Cruce de caminos

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Es un lugar común decir que estamos en un cruce de caminos, pero sucede que casi siempre lo estamos. Uruguay es un país con una institucionalidad política asimilable a la de un país desarrollado. Sin embargo, cuando miramos nuestra institucionalidad económica la realidad es distinta; tenemos instituciones económicas de país en vías de desarrollo. Claro que no hemos sufrido el “terraplanismo” económico que se implementó en Argentina o Venezuela, pero los índices de competitividad, de facilidad para hacer negocios o de libertad económica nos muestran que queda mucho camino aún por recorrer.

No se trata de hacer algo particularmente revolucionario, sino de darle un nuevo impulso a una agenda en la que el país viene avanzando. Uruguay es hoy un país mucho más rico, abierto, estable y con menos pobreza que a la salida de la dictadura. En gobiernos de todos los partidos se han concretado logros relevantes, y lo que es más importante, no se ha dado marcha atrás en lo que otros hicieron. En este mismo gobierno sin dudas se le dio un impulso a la agenda. Los avances en materia de estabilidad macroeconómica y la reforma del sistema de seguridad social son hitos indudables.

Pero lo logrado no puede confundirnos ni conformarnos. Uruguay hoy nuevamente se encuentra en un cruce de caminos. Uruguay puede en las próximas décadas convertirse en el primer país desarrollado de América Latina, es un objetivo ambicioso pero no imposible en un horizonte de pocas décadas. Para eso hay que encarar reformas pendientes que son complejas y no siempre populares. Por eso, también es posible que tomemos el camino contrario y caigamos en un círculo de demandas insatisfechas y estancamiento económico. El caso de Chile es muy emblemático al respecto, su élite pasó de creer que caminaban derecho al desarrollo a profesar el más profundo pesimismo en menos de cinco años.

Si hubiera que definir cuál es el gran desafío de Uruguay sería ganar competitividad sin renunciar a niveles de bienestar. Este reto ha sido denominado por la literatura económica como “la trampa del ingreso medio”. Esta “trampa” ocurre cuando una economía es “muy cara” para ser competitiva como suelen serlo los países pobres, en base a costos bajos, por ejemplo bajos salarios e impuestos. Pero las economías en esta “trampa” tampoco son suficientemente sofisticadas y productivas para ser competitivas, como lo son los países ricos, en base a una muy alta productividad de sus factores (capital humano muy formado, infraestructura de primer nivel, etc.). En otras palabras, parece claro que Uruguay no es el destino ideal para una inversión en búsqueda de abundante mano de obra barata; pero tampoco para captar inversiones muy sofisticadas y que requieren altos niveles de productividad y eficiencia.

En los próximos cinco años Uruguay requerirá coraje político y claridad de ideas para procesar las reformas pendientes. Estas reformas no siempre serán populares, e implicarán afectar intereses. Esta semana desde el Centro de Estudios para el Desarrollo publicamos un documento de 20 páginas que pretende aportar algunas ideas al respecto, proponiendo una ambiciosa agenda económica y social. Ojalá tengamos un gobierno con la claridad de ideas y el coraje político necesario.

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