Contradicción

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La democracia cada vez es más vapuleada. Al tren que vamos es posible que pronto ni se tenga recuerdo de lo que era; de qué se trataba.

Tomas Linn, en su último libro -”El asedio a la Democracia y el poco interés en defenderla”-, desde el título nos resume el tema. Ya no sólo se trata de los totalitarismos, autoritarismos, militares golpistas, guerrilleros revolucionarios iluminados, narcotráfico, crimen organizado y la permanente presencia y amenaza de los populismos y su demagogia, ahora también suman su aporte las redes sociales. Linn habla de hasta “un desprecio” por la democracia. Y eso preocupa y duele, como preocupa y duele aún más la indiferencia y la frivolidad irresponsable o sesgada por un lado y el miedo a no ser políticamente correcto por el otro.

En unas recientes declaraciones José Mujica habló de su preocupación por “la evolución de la democracia” y apuntó a los EE.UU. “… Un país tan singular… con las universidades más brillantes del mundo, eligen a un tipo como Trump”.

El expresidente se refirió a uno de los puntales de la democracia: las elecciones. A la elección libre y universal de los gobernantes a quienes se delega el poder y en la que cada ciudadano elige. Un voto por cada uno, porque nadie mejor que cada uno de ellos para saber cómo le va o le está yendo y decidir en consecuencia.

Para ejemplos no es preciso ir tan lejos: el caso uruguayo también es extraño, sobre todo, a la luz de lo que dice la última encuesta de Equipos Consultores, realizada en diciembre, cuando ya todo estaba resuelto. Refleja esa rara realidad uruguaya.

Según equipos, el 58% de la población aprueba la gestión del presidente Luis Lacalle Pou y sólo un 25% no la apoya -el 15 % ni una cosa ni la otra. Entonces, si lo sienten así, ¿por qué no optaron por la continuidad? ¿Por qué no votaron a su candidato o a otros de los candidatos de la coalición que él encabezó como Jefe de Gobierno? ¿Les gusta la ruleta rusa?

El 52% de los montevideanos lo respaldan -¿serán amantes de los pozos y las baldosas flojas?- y lo mismo piensan un 54% de las canarios: ¿qué razonamiento hizo la gente de Canelones? En el resto del país, el respaldo estuvo muy por encima. Es más, aprueban su gestión el 29 % de los que votaron al Frente Amplio en octubre y un 31% de los que votaron por Yamandú Orsi en noviembre (balotaje).

Estamos todos locos. La cosa viene bien y los uruguayos se rebelan: más vale lo desconocido (que no tan desconocido, han sido mucho años) que bueno por mantener.

Si nos fijamos en los estadounidenses que votaron a Trump, ¿qué podemos decir respecto a los uruguayos que votaron en contra de la Coalición Republicana que encabezó Lacalle Pou, con la que están mayoritariamente conformes?

Se dirá que Álvaro Delgado no tenía el carisma y brillo de Lacalle Pou; es cierto, pero no me digan que fueron deslumbrados por Orsi, que además tampoco tiene el carisma de José Mujica.

Cuando a los uruguayos le preguntaban si era necesaria una reforma del sistema de seguridad social, la gran mayoría decía que sí, y si se los interrogaba sobre los eventuales cambios, proponían aumentar las jubilaciones y bajar el mínimo de edad para jubilarse. ¿Qué les vas a hacer? Les gusta promediar, ir por el medio, pero quizás cada vez van más en contra flecha. Será “la uruguayez”?.

Los tiempos han cambiado, habrá que ver lo que pasa y sabremos si la contradicción paga o no paga.

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