Tradición e innovación en Almagro

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ÁLVARO AHUNCHAIN
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Junto al ministro de Educación y Cultura Pablo da Silveira y a la directora nacional de Cultura Mariana Wainstein, viajamos a España para asistir a la inauguración de la edición número 45 del Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro.

Cuando asumimos nuestros cargos en el equipo de Cultura del MEC, en marzo de 2020, ya estaba formulada la propuesta de este festival, el más importante del mundo en teatro clásico de habla hispana, para que Uruguay fuera País Invitado de Honor.

La pandemia postergó su concreción y, a lo largo del año pasado, planificamos una delegación uruguaya a la altura de tan honroso desafío, para cumplirlo en este 2022.

Mañana 30 de junio dará comienzo el festival, en el casco histórico de una ciudad española donde se conserva intacto un corral de comedias que data de principios del siglo XVII, y que durante el mes de julio se convertirá en la capital mundial de la cultura del Siglo de Oro.

El dato es revelador y fue reafirmado la semana pasada en Montevideo por el director del Festival, el teatrista español Ignacio García. A diferencia de otros teatros europeos que fueron reconstruidos, como es el caso del Shakespeare Globe en Londres, el Corral de Comedias de Almagro se mantiene tal cual fue erigido hace más de tres siglos.

Pisaremos los escenarios y recorreremos las calles que hace mucho tiempo habrán transitado Lope de Vega y Tirso de Molina… A los teatreros esto nos provoca una emoción muy especial. (Recuerdo haber visitado el teatro de Dionisos en Atenas e, incumpliendo con una prohibición explícita de pisar el escenario, haberlo hecho igual, para sentirme en el mismo lugar donde alguna vez se habían estrenado La Orestíada y Edipo rey).

Los uruguayos estaremos este año amplia y prestigiosamente representados. Desde el Instituto Nacional de Artes Escénicas realizamos una convocatoria abierta a compañías teatrales independientes, a partir de la que fueron seleccionados tres proyectos: El perro del hortelano de Lope de Vega, en versión de Juan Antonio Saraví y con dirección de Hugo Giachino, Semíramis, una versión de La hija del aire de Calderón de la Barca, a cargo de Lila García y Marcos Acuña, y Góngora estuvo aquí, una obra original de Sandra Massera que recupera un trabajo inconcluso de ese creador y le incorpora pasajes de La galaxia Góngora, novela del uruguayo Gustavo Espinosa.

Por su parte, la Intendencia de Montevideo lleva el espectáculo Constante, que acaba de estrenar en sala Verdi, donde el chileno Guillermo Calderón y el uruguayo Gabriel Calderón adaptan a su homónimo del Siglo de Oro. La delegación uruguaya se completará con los músicos Jorge Drexler y Luciano Supervielle y el payador Juan Carlos López, en una reivindicación de esa peculiar forma de versificar improvisando, inserta en nuestra identidad cultural y con fuertes raíces en las décimas de la tradición española.

De manera que estamos llegando a Almagro una treintena de artistas uruguayos, con propuestas creativas de variadas estéticas, poniendo de manifiesto esa saludable diversidad y, al mismo tiempo, reafirmando nuestro respeto y admiración por un Siglo de Oro que en Uruguay ejerció enorme influencia.

Sobre eso se ha expresado el ministro da Silveira en su carta introductoria al catálogo del festival: “Hemos querido acercarnos a este Festival recordando ese ‘exilio de oro’ que, a partir de la década del 40 del siglo pasado, nos permitió acoger a dos personalidades mayúsculas de la escena española: Margarita Xirgu y Pepe Estruch”.

Mucho debemos los uruguayos a estos dos artistas inmensos que llegaron al país escapando de la barbarie franquista y ayudaron a contruir aquí una cultura teatral que nos distingue en el mundo.

Si uno mira los repertorios de las compañías teatrales nacionales a partir de los años 50 del siglo pasado, se sorprenderá por su rigor selectivo y por la cantidad y variedad de obras clásicas que se representaban entonces.

Y esto ocurría tanto con la Comedia Nacional, fundada por Justino Zavala Muniz, como con el vasto y heterogéneo movimiento teatral independiente.

Hay una línea mágica de sabiduría que ha pasado de generación en generación: Xirgu enseñó a las primeras generaciones de la Escuela Municipal de Arte Dramático a decir el verso español y actuar los personajes del Siglo de Oro. Sus alumnos, gente inolvidable como Eduardo Schinca, Jorge Triador y Elena Zuasti, trasmitieron ese legado a la generación de Levón, quien hoy está haciendo lo propio con los actuales alumnos de la misma escuela, que él dirige. Y al mismo tiempo que Xirgu nos formaba con los grandes clásicos, promovía a un joven autor español llamado Federico García Lorca, de igual manera que a los veteranos de hoy nos toca impulsar a los teatristas emergentes.

La visita de Uruguay al Festival de Almagro también tiene que ver con eso: con una necesaria síntesis de tradición e innovación: entender que nuestra labor actual está cimentada en la grandeza de quienes nos precedieron y tiene la obligación de dar alas a quienes nos hereden.

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