Cuba y las visitas

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Cuando se publique este artículo seguramente Josep Borrell, Alto Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores, habrá concluido su viaje a Cuba. Se trata de una visita de tres días enfocada, principalmente, en conversaciones sobre lazos políticos y económicos bilaterales.

Por lo tanto, a la hora en que escribo aún no tengo información acerca de la posibilidad de que Borrell, quien visitara la isla anteriormente cuando fue ministro de Exteriores de España, aproveche su estancia para llamar la atención sobre la sistemática violación de los derechos humanos por parte de la dictadura castrista.

Antes de que emprendiera su periplo, diversas organizaciones de la oposición en Cuba y en el exilio le solicitaron al alto funcionario de la UE que se interesara por la suerte de los presos políticos y no se limitara a hacer de su visita una mera gestión de asuntos con provecho económico. Al fin y al cabo, Borrell ha manifestado su compromiso con la libertad y su desdén por regímenes despóticos.

Pues bien, una vez que se pisa suelo cubano y se le da la mano a la cúpula del gobierno, de algún modo es entregarse a las fauces del “agresor” que ha hecho del pueblo cubano una “víctima” que reúne a más de once millones de rehenes. Por supuesto, se trata de una cita programada y con una agenda muy estudiada, pero desde que se impuso en Cuba hace más de seis décadas un régimen totalitario, todo enviado (sobre todo los de buena fe) se arriesga a convertirse en otro rehén de los intereses del gobierno cubano.

Atrás quedaron los tiempos en los que la UE exhibió una política más dura hacia Cuba, exigiendo gestos de apertura antes de limitarse a cultivar una política de acercamiento, creyendo, si se quiere de manera ingenua, que esto facilitaría un diálogo con el régimen de La Habana No es menos cierto que las posturas de los llamados “halcones”, que exigen más sanciones y la eliminación de envío de remesas, así como de los viajes de cubanos a la isla, tampoco han sido determinantes para que colapse el modelo castrista.

Se trata de un gobierno militarizado cuyo único interés es sostenerse en el poder a cualquier precio y someter a la sociedad civil. Mientras los enviados de democracias se reúnen con funcionarios cubanos, en las cárceles se pudren activistas pacíficos que se manifestaron el histórico 11 de julio de 2021. Asimismo, se producen éxodos por el Estrecho de Florida o avanzan por la selva y cruzan fronteras en Centroamérica los que, previo pago a las mafias de tráfico humano, aspiran a llegar a Estados Unidos por la frontera sur con México.

No es la primera vez que llega a Cuba un equipo de la UE acompañado de empresarios, con la voluntad de que un intercambio con el gobierno de la isla sirva de puente en las relaciones con América Latina. Pero no exigir nada a cambio, o casi nada, a un régimen enemigo de las libertades, amigo de la Rusia de Putin, de la Nicaragua del binomio Ortega-Murillo y de la Venezuela de Maduro denota, cuando menos, escasa catadura moral.

Quiero confiar en que el jefe de la diplomacia europea, un demócrata convencido, antes de abandonar la isla se haya hecho eco de las denuncias de organismos como Amnistía Internacional y Human Rights Watch, y haya encontrado ese instante para interesarse por las opiniones de activistas y periodistas independientes que luchan por que se produzca una transición.

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Gina Montaner

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