Aprendimos la lección

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En este período se lanzó una interesantísima propuesta internacional, que puede considerarse como la segunda transformación de la matriz energética nacional, pensada para generar un nuevo rubro exportador. Se basa en brindar ventajas comparativas para que grandes inversiones se radiquen en Uruguay para la producción de hidrógeno verde (H2V).

¿Qué tiene de prometedor este rubro? Considerando que el 80% de la energía que se consume a escala global proviene de fuentes fósiles -principal causa del calentamiento global que padecen todas las naciones por sus emisiones de gases de invernadero-, nos encontramos en una cruzada mundial orientada a tratar de revertir esta realidad, mediante la sustitución de los combustibles fósiles por renovables, lo más rápido posible.

La opción actual más prometedora es el H2V que se obtiene a partir de energías renovables.

Uruguay presenta un excelente potencial para convertirse en un centro productor de H2V y sus derivados. Tiene el recurso natural; su matriz energética es 97% renovable; ofrece una seguridad jurídica imprescindible para dar garantías a largo plazo a los inversores; y dispone de las redes viales necesarias y de un puerto moderno abierto al Atlántico. En la actualidad el 99% del H2 se produce a partir del uso de gas y carbón. Por lo tanto, no es “verde”, razón por la cual todos los esfuerzos se enfocan en lograr transformar la producción mundial de H2 a H2V.

Ya se confirmó en el departamento de Paysandú el proyecto de HIF Global para la producción de H2V. Será la mayor inversión de la historia del país en un nuevo negocio; una excelente noticia a pesar de lo cual se la ha querido empañar. Se intentó generar polémica pública -con claro tinte político-, a partir de la decisión de Ancap de no participar como inversor en el proyecto de HIF Global -era opcional-. Aunque la decisión es de meridiano sentido común, parecería que se aprovecha la desinformación general para polemizar.

La fábrica en cuestión utilizará los excedentes de CO2 de la producción de la planta de ALUR -que hoy se emiten como residuo contaminante (gas de invernadero)- para combinarlos con el H2 y producir combustibles sintéticos verdes (e-metanol, e-jetFuel). Por lo tanto, Ancap participa en el millonario emprendimiento como proveedor de CO2, pero no como inversor. ¿Por qué lo hace así?

Como bien lo subrayó el exministro de Industria y actual Canciller, Omar Paganini, sería una gran irresponsabilidad de parte del Estado uruguayo embarcarse en un proyecto de inversiones multimillonarias que pueda salir mal y comprometer seriamente al erario público. Recordó lo que ya sucedió con Ancap cuando se lanzó a la loca aventura de la regasificadora y del portland y cal, o de Pluna saliendo de garantía a privados para la compra de aviones, que nos costaron miles de millones de dólares a nosotros los contribuyentes.

En este gran proyecto es el inversor privado el que aportará la tecnología, construirá la planta, desarrollará el negocio y la logística a escala mundial. Él asume la inversión y el riesgo y su éxito en el negocio no depende de que Ancap invierta dinero.

Es la demostración de que aprendimos la lección.

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