Después de ver la reciente visita oficial del presidente izquierdista de Colombia, Gustavo Petro, a Venezuela para reunirse con el gobernante venezolano Nicolás Maduro, es difícil no concluir que Colombia está ayudando a legitimar una de las peores dictaduras del mundo.
Petro, quien asumió el cargo hace tres meses e inmediatamente restableció las relaciones diplomáticas con Venezuela, posó para fotografías sonrientes con Maduro durante su visita a Caracas el 1 de noviembre, invitó a Venezuela a reincorporarse al bloque comercial de la Comunidad Andina de Naciones y reiteró su decisión de retirarse de un grupo de países que habían solicitado una investigación de la Corte Penal Internacional sobre los crímenes de lesa humanidad de Maduro.
Cuando entrevisté al embajador de Colombia en Venezuela, Armando Benedetti, a principios de esta semana, el diplomático, quien ha sido un actor clave en el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre los dos países, citó razones humanitarias, comerciales y pragmáticas para la normalización de las relaciones.
Primero, me dijo Benedetti, hay cinco millones de colombianos viviendo en Venezuela que se quedaron sin servicios consulares cuando el gobierno anterior de Colombia rompió relaciones diplomáticas con el régimen de Maduro.
“Se habían quedado sin documentos, sin pasaportes, sin poder certificar sus títulos universitarios”, me dijo Benedetti. “¿Es correcto dejar a cinco millones de personas abandonadas, sin ayuda?”
En segundo lugar, dijo Benedetti, Colombia había perdido un enorme ingreso de exportaciones cuando rompió los lazos con Venezuela. Si bien en 2008 Colombia exportó bienes por valor de casi US$ 8.000 millones a Venezuela, esa cifra se ha reducido prácticamente a nada en la actualidad, dijo. “Muchos de nuestros empresarios quebraron”, enfatizó.
En tercer lugar, dijo, no hay razón para que Colombia no deba hablar con Venezuela, cuando Estados Unidos se reunió con el dictador de Corea del Norte y habló con Irán e incluso con la propia Venezuela, argumentó.
Sugiriendo que Petro se preocupa por los derechos humanos en Venezuela, el embajador citó el hecho de que Petro ha invitado a Venezuela a volver a unirse a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Venezuela se había retirado de la comisión en 2013, quejándose de los informes mordaces del grupo sobre los abusos de los derechos humanos en Venezuela.
Pero la mayoría de los argumentos del gobierno colombiano para reanudar los lazos amistosos con Venezuela son débiles o engañosos.
Con respecto a la acusación de que el expresidente colombiano Iván Duque cometió un gran error al cerrar los consulados de Colombia en Venezuela, el expresidente Duque me dijo que no hizo eso. Fue Maduro, no él, quien ordenó el cierre de los consulados en enero de 2019, dice Duque.
En cuanto a la afirmación de que romper los lazos con Venezuela fue un error porque provocó que los exportadores colombianos perdieran miles de millones de dólares en el comercio, se basa en la premisa falsa de que Venezuela podía permitirse comprar productos colombianos como antes. De hecho, Venezuela, rica en petróleo, está en bancarrota y ha pasado de ser uno de los países más ricos de América Latina a uno de los más pobres.
En cuanto a la pregunta retórica de Benedetti, ¿por qué Colombia no hablaría con Venezuela cuando el propio Estados Unidos habla con sus enemigos? -es una falsa equivalencia.
Claro, Estados Unidos habla con Corea del Norte, Irán y Venezuela, pero Washington no ha restablecido las relaciones diplomáticas con ninguno de ellos. No es lo mismo hablar que normalizar vínculos, ni invitar a dictaduras a bloques comerciales regionales, ni retirar peticiones de investigaciones de derechos humanos de la Corte Penal Internacional.
Finalmente, en cuanto a la solicitud de Petro de que Maduro se reincorpore a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, es un buen gesto, pero muy pequeño. Comparado con la decisión de Petro de violar el aislamiento diplomático internacional del régimen de Maduro, es casi un asterisco.
Leopoldo López, uno de los líderes de la oposición venezolana obligados a exiliarse, me dijo que está bien que Petro intente ayudar a los colombianos que viven en Venezuela, “pero eso no puede convertirse en una excusa para encubrir una dictadura”.
Estoy de acuerdo. Maduro fue declarado presidente ilegítimo por más de 50 países, incluidos Estados Unidos, la Unión Europea de 28 naciones y Colombia, luego de que se reeligiera a sí mismo en una elección fraudulenta de 2018. Además, Maduro ha sido encontrado responsable de más de 6.700 ejecuciones extrajudiciales por parte del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos.
Al visitar Venezuela y tratar a Maduro como un presidente legítimo, Petro está normalizando a un paria internacional. Eso envalentonará aún más a Maduro y podría sentar un terrible precedente para otros aspirantes a autócratas. Llegarán a la conclusión de que pueden romper las normas democráticas y salirse con la suya.
En lugar de defender a las víctimas de la represión en Venezuela, Petro ha decidido defender a uno de los peores violadores de derechos humanos del mundo.