados a la par, unos 290.000 votos cada uno, entre sus dos presidenciables más relevantes que fueron Batlle y Pacheco.

Desde 1999 pareció que las expresiones más conservadoras de los partidos fundacionales terminaban dando malos resultados en las urnas. En el PC, y hasta la experiencia de 2019 cuando con Talvi recibió menos votos que en 2014, mucha gente creyó que el corrimiento a la derecha por causa del protagonismo de Bordaberry perjudicaba al partido. En el PN, también muchos fueron los que consideraron que los triunfos internos de los armados herreristas terminaron incidiendo en la derrota de las elecciones de octubre.

Sin embargo, hay una fuerte correlación entre el triunfo de la Coalición Republicana (CR) en 2019 y el surgimiento de CA ese año. Ciertamente, la derrota del FA fue multicausal; pero, ¿cuán efectivo fue electoralmente que, luego de 20 años de retirada, surgiera una opción clara y orgullosa de un voto que perfectamente podía reivindicar una identidad próxima a Pacheco o Aguerrondo, por ejemplo, y que estuviera llamada a incidir en el futuro gobierno? También es cierto que CA no es solamente una identidad ideológica particular, sino que sociológicamente supo representar un entramado humano y económico popular que, evidentemente, había sido dejado de lado por los partidos fundacionales.

Si previo a 2019 ya era bastante aceptado que las opciones de gobierno son FA o CR, la dicotomía se asentó en estos años. A urnas vistas de octubre de 2019, es evidente que hay amplios espacios para volver a representar a las alas derechas del PC y del PN: con discursos que reivindiquen las reformas aprobadas; mostrando lealtad al rumbo del país definido por la CR; criticando fuertemente la radicalidad izquierdista del FA; destacando la fraternidad que precisa un gobierno de coalición; asumiendo el sentido de responsabilidad que caracteriza a un talante de derecha; y promoviendo visiones soberanas ancladas en legítimas tradiciones partidarias.

Un senado bordaberrista para octubre 2024 y una especie de “Herrerismo-tannat”, por ejemplo, podrían ser los protagonistas de esas alas derechas coloradas y blancas. Harían mucho bien, además, a la cohesión de la gobernabilidad propia de la CR.

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