Hace rato que nuestro país dejó de ser la economía aislada, encerrada entre altas paredes aduaneras y sus propias ineficiencias, de los 1950s y 1960s.
Hoy, la economía y la sociedad uruguaya viven en un mundo dominado por la globalización, la integración de cadenas transnacionales de producción, y los sistemas de transporte intermodal. Estos desarrollos son oportunidades que pueden aportarnos enormes beneficios. También imponen desafíos. Uno de ellos es que se ha acentuado la competencia entre las economías nacionales. Un ejemplo: productores lecheros uruguayos compiten directamente con sus pares australianos o neozelandeses por un lugar en el mercado chino.
Uno de los elementos centrales de esa economía son las cadenas del transporte intermodal fundado en el contenedor. Los puertos, con sus terminales especializadas en el manejo de esas unidades de carga, son uno de los eslabones clave de esa cadena.
La consecuencia es que si bien el puerto de Montevideo siempre ha sido (y será, si no echamos las cosas a perder) esencial para nuestro país, ahora es aún más importante.
Parece necesario recordar, otra vez, que la Ley de Puertos estipula como principios fundamentales que “La prestación de servicios portuarios eficientes y competitivos constituye un objetivo prioritario para el desarrollo del país” y que los servicios portuarios se prestarán en los puertos comerciales de la República durante las veinticuatro horas del día y durante todos los día del año, si la respectiva demanda así lo requiere.
¿Por qué?
Con gran sensatez, la Ley se propuso crear las condiciones para ubicar a Montevideo como una terminal regional. Porque esa es la única forma de asegurarle servicios frecuentes, adecuados y económicos de transporte intermodal a los importadores y exportadores uruguayos. El Puerto de Montevideo es un importante exportador de servicios para el resto de la región. Esta es una ventaja en muchos sentidos. El movimiento de contenedores en tránsito o transbordo que pertenecen al comercio de terceros países, primero, representa una exportación de servicios de manejo de unidades de carga; incrementa el volumen de operación del puerto y, como resultado, hace posible conseguir economías de escala que benefician a los usuarios uruguayos (y que no se obtendrían de otra manera) ; y son una fuente de trabajo para una cantidad de empresas que suministran servicios complementarios. A ello es necesario sumarle lo que aporta la posición estratégica de los puertos uruguayos en la región.
Los contenedores en tránsito o transbordo del puerto han representado en torno de la mitad del movimiento total de contenedores. Algunas veces fue algo menos (por ejemplo, en el 2014 fueron el 45,9% del total), otras veces algo más (59% en el 2017). En el 2020 fueron el 49,04%.
Ahora, si consideramos el movimiento en unidades (teu) resulta que el número de contenedores en tránsito/transbordo que llegó a su máximo en el año 2017 (556.249 teu) ha disminuido constantemente desde entonces (375.244 teu en el 2020).
El Puerto de Montevideo debe competir, desde una posición desigual, con otras terminales de la región que también mejoran continuamente, para atraer y conservar aquellos contenedores. Un requisito esencial para ello es mantener la confianza.