Álvaro Delgado, quien representa la continuidad del actual gobierno, se enfrentará en el próximo balotaje al candidato del Frente Amplio.
Un FA que de la mano del MPP, el Partido Comunista, el Partido Socialista, otras agrupaciones menores, y el movimiento sindical que comprende el Pit-Cnt invocan y defienden una visión muy particular del mundo, de la política, de la economía, y también del modelo de convivencia que aspiran a implantar en la sociedad oriental.
En un mundo desacralizado, donde el relativismo y el subjetivismo imperan, las ansias de poder de esta fuerza política bandeada rabiosamente hacia las viejas consignas de la izquierda voluntarista más rancia deberían alarmar al indeciso votante. Porque una y otra vez vemos -incluso entre las huestes más jóvenes de la oposición- el resurgir de una increíble nostalgia sesentera. En lugar de otear el horizonte miran por el retrovisor.
La contienda política en nuestro país siempre es la que representa la eterna dicotomía de liberalismo versus voluntarismo. Estoy convencido que es así, pero también tengo la certeza que el oriental promedio no es tonto, y que en un universo político con una tendencia que a veces nos recuerda a Duverger y su ley del bipartidismo, las opciones son claras: por una lado la libertad y la seguridad de la gestión responsable, y por el otro un talante de permanente protesta, de descontento, de soberbia política, y de prepotencia manifiesta en el desconocimiento de la voluntad popular (plebiscito de la seguridad social, entre otros), o en la intención de meter a prepo en la agenda temas de valor relevante únicamente para algunas minorías.
Porque invariablemente nuestra izquierda insiste en manejar la agenda y dirigirse a la opinión pública e incluso a los adversarios desde un plano de superioridad moral e intelectual que por cierto no posee. No la avala la razón, y mucho menos la valida la historia para posicionarse de esa forma.
Porque nunca han renegado del pasado ni del presente penoso de sus colectividades políticas en cuanto adhieren a postulados políticos globales que verdaderamente han sido perniciosos para la humanidad. En reiteración real.
¿O acaso las atrocidades cometidas por socialistas y comunistas son menos malas que las ocasionadas por otros movimientos totalitarios?
Alcanzaría con condenarlas para redimirse, pero no solo no lo hacen, sino que aún así, te miran a los ojos y te dicen “Cuba tiene un sistema de gobierno distinto” o “Maduro ganó por mayoría”, y luego se espantan cuando en el mundo verdaderamente libre, y con mayorías apabulladoras gana un candidato que no se alinea con sus nuevos postulados 2030.
Nos someten a todos a aquello que Stuart Mill definía como la “tiranía de la opinión pública”, tendencias que construyen con un pésimo uso de la razón, y que invariablemente desembocan en mayores desgracias para quienes sostienen defender.
Los liberales sí tenemos autoridad para hablar, incluso hasta para levantar la voz cuando sea necesario en el diálogo político. Quienes nos aglutinamos en los partidos que quieren a Delgado presidente, sí tenemos autoridad moral e intelectual para hablar de equidad y justicia social.
No nos dejemos amilanar.
No cedamos ni un paso ante la beatería de izquierda.