Ante lo nuevo

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A dos semanas del balotaje, persiste en la atmósfera un raro desconcierto, donde lo que unos afirman otros desmienten (o corrigen), donde aliados se pelean y se discuten temas sin tener en cuenta resultados.

En el bando perdedor hay más desconcierto que duelo, pero tampoco a los ganadores se los ve demasiado festivos.

El futuro ministro de Economía dijo que se mantendría la edad jubilatoria de 65 años y de inmediato el presidente electo relativizó esa afirmación, generando aún más dudas respecto al rumbo que tomará el nuevo gobierno. Es difícil entender por qué el Frente Amplio insiste en revolver temas que lo dividen.

Si para eliminar una norma se elige el camino de la consulta popular, quien la convoca busca una respuesta contundente y por lo tanto debe aceptar sin discusión su resultado. Buscó un tajante “si” y le dijeron “no”. Definido eso, el tema queda cerrado y saldado. Esa es la regla de una consulta popular.

Cuando Marcelo Abdala y los suyos propusieron el plebiscito para incluir en la Constitución normas opuestas a la reforma jubilatoria del gobierno, se jugaban enteros. O ganaban y la Constitución se reformaba, o perdían y se mantenía la ley que promulgó este gobierno. El resultado cerró la discusión: ni se tocan las AFAP ni se modifica el proceso para llegar a los 65 años para el retiro. Casi 62 por ciento del país entendió que la ley implicaba más años de trabajo, sí, pero que lo otro era peor: era ir al desastre. Fue una muestra de madurez cívica.

Cien economistas frentistas publicaron su rechazo al plebiscito de la central sindical y es probable que un alto porcentaje de ellos esté a favor de dejar la ley tal como está.

Si el dilema quedó resuelto por la expeditiva respuesta popular, ¿por qué Orsi insiste en darle vueltas al asunto? El resultado le allanó un problema pero insiste en no salir de él, en una innecesaria y absurda contradicción.

Por otro lado, los colorados se enfrascaron en inesperadas trifulcas internas. Tampoco ellos parecen entender ciertas realidades. Es verdad, su mérito fue votar mejor que en elecciones anteriores (subieron del 12 al 16 por ciento), pero tampoco fue un asombroso aluvión de votos. Con sus discrepancias solo desaniman a un electorado que sintió que esta vez sí, su partido iba hacia adelante. Ello se consiguió gracias a un candidato joven e innovador como fue Andrés Ojeda, que sensatamente entendió que sería bueno el retorno al ruedo de Pedro Bordaberry, que no había competido en las internas.

Dentro de la votación colorada, a Bordaberry le fue mejor pero no puede desconocer que eso ocurrió bajo el paraguas de un candidato atractivo. Por lo tanto, sus méritos que los hay, están enlazados a los de Ojeda, que los tiene aún más.

Ahora todos quieren acercarse al gobierno electo, más allá de lo que diga cada partido o eventualmente la Coalición. Al ir armando Orsi su equipo (ministros, directores de entes y demás), la oposición querrá un lugar en los puestos de contralor o como minoría en los entes. Todos aspiran a ligar algo.

Pero si eso no se hace con orden, surgirán dudas respecto al futuro de la Coalición Republicana. Se trata de un instrumento imprescindible, pero aún en una etapa frágil. Tan frágil que en cualquier momento puede cesar.

Cuando se hablaba de la compleja composición de la cámara baja, ambos candidatos aseguraban que trabajarían desde el entendimiento. Pero no significaba lo mismo para uno y otro. Delgado solo hubiera podido dialogar con todo el Frente, como un bloque irreductible.

No ocurre lo mismo con el gobierno frentista. Le basta saber que tres o cuatro diputados (blancos, colorados o cabildantes) están interesados en cierto tema para acordar con ellos y sacar su ley. Les es mucho más fácil.

Es que a veces los intereses puntuales de los políticos no coinciden con los del votante. Para el ciudadano no afín al Frente, la existencia de la Coalición es fundamental porque es su única posibilidad de ganar. Sin la Coalición, solo habrá un largo reinado frentista. Con ella, lo contrario no está garantido, pero crece la probabilidad de alternar.

Sin embargo, intereses de coyuntura, aún siendo genuinos, se interponen y van en contra de lo que ese electorado necesita. Mientras eso no quede despejado, la Coalición será solo una idea, con más retrocesos que avance.

En la elección de 2019 señalé que se iniciaba un cambio de época. Se iba la generación que fue protagonista en la consolidación democrática iniciada en 1984 y llegaban nuevas figuras. Luis Lacalle Pou personalizó ese proceso porque fue el primero que lo entendió. Ahora está en plena marcha. Los colorados apostaron a Ojeda, pero en el fondo aún no lo conocen bien. Los frentistas lo hicieron por Orsi, pero les pasa lo mismo. El Frente con este nuevo MPP que todo lo abarca, es muy distinto a lo que hubo hasta ahora.

Todo es nuevo y desconocido. Quizás eso explique este raro clima de expectativa contenida en un país donde tampoco se vio mucho entusiasmo en el proceso electoral.

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