Alas uruguayas

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Con su genialidad habitual, una vez Borges escribió que “a la realidad le gustan las simetrías y los leves anacronismos”. La sentencia es perfecta para definir, precisamente, las simetrías y anacronismos que hoy confluyen para vincular dos hechos de distinta especie, unidos por notables coincidencias que paso a describir.

Por un lado, el planetario suceso que significa la película de Juan Antonio Bayona, “La sociedad de la nieve”, inspirada en el libro de Pablo Vierci sobre la peripecia real de la tragedia de los Andes. Por el otro, el regreso de la debacle de Pluna a los espacios informativos a partir de la sentencia que condena al gobierno uruguayo a pagar 30 millones de dólares en un juicio perdido vinculado al ex ente estatal. En ambas situaciones, las alas uruguayas comparecen.

En la tragedia real y en la película, a través del Fairchild accidentado cuyos restos de cabina sirven de refugio a los sobrevivientes, mientras el rótulo Fuerza Aérea Uruguaya se convierte en seña de identidad la mayor parte del film. En lo relativo a Pluna y su final sin sobrevivientes, su marca representaba también las alas de la patria.

Que a la realidad le gustan las simetrías está fuera de duda. Pero las coincidencias, en este caso, son notables por la condición metafórica que las reviste y los anacronismos evidentes. La larga debacle de Pluna, más que una película con ribetes heroicos y ejemplares, merecería un film al estilo de “Atrápame si puedes” de Steven Spielberg, en tono de comedia y sobre otra debacle de una compañía aérea, o “Investigación de un ciudadano libre de toda sospecha”, de Elio Petri, en un tono de sátira negra que revela los entretelones del poder y los manejos del mismo, en especial por los que se creen impunes a todo juzgamiento.

De todas maneras, esa película no se filmará porque a Emir Kusturica no va a interesarle.

En tanto “La sociedad de la nieve” acumula premios, elogios, y recupera para los protagonistas reales un reconocimiento a su hazaña que durante más de medio siglo aquí se les retaceó, el affaire Pluna, con los 30 millones de dólares más que deben sumarse a las pérdidas anteriores, regresa como una pesadilla indeseada para los responsables finales del desastre.

Otra vez se ventilan, entre otros detalles, el remate trucho de aviones con el caballero de la derecha visto de espaldas y con identidad falsa y los procesamientos de un ministro de Economía y el presidente del Banco República. Como una película con final feliz fallido, el último capítulo de esa comedia de enredos onerosa para el país fue el manota-zo de ahogado de la cooperativa Alas-U, ya sin posibilidades de usar la marca original creada en 1936 y pasada a la órbita estatal en 1951, hoy archivada en el callejón de los sueños perdidos.

Volviendo al avión accidentado en 1972, la imagen que muestra la película tiene una obstinada actualidad si se lo mira hoy, extrapolado al revival informativo de la caída de Pluna. Hablo de la película, no de los hechos reales que narra. Aquel era un avión militar, y el trágico error de los pilotos se pagó con el accidente.

El error de los responsables de la quiebra y desaparición de Pluna, además de con dinero, se pagó con la pérdida de la presencia del país en los cielos. Una línea aérea de bandera puede no ser un asunto vital para muchos países que no la tienen.

Pero, si se mira la lista de los que sí la tienen, es asombrosa su cantidad. Desde Burkina Faso a Chad o de Islas Feroe a Groenlandia, disponen de aerolínea de bandera, sin analizar aquí su composición accionaria, su grado de conectividad o su resultado comercial. Hay algo inherente a la imagen del país que implica presencia en los cielos y aeropuertos, al menos en los regionales. Hoy, en el cono sur, Paraguay, Perú y Uruguay, no tienen línea aérea nacional. En cuanto a Brasil, Latam es una sociedad con la empresa chilena LAM a la que se unió TAM brasileña. Estamos en el grupo de países que no vuelan bajo bandera. Aquí, en la capital más austral del mundo, eso se paga en conectividad y dificultades de traslado o regreso desde el hemisferio norte.

Como era previsible, la noticia de la pérdida del juicio provocó de inmediato cruces entre el gobierno y la oposición -implicada en los hechos, aunque no le guste- y hasta se llegó a dudar de la ecuanimidad del tribunal que emitió la sentencia, el mismo que laudó a favor de Uruguay en el juicio de Philip Morris en contra de la política antitabaco de Tabaré Vázquez.

De manera que, mientras la película de Bayona obtiene un récord de vistas para un film de habla hispana, arrasa en los Premios Goya y se posiciona muy bien en la carrera por el Oscar a la mejor película extranjera, el final de Pluna y todo lo que ello revistió, ofrece un contraste que repercute hoy. La obra de Bayona rescata la hazaña, habla sobre el heroísmo y la superación, ejemplifica sobre la solidaridad de un grupo de jóvenes que se sobrepusieron a la adversidad y enaltecieron su condición de uruguayos.

La debacle de nuestra línea aérea ilustra no solo un fracaso, sino que testimonia una serie de errores producto del voluntarismo y la improvisación, cuando no en el delito.

Ambas situaciones se vinculan con las alas del título.

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