Año decisivo

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Cerramos el año político con la noticia de que la precandidata Cosse apoya la realización del plebiscito constitucional contra la reforma de la seguridad social, y que sumará su firma a la campaña de búsqueda de apoyos que precisa alcanzar más de 270.000 firmas para fines de abril próximo. No porque para muchos se trate de una actitud previsible deja de ser un gesto importante.

Hay un razonamiento extendido entre gente de clase media acomodada, que pretende mirar con cierta distancia el devenir del Uruguay, y que dice que no hay diferencias radicales entre el Frente Amplio (FA) y la Coalición Republicana (CR). Gane quien gane, alegan, somos una penillanura suavemente ondulada que gusta de la amortiguación de sus procesos sociales y económicos.

Acá nunca pasa nada muy grave, por lo que una alternancia en 2024 no es una catástrofe; y los posicionamientos más duros, como podría ser este de Cosse, son un saludo para su propia tribuna o una estrategia electoral redituable, pero nunca nada realmente radical, como puede ser por ejemplo el kirchnerismo argentino, de manera de poner en tela de juicio el rumbo general del país, su sólida institucionalidad y su siempre ensalzada moderación nacional. Algunos dicen incluso que se verifica cierta sofisticación izquierdista, ya que así Cosse firme y el plebiscito se efectivice para octubre, no terminará siendo aprobado por la mayoría del pueblo, ya que el aparato tupamaro no ensobrará la reforma con sus listas. Recuerdan, quienes así argumentan, que algo similar ocurrió con la pretendida anulación de la ley de caducidad en octubre de 2009.

El problema no son las disquisiciones que siempre terminan explicando condescendientemente las posiciones más demagógicas de los líderes izquierdistas, esas que hacen que el FA, sin fruncir su seregnista bigote, diga una cosa y su opuesto a la vez. El problema es que todas estas decisiones y gestos del FA erosionan lenta pero decididamente nuestros consensos democráticos históricos más sustanciales. Claro está: los daños no son inmediatos ni golpean ruidosamente. Pero, ¿algunos de estos sutiles análisis siempre proclives a justificar a la izquierda van a terminar algún día de vincular todas estas trapisondas zurdas que siempre dificultan el camino que hay que transitar para alcanzar una mayor prosperidad nacional, con la emigración constante de unos 10.000 uruguayos por año, que hace al menos tres décadas que parten en busca de nuevos y mejores horizontes?

¿Nunca nos daremos cuenta de que es por este tipo de jugarretas, que siempre van en el sentido contrario a lo que efectivamente hay que hacer -en este caso, nada más y nada menos que apoyar la reforma de la seguridad social, ya que fue lo único políticamente posible de llevar adelante con responsabilidad desde 2005-, que la gente más pujante y con mayor ambición se termina yendo del país?

Hace años que argumento que los razonamientos que minimizan las diferencias entre el FA y los partidos tradicionales (hoy, la algo más amplia CR) son una vulgar sandez. Por supuesto, no somos Argentina. Pero nos mentimos si creemos que de ganar este FA no va a pasar nada y que se mantendrá nuestro actual rumbo de prosperidad. Piénselo, ya que mañana arranca un año electoral decisivo para la historia del país.

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