Biden y Trump a duelo

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Si de algo se nutre la política es de los recursos teatrales, algo muy necesitado en el ciclo electoral estadounidense.

En efecto, desde ahora y hasta las elecciones presidenciales en noviembre, todo el ciclo parece presentarse de manera muy aburrida para los que conocen de estos asuntos.

Al menos así lo ven precisamente los votantes.

Ellos que son los más importantes en democracia, encuesta tras encuesta, se muestran muy poco motivados con los contendientes que se disputarán la presidencia y que son ya viejos conocidos: Joe Biden y Donald Trump.

Ni siquiera las dos convenciones que tendrán lugar este verano contarán con la tradicional emoción de los delegados demócratas y republicanos, ya que nuevamente el escenario es conocido por todos.

Ya se sabe que Biden y Trump serán nominados oficialmente en Chicago y Milwaukee respectivamente.

Son dos coronaciones que no encierran la más mínima expectación, a menos que surjan sorpresas de última hora que nadie está pensando hoy en día en que efectivamente puedan ocurrir.

No obstante esa parsimonia, el anuncio de que habrá dos debates entre el presidente Biden y su oponente republicano Trump antes de uno de estos grandes eventos -la convención republicana es en julio próximo y la demócrata un mes más tarde, en agosto-, ha sacudido un poco el sopor general que todos los analistas están viendo claramente.

Ya se ha confirmado que el 27 de junio el primero de esos debates tendrá lugar con la cadena CNN y el 10 de septiembre se enfrentarán en los estudios de la cadena ABC.

Se trata de la primera vez en que los dos aspirantes a la presidencia se enfrentarán tan tempranamente, cuando se comparan con ciclos electorales anteriores.

Sin duda, ha sido un golpe de efecto por parte de la campaña electoral de Biden, cuya estrategia es la de adelantarse para establecer las reglas del juego en un momento poco propicio para el mandatario.

Aunque es muy pronto para fiarse de las encuestas, en las más recientes Trump aventaja a su rival y eso genera ciertas premuras en el campo demócrata.

Sin ir más lejos, la encuesta realizada por el New York Times-Siena indica que en cinco Estados claves de Estados Unido, que son Arizona, Nevada, Georgia, Pensilvania y Michigan, Trumpo estaría ganándole la elección hoy en día a Biden.

Se trata así de un resultado muy distinto al que ocurrió hace cuatro años, cuando Trump perdió la reelección frente a su por entonces contrincante demócrata que desafiaba al ocupante de la Casa Blanca.

Entonces, ¿en qué le beneficiaría al presidente Biden adelantar los dos debates que ambos candidatos ya han aceptado?

Sus estrategas han tenido en mente que, de no salir airoso en la pelea dialéctica, Biden todavía dispondría de tiempo por delante para que los votantes olviden ese posible fiasco, antes de tener la cita electoral del 5 de noviembre de este año.

Además, el equipo demócrata ya ha puesto las condiciones: serían debates sin público, en estudios de televisión y con control del tiempo para cada intervención, de manera de limitar la posibilidad de errores.

Con ello, han pasado por alto las normas más laxas que hasta ahora se habían negociado por medio de la Comisión de Debates Presidenciales.

Aspiran así a que el sparring no se convierta en el circo al que Trump ya tiene habituado al público en general desde hace tantos años.

Nadie puede olvidar la campaña electoral de 2016, por ejemplo, cuan-do el magnate neoyorquino desplega- ba gestos intimidatorios y lanzaba comentarios vejatorios contra su contrincante de ese entonces, Hillary Clinton.

En 2020, cuando le tocó enfrentarse a Biden, en el primer debate que mantuvieron, los moderadores apenas pudieron controlar sus interrupciones y exabruptos.

En esta ocasión, el equipo del actual presidente quiere evitar espec- táculos más propios de realities, el medio en el que el republicano se siente más a gusto.

Por lo pronto, tanto el tono como el mensaje de Biden a la hora de emplazar a su contrincante han sido más propios del estilo de Trump.

En un vídeo pregrabado, el presidente lo invitaba a debatir, parafraseando la famosa frase de Harry el Sucio, personaje que Clint Eastwood encarnó en el cine: “Alégrame el día, colega” (“make my day”).

Así era cómo el detective de ficción se expresaba antes de enfrentarse a tiros con los villanos.

Trump ha aceptado el desafío gustoso, asegurando que está “listo para la pelea”. Acto seguido, ha acusado a Biden de “corrupto”.

Biden tampoco se ha quedado corto, pues, con sorna, lo conminaba a debatir los miércoles.

Es que ese es el único día del que dispone el exmandatario mientras se sienta en el banquillo por el juicio que se realiza en Nueva York, debido a los presuntos pagos irregulares en los que incurrió para “comprar” el silencio de una de sus examantes durante la campaña de 2016.

Queda muy lejos el mensaje de Michelle Obama cuando, en la convención demócrata de 2016 donde fue nominada Hillary Clinton.

Allí ella defendió una postura de decoro (“when they go low, we go high) frente a los descalificativos y calumnias de la campaña de Trump en aquel entonces.

O sea, ante las bajezas del otro, la ex primera dama pedía contraatacar con altura.

Contra todo pronóstico, Hillary Clinton perdió las elecciones.

En esta ocasión, la campaña de Biden ha elegido un lenguaje de película del oeste, como si lo que queda por delante es batirse a duelo como dos machos con pistola a la cintura.

Pero en estos debates, lejos están de presentarse como Gary Cooper o el mismísimo Clint Eastwood en un spaghetti western de Sergio Leone.

Se verán cara a cara dos señores muy mayores (Biden ya es un octogenario y Trump está a punto de cumplir 78 años) a los que les quedan pocos cartuchos en el ámbito político.

No es casualidad la apatía de los votantes a pesar de lo mucho que se juegan en 2024.

Es el peligro que se corre cuando se tiene la sensación de que ya se ha visto esa película.

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