Sin mayor explicación necesaria vale recordar -en idioma simple- que la idea relativa a posiciones de “izquierda y derecha” en política, encuentra origen en la ubicación de los protagonistas de la revolución francesa en el respectivo recinto parlamentario, ocurrida a comienzos del siglo XVIII. A la izquierda estaban los más radicales partidarios de la caída de la monarquía absoluta de origen divino pregonando el imperio de la razón, y a la derecha los partidarios de la institución monárquica. Era el proceso citado una movilización promovida fundamentalmente por la burguesía -ricos banqueros, empresarios manufactureros y comerciantes- contra el poder absoluto del rey y los privilegios de los miembros de su corte, asentados en la propiedad rural.
De allí se prolongó hasta nuestros días el brulote de que todo lo que dice oponerse discursivamente a lo establecido especialmente con vocación de destrozo, con vagas alusiones a “la justicia social” es de izquierda y valioso y lo que defiende valores establecidos que hacen en muchos casos a la mejor tradición de Occidente y a las mejores realidades sociales -pese a sus imperfecciones- que conoce la humanidad es de derecha.
Con sentido universal Aristóteles (384-322 a.C) contemplando a las ciudades-estado, las polis de su tiempo en Grecia, distinguía entre sus expresiones virtuosas y sus patologías respectivas. Decía que monarquía era el gobierno de uno ejercido contemplando al bien común de la sociedad, si el poder se ejercía en beneficio propio del monarca era tiranía. El gobierno de los mejores en beneficio de todos era aristocracia y si lo era en beneficio de unos pocos que lo usaban en provecho propio se trataba de oligarquía. Y, que si quien decidía era la ciudadanía con vocación de las necesidades colectivas estábamos ante la democracia. Si en este caso la ley se subordinaba al capricho de muchos -a los que llamaba “pobres”- surgían los demagogos que les halagaban aprovechándose de sus sentimientos y orientando la acción política en función de los mismos.
En el mundo moderno hasta ahora las peores tiranías que la humanidad ha conocido y a sus progenitores y simpatizantes se los califica cual virtud de “izquierda”. No importa los daños de vidas y existencias, ni los fracasos económicos y sociales que consumaron. La Rusia comunista, sus desaparecidas democracias “populares” de Europa del este, gobernadas por títeres a los que ponían y sacaban bajo las sombras de los tanques, el castrismo caribeño y sus engendros afines como el chavismo y las peripecias bolivarianas latinoamericanas, para observadores son experiencias de “izquierda”. ¿Qué tienen que ver con el impulso por la inteligencia y la Libertad que dio espacio histórico a esta calificación? Esto en la realidad va de la mano con el “socialismo”, una palabra prostituida vinculada a una utopía igualitaria sin posibilidad de realización práctica alguna. Que ha tenido éxito de mercado. Fue cimiento de la Rusia soviética y sus tentáculos que expandían al socialismo internacional; Hitler como contrapartida proponía el nacional-socialismo; Mussolini el socialismo nacional; Cuba la revolución y el socialismo comunista latinoamericano, y -abreviando-Maduro y su tiranía nada menos que al socialismo del siglo XXI…
Es tiempo de ajustar las palabras con la realidad. Como decía Artigas la cuestión sigue estando entre la Libertad y el despotismo ¡Y chau!