Parece un capítulo de Misión Imposible. Como si el objetivo hubiese sido enviar a Hezbolá un mensaje aterrador para cada uno de sus miembros, políticos y militares: ese mensaje dice “en cualquier momento, en cualquier circunstancia y en cualquier lugar, Israel puede acabar contigo”. Y su alcance va más allá de Hezbolá, porque los beepers y Walkie-talkies que estallaron también mataron e hirieron a cientos de civiles que estaban cerca de los portadores de los aparatos: el mensaje a los líbaneses en general y a la comunidad chiita del Líbano en particular, dice que, incluso atacando puntualmente y con precisión milimétrica a cada integrante de Hezbolá, los civiles pueden sufrir el golpe que les enseñe por qué es tan peligroso para ellos convivir con la organización fundamentalista político-militar que preside Hassan Nasrallah.
En definitiva, el mismo mensaje que enviaban a los israelíes y demás judíos del mundo las organizaciones terroristas ligadas a la OLP y el mismísimo Hezbolá con cada atentado contra civiles judíos perpetrados en Europa, Latinoamérica y otros rincones del planeta: el mensaje dice “no habrá lugar en el mundo donde los judíos puedan estar seguros, mientras exista Israel”.
Además de un golpe formidable, Israel realizó una sorprendente demostración del nivel inalcanzable de las Fuerzas de Defensa y de los aparatos de inteligencia, por el ingenio sin límites de sus estrategas y por sus formidables capacidades tecnológicas.
Ese talento que coloca al Mossad y al Shin Bet entre los más audaces y eficaces aparatos de inteligencia del mundo, existió desde que fueron creados. Probablemente, en la raíz más profunda de esas capacidades está el Dam Yehudi Nakam (que en idish significa “la sangre judía será vengada”). El guerrillero ruso ashkenazí Ava Kovner, creó en 1945 esa organización clandestina que realizó operaciones sorprendentes para eliminar jerarcas nazis. Una de las más increíbles consistió en hacer llegar pan envenenado exclusivamente a las celdas de los militares alemanes que habían participado del exterminio de judíos y esperaban en la prisión de Núremberg, donde había muchos miles de presos comunes, el momento de ser juzgados por sus crímenes en masa.
La lista de las proezas de los agentes israelíes es larguísima. Pero no siempre lograron los resultados esperados.
Tras el magnicidio de Yitzhak Rabín, el Shin Bet fue cuestionado por no haber impedido que el joven fundamentalista hebreo Yigal Amir pudiese acercarse y gatillar los disparos que mataron al primer ministro, tras un acto por la paz en Tel Aviv. Su director logró que Shimon Peres, el sucesor de Rabin en el gobierno, aprobara el sorprendente ataque que eliminó a Yahya Ayyash, miembro de Hamas al que llamaban “el ingeniero” porque fabricaba las bombas con que los terroristas suicidas mataban civiles israelíes. Hasta el día de hoy es difícil entender como hizo el Shin Bet, o Shabak, para hacer llegar al “ingeniero” el teléfono celular que estalló al atender una llamada.
Pero aquel atentado no aquietó a Hamas. Por el contrario, vengó la muerte de Ayyash con una ola de atentados que mató a más de sesenta civiles en Israel.
Falta ver qué resuelve Hezbolá cuando termine de preguntarse cómo hizo Israel para intervenir ese lote de beepers y walki-talkies, y cómo hizo para hacerlos detonar simultáneamente de manera remota.
Es difícil imaginar a su líder, Hassan Nasrallah, optando por negociar un cese del fuego con quien le asestó un golpe de tanta complejidad y sofisticación. Tampoco se lo permitiría el régimen de los ayatolas iraníes, ya que la teocracia persa es la artífice del poderío militar de la organización chiita libanesa, creada como consecuencia de la invasión al Líbano en 1982 que comandó el general Ariel Sharon y llegó hasta Beirut para secar de allí a la cúpula de la OLP y sus fedayines.
También falta ver qué efecto tendrá este ataque cinematográfico en la relación de la Casa Blanca con el gobierno extremista de Israel. La administración Biden sospecha, y con mucha lógica, que el objetivo de Netanyahu con estas acciones no es acabar con sus enemigos, sino prolongar el conflicto, porque es lo que lo mantiene en el poder y a salvo de los jueces que buscan juzgarlo por corrupción.
Lo que está claro es que Israel dejó estupefacto a sus enemigos y al mundo con este golpe que parece un capítulo de Misión Imposible.