De la tragedia setentista a la farsa kirchnerista

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Marx comienza “El Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte” diciendo que “La historia ocurre dos veces: la primera como tragedia y la segunda como farsa”. Parecen corroborarlo las dos debacles del peronismo. Sin contar como un derrumbe el derrocamiento de Perón en 1955, su primera implosión catastrófica ocurrió en la década del ’70 y ahora, de manera más patética que trágica, está experimentando la segunda.

Los regresos de Perón resquebrajaron la dictadura de Lanusse pero también expusieron contradicciones ideológicas profundas. El encono entre las facciones enfrentadas creció, hasta desbordarse, tras el regreso definitivo del general que llevaba 18 años de exilio.

La vejez lo hacía frágil y su mayor error fue confiar en que su liderazgo armonizaría el brazo armado de la juventud izquierdista y el sindicalismo de centroderecha que lideraban José Ignacio Rucci y Lorenzo Miguel.

Tras la muerte de Fernando Abal Medina, las nuevas cabezas de Montoneros, Mario Firmenich y Fernando Vaca Narvaja, arrastraron hacia una izquierda ultra-violenta a ese brazo armado. Las balas que asesinaron a Rucci hirieron de muerte la voluntad y el liderazgo de un Perón fatigado.

Entre el derechismo criminal del siniestro López Rega y el también criminal izquierdismo montonero y del ERP, comenzó la debacle acelerada por la muerte de un líder ya impotente para reencauzar los polos ideológicos que había alimentado desde el exilio.

Aquella debacle que comenzó dentro del propio Movimiento Peronista, terminó arrastrando el país a la más criminal y cruel de las dictaduras.

Lo describe estupendamente Juan Manuel Abal Medina en su libro “Conociendo a Perón”, donde se muestra a sí mismo y al líder que regresaba del exilio como situados en el centro de un arco peronista que abarcaba desde la derecha extrema hasta la extrema izquierda, ambas adictas a la violencia criminal.

La pregunta que surge de esas páginas es por qué su lúcido autor no las publicó cuando Néstor Kirchner y su esposa tuvieron la oscura idea de rescatar al montonerismo como “juventud maravillosa” y mantener el indulto otorgado por Menem a Firmenich, Vaca Narvaja y otros dirigentes que ordenaron secuestros y asesinatos.

El derrumbe peronista de los ‘70 fue causado por contradicciones políticas, fanatismos ideológicos y pulsiones violentas. Hoy, el país está viendo un nuevo derrumbe, pero se trata de una debacle moral: la implosión por las contradicciones entre la ética del discurso y la actuación en la realidad.

La diferencia es que no tendrá las consecuencias trágicas que tuvo la de los ’70. No tiene que ver con los fanatismos ideológicos de aquel peronismo que se desangró y abrió la puerta a la dictadura. Tiene que ver con la decadencia ética de una dirigencia con demasiados hipócritas que, con su corrupción, traicionan lo que postulan, y también los que encubren instintos repugnantes detrás de poses de superioridad moral y corrección política.

Las revelaciones que marcan el patético final del largo trayecto político de Alberto Fernández tienen un lógico y devastador impacto sobre el kirchnerismo. En definitiva, Cristina Kirchner, la supuesta “genial estratega del progresismo”, encumbró arribistas descarados, como Scioli, corruptos frívolos como Insaurralde, déspotas bananeros como Insfrán y una larga lista de abusadores sexuales que incluye dirigentes de La Cámpora, caciques del conurbano como Fernando Espinoza, el violador de su sobrina José Alperovich y, entre otros, nada menos que el presidente que creó el Ministerio de la Mujer y hablaba diciendo “todes”.

La propia Cristina es parte de la debacle peronista por la corrupción que se generó a su sombra y de la que presuntamente también fue parte desde una posición de jefatura.

Las escenas que desfilan por los medios con mujeres golpeadas y cuchicheos alcoholizados en dependencias gubernamentales, hacen pasar a los argentinos de la vergüenza al asco y la indignación.

A pesar de su gris presidencia, pocos habrían imaginado un final tan patético a una carrera política con tanto tiempo habitando las cumbres del poder.

Lo que falta ver es si el peronismo puede renacer de sus cenizas, como hizo tras la primera implosión.

El fatigado Perón centrista y pragmático de los ’70 hoy tiene un reflejo en una dirigencia peronista también centrista y pragmática que lleva décadas relegada por la versión ideologizada del PJ en la actualidad: el kirchnerismo.

El movimiento que inició Néstor Kirchner y atosigó de ideologismo y culto personalista Cristina, incubó la dirigencia carcomida de corrupción y bajos instintos que se está hundiendo en un lodo de violencia machista, hipocresía y otros abusos que supura.

Parece difícil que resurja Cristina, pero hay un peronismo pragmático y centrista que podría integrar un frente moderado contra el liderazgo ultraconservador injustamente beneficiado por los moretones de Fabiola: el mileísmo.

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