Alma, corazón y respeto

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El Presidente de la República, Dr. Luis Alberto Lacalle Pou, asistió ayer a la inauguración del nuevo Laboratorio del Programa en Alimentos y Salud Humana. Fue recibido por el director, Dr. Rafael Radi y por el Profesor Arturo Briva, Decano de la Facultad de Medicina, en cuya sede están emplazados los 600 metros del nuevo Laboratorio.

El Programa aporta tecnología siglo XXI al trabajo de una treintena de especialistas que buscan desarrollar y aplicar ciencia de múltiples disciplinas para avanzar en comprender la relación de los alimentos con la salud. La meta parece una nueva estribación del precepto que en cinco siglos antes de Cristo definió Hipócrates: “Que tu medicina sea tu alimento, y que tu alimento sea tu medicina.”

El Uruguay avanza y se honra con esa clase de Programas, que lo colocan en el centro de la comunidad científica internacional. Sigue siendo verdad que una nación no es del todo soberana si no tiene ninguna investigación científica y que si la tiene, ningún país es pequeño, como enseñaba nuestro Clemente Estable. A eso, que bien se dijo para las ciencias duras, desde la ciencia cultural del Derecho yo le agregaría que un país se convierte en colonia mental si solo importa y calca los figurines de la epistemología foránea y no la forja desde los adentros de su propia lucha por pensar.

Lamentablemente, cuando el Presidente entró a la Facultad de Medicina para participar de la inauguración, fue abucheado e insultado por un pequeño grupo de funcionarios y estudiantes. Y lamentablemente también, esa grosería, repetida al salir, proviniendo de un puñado insignificante, ocupó más espacio en los noticieros y más atención que las profundas raíces y las elevadas miras del Laboratorio que se inauguró en bien de la salud de todos.

En rigor, la necedad de los insultos y la dignidad con que los soportó el Presidente le sumaron valor humano y docencia civilizadora al acontecimiento científico: Lacalle intentó dialogar, enfrentó con la mirada a los cavernarios agraviantes y se retiró como lo que es: portador del poder por investidura ciudadana.

Ni insultó ni vejó como Milei. No mandó identificar y detener como Maduro. Con espíritu liberal, aplicó el “Guarda e passa” -mira y sigue- que en el Infierno aconsejó Virgilio a Dante al toparse con los inconducentes. Preguntado por los periodistas, confirmó su respeto institucional a la libertad de quienes no lo respetaron.

Ese es el Uruguay que queremos “para nosotros y para nuestros adversarios, para nuestros hijos y para los hijos de nuestros adversarios”, como para todos enseñó Batlle y Ordóñez.

Ninguna moda de memes ofensivos -vengan de quien sea- debe distraernos de nuestro respeto como personas. Mucho sufrió la República cuando 60 años atrás se pasó del insulto a las armas. Al borde de 40 años de paz, es hora de elevar la tragedia vivida a concepto y conciencia de libertad.

Hace más de 30 años aceptamos a José Mujica como interlocutor, lo presidenciamos y hoy elevamos votos por su salud. Hace 3 días supimos que el malogrado Juan Izquierdo y su esposa tenían tatuado “No te amo con el corazón porque el corazón se detiene. Te amo con el alma, porque el alma es eterna.”

¿No es hora de enterarnos que lo eterno del respeto a la persona es sagrado por encima de religiosos y ateos?

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