Cecilia Cairo: el realismo mágico y una novela de Mario Vargas Llosa

La muerte de Mario Vargas Llosa, ha devuelto a las páginas de los diarios el “boom” literario latinoamericano de los 70, del cual el genial escritor peruano era el último gran exponente vivo. Ese “boom” puso de moda el concepto de “realismo mágico”, tan propio de nuestra región.

Vargas Llosa no fue el principal cultor del concepto, pese a que textos como “La Guerra del Fin del mundo”, o “Conversación en la Catedral”, sus dos obras que más impactaron al autor de estas líneas (leídos en momentos de la vida muy distintos), son tal vez los que más tengan de ese realismo mágico. El mundo creado por Antonio Conselheiro en ese sertao hostil e implacable, o el que ven Zavalita y Ambrosio desde La Catedral tienen esa cosa entre fantástica, real y decadente, que nos es tan propia a los latinoamericanos. Y, si no, vea al caso de Cecilia Cairo.

Resulta que la ministra de Vivienda de un país, cuya prioridad es regularizar los asentamientos en que viven casi 200 mil compatriotas, vive en una propiedad irregular.

Es más. La persona que durante los últimos años supo ser el azote moral del gobierno conservador, neoliberal, insolidario, resulta que no paga sus impuestos.

¿Cómo se siente una persona humilde, que se desloma para estar al día con el Estado, y ve que una jerarca a la que paga un salario suntuoso no cumple con su parte? ¿Con qué cara una autoridad estatal le impone a un ciudadano de a pie las sanciones del caso por no tener sus cuentas al día, cuando la jerarca máxima de un ministerio no lo está?

La reacción de sus compañeros, no la ayuda precisamente. El senador Caggiani, otra espada filosa en contra de los evasores, sacó a relucir la carta de clase. Al parecer, como Cairo viene de origen humilde, es natural que no tenga su propiedad en regla, como tantos compatriotas de sector “trabajador”. El problema es que la ministra hace al menos 5 años que cobra un sueldo de diputada, y su cónyuge el de alcalde. ¿No tenía recursos para ponerse al día? ¿Qué otra prioridad puede tener un político que cumplir con lo que ellos mismos nos imponen?

Y hay otro elemento que pone en duda la tierna sensibilidad social del senador Caggiani. Porque resulta que hace pocos meses, un experiodista que hoy funciona como operador mediático para empresas y sectores políticos, dedicó semanas a escrachar a Valeria Ripoll por tener una deuda impaga en su contrato de celular. ¡Desde la radio propiedad del grupo político del propio Caggiani! ¿Es una latifundista, Ripoll?

Un último detalle. Desde el gobierno se ha pintado a Cairo como una esforzada militante de zonas carenciadas, que tal vez no sabía que tenía que pagar el impuesto de Primaria y esas cosas pensadas para ricos. Pero un interesante perfil de la “ministra barra brava”,publicado el pasado domingo en El País (y que algunos con menos periodismo que el Cartoon Network vieron como un elogio), mostraba algo bastante diferente.

Allí se descubría a una persona que ha viajado por el mundo, que vivió en España y Francia, donde trabajó de mil cosas. ¿Habría dejado de pagar sus cargas en uno de esos países?

Por supuesto que el caso de Cairo no es el único ejemplo de realismo mágico que nos ha regalado el país en los últimos tiempos. Está el caso del senador Andrade.

El aguerrido dirigente comunista, el intransigente justiciero social, el caudillo máximo del gremio de la construcción... que se construyó una casa en la costa de Canelones y se olvidó de pagar aportes e impuestos correspondientes. ¿Podemos creer que no sabía lo que hay que debe aportar el rubro en el que se desempeña hace décadas? ¿Es culpa de los ciudadanos que él decida regalar parte de su pingue sueldo de senador a su partido?

Claro que, si siguiéramos recorriendo casos, tendríamos material para varias novelas de don Mario, que dejarían chiquito a Pantaleón y su castrense montaje de un negocio de prostitución fluvial. Como el caso del aspirante a director nacional de Inteligencia, al cual se le fugó de su propio edificio el mafioso más buscado del continente. O que cuando un fiscal le consultó cómo era que habilitaba que ese mafioso preso se juntara a comer asados con un narco mexicano que también estaba bajo su custodia, respondió que simplemente no era de su competencia. Y era el Director Nacional de Policía.

Vargas Llosa tenía un vínculo muy especial con Uruguay. Era gran admirador de Onetti, siempre elogiaba nuestra cultura, nuestras librerías, a nuestros políticos. Si hubiera visto todo este conventillo reciente, seguro que se hubiera sorprendido mucho, y capaz nos hubiera preguntado, incrédulo... ¿cuándo fue que se jodió el Uruguay?

Perdón, don Mario, por el remate obvio. Pero era irresistible.

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