Argentina en su laberinto

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El contraejemplo del país hermano resulta particularmente doloroso. ¿Cómo uno de los países más ricos del mundo hacia 1930 involucionó de tal manera para alcanzar hacia 2023 a 18 millones de personas viviendo en la pobreza? La historia larga debe tener en cuenta un enorme cambio cultural, un pronunciado deterioro institucional y una shockeante sucesión de malas políticas económicas de forma ininterrumpida.

En notorio que las creencias compartidas de los argentinos cambiaron espectacularmente luego de la exitosa etapa liberal. El peronismo, con su autoritarismo político y dirigismo económico copó la mayor parte del espectro político, incluyendo los extremos a izquierda y derecha. A medida que una mentalidad que despreciaba la generación de riqueza en aras de una siempre insuficiente redistribución de cuño clientelista tanto trabajadores como empresarios vieron truncadas las posibilidades de progreso de acuerdo a la vieja receta del esfuerzo, el ahorro y el trabajo, para dar paso al acomodo, el crédito y al cortísimo plazo.

Este cambio cultural conllevó cambios institucionales de relevancia. Una sucesión de golpes de estado, cambios en la Constitución, leyes prebendarias para favorecer o castigar con nombre y apellido, regulaciones asfixiantes y enmarañadas fueron complicándole la vida a todos los argentinos. Los incentivos que anteriormente se alinearon para convertir al país de Alberdi en el granero del mundo transmutaron irreconocibles en otros que lo llevaron a tener que importar alimentos.

Las políticas económicas también jugaron su papel. Guy Sorman suele poner de ejemplo al país vecino sobre todo lo que no hay que hacer en la materia, y como puede ser estrepitosamente mala con gobiernos de los más diversos signos. Una alta presión fiscal, pésima política fiscal y monetaria y ciclos exacerbados dan cuenta de una inestabilidad macroeconómica en la que los procesos de inversión privada están sujetos a riesgo extremo.

La coyuntura actual, amén de conjugar todos los problemas mencionados tiene la particularidad en que la crisis económica está montada sobre una política de mayor entidad si es que eso es posible. La novedad es que a diferencia de circunstancias anteriores el choque le toca en suerte a una administración peronista, disfuncional pero peronista al fin. La gran duda es si el ya célebre “plan llegar” del Ministro Massa alcanza para pasarle la bomba al próximo gobierno o no. Las medidas anunciadas este fin de semanas no parecen ayudar y los resultados de las primarias de agosto ayudarán o perjudicarán este fin en la medida de que se vislumbre la posibilidad de que pueda ganar en octubre un gobierno que logre encauzar el entuerto o uno que precipite la debacle.

Pensando en el mediano plazo hay argumentos para el optimismo; poniendo medianamente las cosas en orden Argentina es un país con una capacidad prodigiosa para volver a crecer, lo ha demostrado en el pasado. El gran desafío será, precisamente, ordenar una macroeconomía que solo dejará de ser fuente de incertidumbre con un ajuste difícil de procesar políticamente. En esa tarea tan difícil para la política de hacer posible lo necesario se juega su futuro un país que merece reencontrarse con sus mejores tradiciones, las que lo llevaron a ser admirado con justicia en todo el mundo.

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