La campaña electoral que estamos viviendo no parece ser muy elevada. Por más que varios candidatos y sus equipos tratan de presentar propuestas serias a la ciudadanía, no son estas las que acapararon la atención de los medios de comunicación y la ciudadanía.
Los protagonistas con más tiempo en pantallas parecen ser una mala copia de personajes de una película de Almodóvar o Mike Nichols. Lograron en base a mentiras y falsedades llenar titulares de los diarios, minutos de televisión y redes sociales.
Parece que eso llegó a su fin al intervenir con seriedad y eficiencia la Fiscalía y la Justicia.
Ello permitirá concentrarse en los temas que realmente hacen a la vida de todos los ciudadanos.
Uno de estos, fundamental por los efectos destructivos que puede tener sobre el futuro del país, es el plebiscito por la reforma constitucional del sistema jubilatorio.
Fundamental porque horadará el sistema jubilatorio vigente y el futuro económico de Uruguay.
En 1989 se propuso un plebiscito por las jubilaciones. Jorge Batlle se opuso al mismo y eso le costó la elección. No es fácil oponerse a los facilísimos y las falacias.
El gobierno que asumió en 1990 tuvo, a poco de empezar, que recurrir a un ajuste fiscal. Ajuste fiscal que los promotores y quienes apoyaban la reforma criticaron. ¿Qué pensaban? ¿Que iban a aumentar el gasto y el dinero iba a crecer de los árboles?
El sistema quedó herido y hubo que reformarlo. Así en 1995 se pasó del sistema de solidaridad intergeneracional al de cuentas individuales.
¿Qué significó esto?
Hasta ese año los trabajadores activos pagaban aportes de seguridad social con los que se financiaba a los pasivos, esto es a los jubilados. Una generación, activa, aportaba para mantener a la anterior.
El sistema tenía muchas fallas. Entre otras, el hecho de que a cada rato se ampliaban los beneficiarios y los beneficios de las jubilaciones, muchas veces con independencia de si se había trabajado o no.
Fueron múltiples los casos, a lo largo de muchos años, en que se incorporaron colectivos o se aumentaban algunas jubilaciones privilegiadas. La que pagaba era la generación que trabajaba a quienes se le subían los aportes e impuestos.
Por ello el sistema amenazaba colapsar a cada rato.
La reforma del 95 trajo un sistema de cuentas individuales, administradas por expertos en inversiones, por la cual quien aporta sabe cuánto ha aportado y cuánto le corresponderá el día que se jubile. Lo que lleva al aliento del pago de aportes y la responsabilidad individual.
La reforma del 95 enfrentó el problema de la transición de un sistema a otro. Si bien se empezó a aportar a cuentas individuales había que seguir pagando las jubilaciones. Además algunos ya habían aportado y aún no se habían jubilado.
Por lo que se pasó a un sistema mixto, más costoso obviamente, al aportarse a las cuentas individuales y a su vez seguir con la solidaridad intergeneracional.
Esto implicó para el país un esfuerzo enorme. Se llevan veintisiete años de ese esfuerzo con destino de varios puntos de la alícuota de impuestos.
De ese enorme esfuerzo que ha hecho nuestra generación y del que aún quedan varios años se pretenden apropiar algunos con esta propuesta de reforma.
Quieren echar mano a las cuentas individuales, que integran el patrimonio y el derecho de los aportantes, como lo hicieron en Argentina.
Eso, por más que sea a través de un plebiscito constitucional, generará responsabilidad del Estado uruguayo. Es apropiación.
Lo peor es que quieren volver a manejar las jubilaciones en forma genérica. Lo que les dará poder.
Es la argentinización del Uruguay.
Quien propone esto es el Pit-Cnt.
Mientras ello sucede algunos del Frente Amplio miran para otro lado.
Otros se oponen, con valentía, sumándose a la responsabilidad con que los partidos de la Coalición Republicana enfrentaron el tema.
El desvío que tuvo el sistema jubilatorio en los últimos quince años se debió a las leyes que en 2008 aprobó el FA. A lo que se sumó el aumento de la expectativa de vida de los uruguayos.
Recuerdo estar en la Comisión de Presupuesto del Senado cuando en el 2018 el entonces ministro Astori tuvo que rendir cuentas del enorme desvío negativo de la reforma del 2008.
“Reforma que votaron todos los partidos” dijo.
Me llamó la atención que mi partido hubiera votado. El Ec. Isaac Alfie era senador ese año.
Le envié un mensaje diciendo que el ministro afirmaba que había votado la reforma que trajo más gastos y ponía en peligro el sistema. No pasaron cinco minutos cuando la pantalla de mi celular estalló en insultos irreproducibles. Junto a ello venía la versión taquigráfica de la que surgía no solo que no había votado sino que le había advertido lo que iba a suceder.
La cara del ministro cuando le pedí una interrupción, le dije que había un partido que no había votado y le leí las palabras de Lito, fue un poema.
“Bueno, todos no, casi todos” respondió mientras proponía normas que aumentaban los impuestos para financiar su error.
“Casi no es todos” le precisé.