En Arriba Gente, el ciudadano Richard Read afirmó: “La mugre que hay en Montevideo es galopante. Desconocerla, mirar para un costado, yo no lo hago. No barro bajo la alfombra”.
El intendente de Montevideo, Mauricio Zunino, le respondió: “Si tiene planteos para hacer y los canaliza, hay ámbitos orgánicos. Habitualmente, los frenteamplistas, si es que él es frenteamplista, canalizamos nuestras opiniones, las discusiones, y lo invitamos a discutir el programa del FA”
Y agregó: “No discutimos con otros frenteamplistas en los medios… “Creo que lo que está haciendo es una distorsión de los mecanismos formales porque probablemente, tenga algún otro interés que no sea el de la construcción colectiva que estamos trabajando…”
En esos términos se despachó el militante socialista que hoy dirige el Gobierno Departamental de Montevideo, porque el connotado dirigente del Sindicato de la Bebida dijo en voz alta lo que todos vemos: que Montevideo en las veredas acumula mugre nauseabunda y en las calzadas desparrama pozos tan frecuentes como ineludibles.
El señor Zunino no negó las fallas que mencionó Richard Read. Simplemente, le adjudicó al hablante la posibilidad de que lo inspire “algún otro interés que no sea el de la construcción colectiva” y le reprochó “distorsión de los mecanismos formales.”
Semejante respuesta apareció a contramano del minuto político que vivimos. Al cabo de elecciones donde nadie se llevó el país para la casa, convocados por el presidente electo Orsi a escucharnos recíprocamente, aparece el intendente de Montevideo queriendo tapar con un harnero no ya los fuegos del sol sino la mugre y los pozos del suelo. Si los que ostentan poder reclaman que las críticas de sus correligionarios se disuelvan en el excipiente de su “construcción colectiva” en vez de atenderlas y resolverlas en la plaza pública, no obtendremos nunca el diálogo creador que nos hace falta a gritos a los 3 millones y medio que a gatas somos, Censo dixit.
La respuesta no solo se profirió a contramano del minuto político. Además atropella la historia de nuestros partidos, que desde la última parte del siglo XIX hasta hoy, construyeron al Uruguay moderno debatiendo “en los medios de prensa”. Fueron voces disonantes y polémicas las que generaron el diarismo de prédica que, por el peso de sus razones, terminó con las guerras civiles y construyó civismo y fraternidad donde había aversión y hasta odio.
Si los reproches se procesan en las vías intestinas del partido de gobierno, ¡adiós a la tradición nacional de libertad personal que le dio vida dialéctica a todos nuestros partidos! Tomemos esto como un lapsus a no repetir por nadie. Y sin distraernos, reparemos que en el vecindario hay peores.
Ahí estuvo Milei en ADM. Exigió que no hubiera ruido de cubiertos para eyectar un apotegma tan fino como este: “Odio el Estado, porque es una asociación criminal violenta que vive de una fuente coactiva de ingresos que son los impuestos”.
Dichas por un jefe de Estado, estas palabras se vuelven contra quien las pronuncia. Emitidas en el Uruguay, suenan a profanación.
Por lo cual no debemos pasarlas por alto, por mucho que el orador pueda ufanarse de algunos éxitos.
La libertad, la política, la economía y la República son incompatibles con el odio al Estado de Derecho.