El domingo tuvimos elecciones nacionales y hoy tenemos un panorama político del Uruguay un poco más claro. Más allá de la incertidumbre que sin dudas tenemos de cara al balotaje dentro de 23 días, creo que hay una serie de conclusiones que se pueden sacar sin demasiado temor a equivocarse.
Primero, la sociedad uruguaya sigue básicamente aglutinada en dos bloques parejos. La inmensa mayoría de los uruguayos, puesta ante numerosas opciones optó por el Frente Amplio o por la Coalición Republicana. Eso es bueno, una democracia sana necesita partidos fuertes y que agrupen y representen visiones e intereses. Todo indicaría que estas dos fuerzas son las que van a seguir por un buen tiempo dirigiendo la política uruguaya.
Lo segundo que sacamos del domingo es que estas dos fuerzas son parejas, pero que por cuarta vez consecutiva fue la coalición republicana la que obtuvo más apoyo. Octubre 2019, noviembre 2019, marzo 2022 y octubre 2024. En las cuatro convocatorias electorales nacionales que ocurrieron en estos cinco años la coalición tuvo más votos que el Frente Amplio en todas. Esto no quiere decir que siempre vaya a ser así, ni siquiera asegura que el 24 de noviembre Álvaro Delgado vaya a ser electo presidente, pero sí nos habla de una consistencia y fidelidad electoral del electorado que apoya a este gobierno.
Tercero, aunque aún son menores no debemos despreciar el aumento de la apatía y el rechazo al sistema. Esto se manifestó muy claramente en la aparición del partido Identidad Soberana liderado por Gustavo Salle con una postura nítidamente antisistema y muy agresiva con todos sus integrantes. Pero también se manifestó de dos formas más: con un ligero aumento del voto blanco y anulado; pero más importante con una frialdad polar durante la campaña en la que los encuestadores estaban realmente desconcertados por la falta de interés. Hubo mucha gente que apoyó a uno u otro bando pero lo decidió por descarte y sin mayor entusiasmo cuando la fecha límite se le venía arriba. El funcionamiento del sistema político uruguayo sigue siendo una excepción positiva, pero hay algunas luces amarillas que no es buena idea ignorar.
Cuarto, último y quizás lo más importante: zafamos. Estuvimos a menos de 250.000 votos de dar un salto al vacío sin retorno. El daño que hubiera significado la aprobación del plebiscito de la seguridad social no era reparable, era solo gestionable con un inmenso dolor social.
Nunca antes el kirchnerismo económico había golpeado así nuestra puerta, nunca antes los impulsores de esta agenda habían estado tan empoderados. No tengan dudas que esto no queda acá, más allá de la derrota ellos entendieron que ya no existen los cortafuegos de otrora y propuestas radicales y disruptivas pueden ser planteadas sin que nadie en la interna del Frente Amplio tenga el valor o la capacidad para desactivarlas.
El domingo volvimos a vivir una nueva y saludable jornada electoral. El marco general de los resultados no rompió la tradicional estabilidad (o aburrimiento según como lo queramos ver) de la democracia uruguaya, de todas formas no debemos desechar estas cuatro conclusiones.