Lienzo o basurero

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ÁLVARO AHUNCHAIN
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El Instituto de Historia de la Facultad de Arquitectura de la Udelar ha agitado un poco las quietas aguas del debate cultural, al difundir un enérgico comunicado contra la proliferación de retratos murales en edificios y medianeras.

Es lo que tiene la discusión pública: los temas que acaparan la atención siempre tienen que ver con la política o el fóbal. La cultura importa solo cuando un humorista se pasa de la raya en su parodia o, como en este caso, cuando desde la academia se enojan con un prolífico artista visual y quienes le financian obras.

El punto de quiebre es ahora un retrato de Antonio Grompone encargado por la ANEP a José Gallino, que cubre la fachada lateral del IPA. Aunque dicen que no tienen animosidad contra el pintor, la verdad es que los firmantes del comunicado no ahorran en expresiones agraviantes: dicen que los murales "intentan homenajear" a los retratados, dando a entender que en realidad no lo hacen en absoluto. Hablan de "la intención y sus polémicos resultados", y en referencia al retrato de Grompone, expresan que fue "perpetrado". Muy fino todo.

Se puede discrepar con el estilo de Gallino, pero tanto menosprecio contra el trabajo de un artista es propio de quien se cree superior y con derecho a botijearlo. El argumento de que debería respetarse la calidad arquitectónica del edificio es de recibo, por supuesto. Lo que me sorprende es que los académicos manifiesten tanto enojo por una obra de street art y nada digan del cambalache de pintadas políticas y garabatos terrajas que asolan la fachada frontal del IPA, una verdadera vergüenza para los que asistimos a esa casa de estudios.

Es más fácil meterse con un artista que rinde homenaje a su fundador, que con los desconocidos de siempre que pintarrajean estupideces en nombre de los estudiantes, aunque a nadie representen.

Me han dicho que una arquitecta integrante del enojado Instituto de Historia ha dicho que no por criticar estos murales, avala los grafitis vandálicos. Pero sería bueno que la academia se expresara más fuerte a ese respecto. Cada vez que paso por el edificio San Felipe y Santiago, de la calle Guayabo, obra de Humberto Pittamiglio, me hierve la sangre de verlo totalmente enchastrado de garabatos inentendibles y caóticos. Y ni que hablar de las inscripciones sobre "manyas" y "bolsos" que ensucian las obras del Parque de Esculturas desde tiempo inmemorial.

Los arquitectos se quejan de que sus obras no son "un lienzo" y puedo coincidir con ellos. Si adosarles una creación artística las desmerece estéticamente, están en su derecho de expresarlo. Pero no de pontificar desde su Olimpo cuál arte es bueno y cuál "se perpetra". Menos aún cuando ese arte, nos guste o no, tiene el cometido manifiesto de rendir homenaje a personalidades de la cultura que a los uruguayos nos son escamoteadas, detrás de la maraña mediática de Messis y Tinellis.

La nuestra debe ser la única ciudad del mundo que rinde un gigantesco tributo a Hitch-cock, Fellini, Buñuel y Martel (obra del colectivo Licuado) en pleno centro. Es hermoso y a la vez útil dar vuelta una esquina y encontrarse con un retrato de China Zorrilla o Eduardo Mateo, aunque el estilo de Gallino no sea del agrado de algunos expertos. Esas fachadas y medianeras podrán no ser lienzos, pero hablan de nuestra historia y celebran con justicia a los mejores de los nuestros.

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