Cuando comenzaba octubre de 1896, Aparicio Saravia viajó de incógnito a Montevideo con el fin de entrevistarse con el Directorio del Partido Nacional, viendo de encontrar la solución del problema que los sucesos políticos imponían, para sacar al país del caos en que se hundía.
Aparicio regresó a sus pagos de silusionado de los hombres que dirigían al Partido en la Capital.
Sin embargo, en Buenos Aires, un mes antes se había constituido un Comité de Guerra con la actividad de Mario Gil, Antonio Paseyro, Luis Mongrell y Dionisio Viera, que buscaban recursos para el movimiento revolucionario con la valiosa intervención de Abdón Aroztegui, Rafael Pons y Carmelo Cabrera que planeaban la organización de expediciones revolucionarias.
Así Aparicio se vio alentado por las noticias que recibía y que le llegaban junto a una comunicación de Aroztegui por intermedio de Cándido Modernell. Habiéndose en trevistado en Río Grande con compañeros de la revolución de aquellas tierras, recibió amplio apoyo de Rafael Cabeda, Torcuato Severo y el señor Azambuya que le acercarían algún armamento. Por otra parte Adán de la Torre, Manuel Rodríguez Macedo, Basilio Portillo y N. Gam boa, le ofrecen reunir gente al norte del Río Negro.
Ni qué decir el apoyo irrestricto de Chiquito Saravia que se puso en comunicación con jefes como Nicasio Trías, de Canelones; Celestino Corbo, de Minas; Francisco Castro, de Florida; Cornelio Oviedo, Antonio Mena y Pedro Sánchez, de Cerro Largo; Eusebio Carrasco, Sergio S. Muñoz, Juan y Basilio Muñoz (h) y Pedro Francia, de Durazno.
En Melo, Gabino Coronel, desde la dirección de El Civismo hacía una valiente prédica contra el gobernante.
A todo esto, el Directorio, cuya mayoría no quería solución revolucionaria en esos momentos, dio un manifiesto en el que prácticamente se desautorizaba toda acción con vistas a movimientos bélicos. Pero El Nacional no lo publicó, pues ante esa actitud vacilante, se alzaban la prédica revolucionaria de Eduardo Acevedo Díaz y los trabajos iniciados en ese sentido por Aparicio Saravia.
Con tendencia al apoyo de la acción saravista, se constituyó un nuevo baluarte en Aguas Buenas, de partamento de Durazno, el Club Cnel. Daniel Carrasco y pocos días después los activos nacionalistas de Coronilla, 8a. Sección de Rivera, resolvieron constituir un centro parti dario al que denominaron Club Vargas-Valdez e invitaron para ce lebrar una reunión en la costa de la Coronilla, campos de Aparicio.
A propuesta de Chiquito Saravia, se dispuso la habilitación en la frontera brasileña de un Hospital de Sangre, ambulante, designando como Director General del mismo a Ramón Moreira.
Los movimientos habían despertado atención en el gobierno de Idiarte Borda y a resultancias de ello, se había resuelto la implantación de la leva en casi todo el territorio de la República. El ejército revolucionario no hacía levas. Allí estaban los que querían o aquellos a los que convenía entrar, pero obligado, ninguno y el punto de unión, el catalizador de voluntades, era la formidable imagen de Saravia (Eduardo R. Palermo) . Y así era. Nuestro padre que formó filas en el 96, en el 97 y en el 904 nos decía que cuando Aparicio salía a las cuchillas, todos los blancos le se guían, sin preguntar adónde iba ni a qué iba, pues todos, todos sin excepción, sabían que cabalgaba tras las libertades públicas.
Durante esos días de mediados de noviembre, don Ceferino A. Costa primero y luego don Sergio S. Muñoz, llegados a Montevideo desde El Cordobés, tuvieron entrevistas con Acevedo Díaz y con Eduardo B. Anaya, acerca de los sucesos que se precipitaban. A su vez, Cándido Modernell, hijo político del general Timoteo Aparicio, trayendo comunicaciones desde Buenos Aires enviadas por Mena y Aroztegui a Saravia fue detenido en Estación San Ramón y para evitar le fueran tomadas las notas, se las comió. (Continuará)
Fuente: Extracto de crónicas en Archivo Angel Baz Robert