El pasado viernes 5, el gobierno brasileño redujo 10% las alícuotas ad valorem del Impuesto de Importación de aproximadamente 87% del universo tarifario, sin comprender las excepciones ya existentes en el Mercosur.
Se excluyeron los sectores de calzado, textiles, automóviles, repuestos, juguetes, entre otros. Las alícuotas serán temporal o excepcionalmente reducidas hasta el 31 de diciembre de 2022, al amparo de lo dispuesto en el inciso “d” del artículo 50 del Tratado de Montevideo de 1980 (TM-80), de Aladi, que prevé la posibilidad de adopción de medidas enfocadas a la protección de la vida y de la salud de las personas.
El recurso a ese dispositivo fue justificado por la situación de emergencia derivada de la pandemia de COVID-19 y por la necesidad de poder contar de forma inmediata con un instrumento que pueda contribuir a aliviar sus efectos negativos sobre la vida y la salud de la población brasileña y para reducir la inflación, argumento este que está lejos de corresponder con la realidad, por no llamarlo de “fake news”.
De acuerdo con un comunicado oficial, Brasil permanece plenamente comprometido en las negociaciones en curso en el Mercosur y ha trabajado intensamente en el ámbito del Mercosur para promover la revisión de la Tarifa Externa Común (TEC), que, en sus más de veinticinco años de existencia, jamás sufrió un proceso de reforma total. Dentro de ese espíritu, continúa la nota, Brasil reiteró el carácter excepcional y temporal de la decisión, reafirmó su compromiso con el Mercosur e informó que para la reducción de la tarifa TEC siguió los parámetros convenidos con Argentina y Paraguay.
La decisión unilateral de Brasil, aunque esté apoyada por Argentina y Paraguay, es un duro golpe para el Mercosur.
La violación del Tratado de Asunción de 1991 ignoró el valor estratégico del Mercosur para Brasil, en especial para la industria, y desconoció las reglas más elementales para el cumplimiento de los compromisos internacionales asumidos por el país. Según se informa, en contrario a la posición de Itamaraty, el Ministerio de Economía estaba dispuesto a apoyar la posición de Uruguay de flexibilizar las reglas del Mercosur para permitir la negociación individual de ese país con China. Uruguay, por su parte, vinculó su apoyo a la reducción de la TEC al respaldo de Brasil a su propuesta de flexibilización.
En la práctica, el Tratado de Asunción fue doblemente irrespetado durante la presidencia de Brasil, por romper la cláusula de consenso para la toma de decisiones y por la decisión unilateral brasileña. Sin base legal en el Mercosur, la decisión debió basarse en el TM-80. Nada impide ahora que Uruguay decida unilateralmente seguir adelante con la negociación con China.
Este lamentable episodio debilita aún más al Mercosur. La única solución será intentar convencer a Uruguay de no vetar la reducción de la TEC, legalizándola al “mercosurizar” la decisión, que es lo que el Ministerio de Economía espera que suceda. En la hipótesis de que Montevideo lleve adelante las negociaciones comerciales unilaterales, no habrá alternativa sino pedir a Uruguay lo que amenazó en hacer: salir del Mercosur (Urexit). Será inaceptable para los intereses brasileños, sobre todo los industriales, tener a las exportaciones chinas entrando en Brasil con las reglas de origen actuales y con tarifa cero. No creo que el gobierno chino quiera asumir una posición de confrontación con Brasil y firme un acuerdo comercial con una economía de la escala de Uruguay, cuando se la compara con la de Brasil.
Es preocupante la forma en que fue hecha la reducción de la TEC y merece un tratamiento político urgente. La decisión unilateral sentó un precedente que podrá ser cuestionado por los sectores industriales, con buenas posibilidades de éxito, en vista del innegable incumplimiento del Tratado de Asunción.
Es urgente discutir sobre el futuro del Mercosur. No se trata de un debate teórico y en el vacío: hay una situación real en curso en el Mercosur comercial que tiene que ser examinada a la luz de los intereses concretos nacionales, teniendo en cuenta las nuevas realidades geopolíticas globales que apuntan hacia el fortalecimiento de la regionalización, al contrario de lo que ocurre en América del Sur, bajo la mirada complaciente de Brasil. El fin del Mercosur no es una alternativa ni para el gobierno, ni para el sector privado brasileño.
A mediano y largo plazo, la posición de Brasil con relación a la integración regional y al Mercosur, va a depender del resultado de la próxima elección. Dependiendo de su resultado debería haber una revisión de esas políticas, para profundizarlas y fortalecerlas como respuesta a la globalización y en defensa del interés nacional.
Al cumplir su 30º aniversario, 2021 se convirtió en el “annus horribilis” del Mercosur.