Nunca es tarde cuando la intención es buena: me parece oportuno compartir un breve resumen de lo realizado por la Dirección Nacional de Cultura en el período 2020-2025, un equipo conducido por Mariana Wainstein que tuve el honor de integrar, teniendo a mi cargo el Instituto Nacional de Artes Escénicas hasta el pasado 28 de febrero.
Dicen los maestros del periodismo que en prensa hay que tratar de comunicar lo más importante en los primeros párrafos, así que vale la pena aclarar desde ya que, contrario a lo que se anda diciendo por ahí, la Dirección Nacional de Cultura saliente no dejó ni un solo peso de deuda a las autoridades entrantes, un handicap bien diferente al recibido en 2020. Pero el motivo de esta columna no es entrar en el cotilleo político-partidario, sino limitarnos a repasar lo hecho y convocar a la gestión que se inicia para que lo continúe y optimice.
A quienes preguntan qué se hizo de positivo en los últimos cinco años para el sector cultural, conviene recomendarles que googleen “Informe de Gestión de la Dirección Nacional de Cultura 2020-2025”, lo que les permitirá descargar tres tomos publicados por la exdirectora Wainstein con el fin de brindar la más completa información a su sucesora, María Eugenia Vidal. Allí se detalla toda la gestión en números, eventos, hitos, etc., brindando un panorama amplio que obviamente excede este espacio, pero que entre otras cosas permite aquilatar que el presupuesto asignado en el período fue de más de 1.500 millones de pesos, o sea más de 300 millones por año (¡ay, estos neoliberales que no invierten en Cultura!), a lo que se suma la reactivación de los Fondos de Incentivo Cultural (FIC), que permitieron que los artistas volvieran a acceder a aportes de privados, estimulados por exoneraciones tributarias.
Algunos hitos que merecen destacarse son la apertura de más de 40 centros culturales nacionales en otras tantas localidades de los 18 departamentos del interior, en coordinación con intendencias y municipios. La descentralización no se realizó con cabeza mesiánica capitalina; como solían decir el exministro Pablo da Silveira y la exdirectora Wainstein, no se trabajó “para” el interior sino “con” el interior.
Los cientos de talleres gratuitos de educación artística que se organizaron en más de 60 localidades de todo el país no surgieron de mandatos capitalinos sino que respondieron a las necesidades manifestadas por las respectivas comunidades.
Los artistas que los condujeron (solo el INAE a mi cargo, a través del programa Circulación de Docentes, generó en cuatro años 116 fuentes de trabajo para profesionales de las artes escénicas, mediante estos talleres), no fueron elegidos a dedo sino a través de convocatorias abiertas y transparentes.
Lo mismo puede decirse de las Ventanillas Abiertas que la administración saliente generó en todos los institutos, para contribuir con proyectos culturales (internacionalización de nuestros creadores, publicaciones, organización de festivales nacionales, etc.). Cuando asumimos en 2020 detectamos una insatisfacción del sector cultural, debida a la promoción con recursos públicos de algunos nombres que se repetían siempre. La publicación de las convocatorias de Ventanilla Abierta provocó un cambio cuantitativo y cualitativo: no solo se invirtieron más recursos en el apoyo de los artistas, sino que se hizo con criterios amplios, dejando de lado cualquier tipo de favoritismo o subjetividad selectiva.
Lo mismo puede decirse de las publicaciones. Hubo una política sostenida de editar libros de creadores uruguayos en todas las disciplinas, que no solo se pusieron a disposición del público sino que se incorporaron a bibliotecas de todo el país, se distribuyeron en ferias internacionales y en la red diplomática del exterior. Solo en el INAE publicamos en cinco años nada menos que 36 libros de dramaturgia e investigación, y así en los otros institutos, áreas y museos.
Superado el trogloditismo de quienes postulan que el Estado no debe invertir en cultura, la gestión de recursos públicos en esta área clave para el país podría asumir otros diversos ropajes. Podría enfocarse en lo decorativo, con mucha foto en revista Galería y poca penetración en el territorio. Podría centrarse en la contratación de espectáculos y docentes internacionales que vinieran a enseñarnos cómo crear, como si nuestro país no fuera un ejemplo de producción cultural para la región y el mundo. O podría limitarse a divulgar y propagandear determinadas estéticas y agendas, muchas veces ajenas al sentir de vastos sectores del público.
En el período que concluyó rechazamos cualquiera de esos caminos. Elegimos el de la promoción cultural con pautas diversas y transparentes. Sin aventuras insustentables, sin hijos ni entenados. Con la mirada puesta en defender a la cultura nacional contra los embates de la manipulación de un lado y la propaganda del otro.
Fue una fermental experiencia y estamos seguros de que el vasto sector cultural supo reconocerla.