Argentina peleaba a principios del siglo pasado con los Estados Unidos por ubicarse como primera potencia política y económica del mundo. Sus posibilidades naturales atraían grandes olas migratorias provenientes principalmente de Italia y España. En 1930 un golpe militar derrocó al presidente constitucional Hipólito Irigoyen perteneciente al Partido Radical. Y el vigor original no se reestableció más. En 1945 la aparición del coronel -luego devenido general- Juan Domingo Perón, marcó un hito. Fue electo presidente en 1946. Era un militar, de acentuado nacionalismo, de ideas corporativistas emparentadas con el fascismo del italiano Benito Mussolini, que prevalecía a las organizaciones de empresarios y sindicatos de empleados amigos por sobre los partidos políticos tradicionales, y que desarrolló un populismo mítico. Repartiendo la riqueza nacional (y ajena). De lo que sobreviven nostalgias. Fue electo presidente en tres oportunidades.
Desde entonces la persecución al agro, la sustitución de importaciones en beneficio de la industria nacional (prebendaria), el proteccionismo económico con aranceles altos a las importaciones, el control de cambios y otras soluciones intervencionistas acordes, cerraron al país vecino ante el mundo. Contaba Perón que cuando asumió en las bóvedas del Banco Nación no se podía caminar por la cantidad de oro que había. Al ser reelecto como presidente en 1951, las reservas se habían agotado y el país comenzó su experiencia de creciente endeudamiento externo. Distribuir la riqueza que no se produce lleva a sostener al Estado y los “planes sociales” con préstamos internacionales y a la emisión de billetes sin que aumente la oferta de bienes y servicios existentes, lo que deriva al alza de precios (inflación). Así ha sido.
Una máxima peronista predicaba “la soberanía política, la independencia económica y la justicia social”. Al respecto el kirchnerismo y el ministro-candidato, consolidaron actualmente un país con dependencia financiera infinita del Fondo Monetario Internacional, de China y de cuanto prestamista viste y calza. Y la justicia social se divide entre poderosos empresarios y sindicalistas prebendarios que respaldan férreamente al ministro de Economía candidato, al tiempo que para las mayorías populares se expresa en una inflación del 140% anual, un 40% de argentinos pobres y otro 20% de indigentes. La mitad de la población ocupada -por otra parte- trabaja en negro sin cobertura social.
Para Uruguay han sido nefastos. En el tiempo actual el perjuicio para la producción, la industria, el turismo, y el comercio, especialmente al establecido en la frontera del litoral es terrible. Esta realidad más allá de las circunstancias estrictamente políticas castiga la vida cotidiana de nuestra gente.
La elección presidencial del próximo domingo, se dirimirá entre un político continuista de la vieja guardia, histrión demagogo y mentiroso, respaldado por una “casta” de poder y corrupción infinitos y Javier Milei, candidato liberal, austeramente aferrado a sus ideas, que promueve la racionalización del Estado y acotar los privilegios de los poderosos, acompañado por dirigentes de otras organizaciones, entre quienes destacan Mauricio Macri y Patricia Bullrich. Es un nuevo David versus Goliat. Para los uruguayos lo mejor es que David salga airoso una vez más.