Concertación ciudadana

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Rodolfo Sienra Roosen

Es la "derecha" explotación" y la "izquierda" lucha social ?

La denominada "derecha" en el país de los motes, defiende la libertad, pero valorizando el derecho de igualdad ante la ley, de oportunidades a todos para educarse, atender su salud, preservar su seguridad, defender su derecho al trabajo, tener y sentir seguridad jurídica, usar, gozar y disponer de la propiedad dentro de los márgenes de la ley. Quiere un Estado vigilante, que respetando las diferencias en los talentos y virtudes de los habitantes de la República intervenga sólo para corregir las desigualdades que puedan existir en el punto de salida y el recorrido del camino. Que ayude a todos a empezar parejos, y a levantarse al que cae.

Nuestra izquierda en cambio, pretende imponer la igualdad -a eso le llama "justicia social"- y se afilia al estado intervencionista, a veces con el matiz del "bienestar", paso previo al colectivismo absoluto que castiga el éxito devaluando los méritos del que sobresale y obliga al que gana más legítimamente en la competencia -aportando o habiendo aportado de acuerdo a su rendimiento económico a la seguridad social- a una asistencia adicional al mediocre u ocioso que le paga el voto. Quiere la igualdad emparejando hacia la mediocridad.

Nuestra izquierda conglomera partidos y sectores, métodos y procedimientos, sentimientos y hasta ideologías distintas cuando no contradictorias, en torno a un programa que mezcla aspiraciones de todos, y a la hora de votar pegan con toda su potencia juntos. Son una mitad de la ciudadanía. La otra mitad en cambio, coincidiendo en lo fundamental y separándose por diferencias ya ni de matiz, sino de trayectorias y especialmente tradiciones antagónicas de vigencia secular, electoralmente se dividen, y quienes concretan acuerdos interpartidarios, reciben el verticalazo de los mandamases. Entonces aparecen las comisiones de ética y las excomuniones.

Pero después de octubre la lógica binaria de nuestra realidad política tomó cuerpo de movimiento, se resistió a los chirlazos, se vistió de sentido común, y compartió afinidades extrapartidarias formalizando acuerdos. Esa lógica cuajó, y el domingo pasado unos y otros se votaron entre sí con los resultados conocidos. Para ello -que influyeron otras razones no se niega- el principal obstáculo al sinceramiento político que implica que los coincidentes en lo fundamental concierten, se coaliguen, y quienes piensan en común voten igual, lo removió la ciudadanía, la gente.

"Concertación ciudadana" se presentó en sociedad. Toma su denominación de los hechos, de la voluntad del soberano. No es un movimiento político, es un empuje cultural que apunta a racionalizar el voto en quienes quieren un país que se sustente en los mismos valores sin que nadie pierda su identidad partidaria, ni pretende desplazar liderazgos. El comienzo fue exitoso. Quedan cinco años -que no es mucho tiempo- para trabajar así, argumentando, persuadiendo, ante evidencias que rompen los ojos.

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