Dos realidades quedaron expuestas esta semana, realidades que algunos negaban si bien eran ciertas, y en algún caso incluso optaron por distorsionarla. Por un lado, la Fiscalía archivó el caso referido al pasaporte de Marset. Sus argumentos son claros y evidentes y demuestran que allí donde se hizo escándalo, nunca debió haberlo. Quien no lo entendió fue el canciller de la época, que agrandó un drama que no era tal. Quien sí entendió fue el Frente que sabiendo que se había hecho lo correcto, aprovechó el flanco dejado y creó un clima de maledicencia.
El otro asunto que sacudió la semana, fue el resultado de una encuesta que muestra que habría una mayoría dispuesta a votar por la delirante reforma constitucional que propone el Pit-Cnt y apoya el Partido Comunista. Esto coincidió con el momento en que 112 reconocidos economistas vinculados al Frente Amplio dieron a conocer un documento que desarma pieza por pieza el proyecto sindical y demuestra lo desastroso que sería para el país.
Todavía hay tiempo para que mucha gente cambie de opinión y reconozca que votar por la propuesta es suicida. Pero la alerta existe y debe tomarse con preocupación.
Respecto al “escándalo” Marset, el fiscal dijo lo obvio. Correspondía darle un pasaporte aun estando detenido en los Emiratos Árabes Unidos y aun siendo buscado en otros países por su vinculación al narcotráfico. No estaba requerido en Uruguay pero además, sostiene la fiscalía, nunca podría negársele un pasaporte a un connacional puesto que a nivel internacional, es un documento de identidad. No se puede dejar a nadie, preso o no, indocumentado.
Lo afirmado por el fiscal es más que obvio y eso mismo debió decir el canciller Francisco Bustillo cuando se supo que Marset había recibido su pasaporte: afirmar con contundente claridad que se procedió correctamente y dar el tema por terminado.
Sin embargo, todo derivó en una increíble discusión con quien era la vicecanciller en esa época, Carolina Ache, en un absurdo cruce de chats y reproches mutuos. Ganó en ese caso, la típica cultura de la comidilla interna tan característica de ciertas burocracias. Siendo todo tan claro como lo explicó el fiscal, es surrealista comprobar que fue gente del gobierno la que metió al propio gobierno en un lío que en realidad era inexistente. Le dio la oportunidad a la oposición para encender una hoguera donde no había ni leña.
Sin duda, el presidente supo armar un gabinete sólido y centrado en sus funciones, pero cabe reprocharle que con esa cartera se equivocó y le tomó tiempo enderezar lo que estaba torcido.
Respecto a lo que pasa con el plebiscito, habría que recordar que varios analistas y columnistas hace tiempo vienen advirtiendo que la dirigencia política está siendo omisa en afrontar este tema. Se debió salir al cruce ya cuando se juntaban las firmas, y de ese modo crear un estado de opinión favorable a la reforma jubilatoria. Fue en ese momento en que hubo que difundir la declaración de los 112 economistas. Pero no todos, ni oficialistas ni frentistas contrarios al plebiscito, creyeron que era oportuno hacerlo en ese momento. Así estamos. Eso muestra que los políticos no leen lo que analistas y columnistas escriben. No lo consideran un insumo necesario para su actividad. Pues si hubieran leído y escuchado, quizás hoy no existiría esta alarma.
Pese a todo, aún están a tiempo. Es bueno que Rodolfo Saldain publique sus muy bien argumentados artículos. Si alguien conoce del tema, es el. Pero no es Saldain quien tiene que convencer a la ciudadanía. Son los políticos. A ellos corresponde leer y subrayar las notas de Saldain, y elaborar con ellas esquemas bien claros (como los que se hacían en la época liceal) para con llaneza y claridad marcar posición en cada estrado, en cada entrevista, en cada mensaje enviado por las redes, en cada aparición televisiva.
Deben demostrar que la propuesta sindical será un desastre para el país y también demostrar que la ley que ellos mismos aprobaron, es buena y necesaria. Convencer a la gente que si tuvieron el coraje de proponerla desde el Ejecutivo y de votarla en el Parlamento, también tendrán el coraje y el orgullo de defenderla en cada rincón del país mientras dure la campaña.
A su vez, si una parte importante del Frente está convencida de que lo propuesto por el Pit-Cnt es un profundo error, debe decirlo con voz alta y clara. No a medias tintas, sino con coherencia porque se sabe que ningún gobierno, ni siquiera uno frentista, puede manejar el país si ese plebiscito gana. Los 112 expertos no exageran, dicen la verdad.
Todavía hay tiempo, reitero, para modificar los estados de opinión. Pero la mejor estrategia es actuar como si estuviéramos ante el peor de los escenarios y hacer todo lo posible para evitarlo.
Sería muy grave si los candidatos a presidente, a senadores o a ediles, no salen uno por uno a dar esta batalla. Si siguen omisos, deberán cargar con su culpa ante las generaciones venideras.