El domingo pasado, en un partido de baby fútbol, un niño respondió a la pícara provocación de un rival con un insulto y un empujón. El juez, atento, lo vio y procedió sin vacilar.
De un salto, se plantó frente al pequeño jugador, llevó su mano al bolsillo trasero y sentenció: ¡señor! Mientras le mostraba la tarjeta roja. Ni los padres más fervorosos del cuadro perjudicado se atrevieron a contradecir la decisión. Es que el botija se dejó llevar por su corazón de 12 años y no pensó en que podía dejar a su cuadro en inferioridad de condiciones, ni en cualquier otra consecuencia negativa que le pudiera reportar ese acto inconsciente, motivado por el enojo y el orgullo típico de un niño de esa edad. En realidad no pensó en nada. Solo reaccionó tal cual le indicó su calentura. Porque es un niño. No en vano, cuando alguien actúa por impulso, se acostumbra decir que tuvo una reacción infantil.
Muy similar a la que tuvo el prosecretario de la Presidencia, Alvaro Delgado, cuando una notera de un programa del canal Municipal lo provocó con una pregunta pícara. Delgado se dejó llevar por la calentura, no midió el changüí que podría estar dando y reaccionó sin pensar. Los jueces de la moral, atentos, procedieron sin vacilar. La intendenta Carolina Cosse se plantó ante los micrófonos de los noticieros y sentenció: “Es un hombre avasallando a una mujer”. También actuaron rápidamente los trabajadores de TV Ciudad. Solidarizados con la jugadora agredida, llevaron el asunto a los escritorios y redactaron una carta en la cual rechazan “enfáticamente” la actitud del prosecretario. Y, de paso, aprovecharon la oportunidad para señalar que son víctimas de estigmatización.
Así como ellos, muchos otros actores vestidos con la ropa de los que imparten justicia, salieron a hacer su “bisnecito”. Entre ellos la siempre imparcial APU.
La verdad sea dicha, que un botija de 12 años reaccione mal ante un rival que lo toreó, es natural y hasta simpático. Parte quizás de una idiosincracia uruguaya que incita a los jóvenes jugadores de fútbol a tener una conducta que demuestre que la garra charrúa vive y lucha. Pero un jerarca del gobierno, mano derecha del Presidente de la República, señalado por muchos como el próximo candidato para el cargo, no puede regalarse de esa manera y alimentar a los caranchos con tamaña generosidad.
Cualquiera con talento para complicar a un equipo rival, habrá escuchado, antes de un partido, la recomendación: “mirá que te van a buscar, no entres”. ¿Delgado nunca la escuchó? Le tiraron la carnada y se tragó hasta el anzuelo. Y por eso, ahora todos tenemos que soportar, calladitos como los padres del pibe del baby, el circo de indignación que montaron los artistas de siempre. Porque claramente acá no está en juego la libertad de expresión, ni el libre trabajo del periodismo ni nada de eso. Como tampoco lo estuvo, ni por asomo, cuando Mujica botijeó a un movilero, cuando Tabaré Vázquez se burló de unos periodistas en Artigas, ni cuando Daniel Martínez le palmeó el hombro a un notero y lo mandó al sicólogo. Si lo hubiera estado, nadie duda que los mismos jueces que ahora le muestran la tarjeta roja a Delgado, habrían hecho lo mismo con las tres figuras mencionadas. ¿O no?
En el fútbol, en la política y en cualquier orden de la vida, nunca hay que perder de vista la popular frase que titula esta pieza: “el que se calienta, pierde”.