De pausa en pausa

Compartir esta noticia

Pasado un tiempo desde las elecciones y al comenzar un nuevo año, viene bien evaluar con distancia lo ocurrido, lo que ello implica y que se avizora para el futuro. Dejo de lado si tal candidato fue mejor, si tal no entendió cual debía ser su mensaje, si erró o no en el armado de la fórmula. Son otras consideraciones las que me importa ahora tener en cuenta.

Para empezar, habría que asumir una afirmación que puede sorprender. Las elecciones las ganó la propuesta conservadora que obtuvo el apoyo de un segmento importante de la población, que también es profundamente conservador. Se trata de esa mitad del país que cree que todo está bien como está, que la mejor manera de evitar la pobreza es que el Estado reparta y, si la plata no alcanza, que se inventen nuevos impuestos. En definitiva cuánta pobreza hay y quá características tiene es algo relativo, mientras haya planes asistenciales para mantenerla por arriba de la línea de flotación.

Que todo siga como está. Esto de andar buscando mercados implica exigirle al país un esfuerzo productivo y, si bien significa más empleos de mejor calidad, ¿para qué insistir si así las cosas van más o menos bien? La modernización productiva, que requiere ser más competitivos, puede traer riegos que para muchos es mejor evitar.

Esto no quiere decir que el gobierno saliente revolucionó la realidad al extremo de haber asustado a la población. Hizo las cosas bien y mansamente iba en la dirección correcta. Pero para una parte de los uruguayos una pausa no venía mal, no vaya a ser que el país se acelere demasiado.

Desde hace décadas que los uruguayos escuchan que es muy poco el esfuerzo que hay que hacer para finalmente ser un país desarrollado. Es verdad, en los países desarrollados se vive mejor, los servicios son más eficientes, los empleos mejor pagos y las prestaciones en salud, educación y acceso a la vivienda más fluidas. Pero, para eso hay que hacer las cosas bien, correr riesgos y aceptar que es necesario trabajar con rigor.

Menos los batllistas, el resto del país entiende que el Frente representa hoy lo que era el batllismo antes. Tienen razón los colorados al marcar distancia, ya que el batllismo, si bien estatista y dirigista, nunca se asumió marxista. Sus fuentes eran otras. Sin embargo, para el imaginario popular hay una transferencia en el modo de entender el país, en la medida que el Frente se recuesta en el Estado y cree que el empleo público es una fuente de trabajo importante. Además, considera que de ser necesario eso se financia con alta carga impositiva. Lo que antes expresaba el batllismo, aun no siendo lo mismo, hoy lo expresa el frentismo.

En una columna publicada a fines de noviembre, Pablo Iturralde decía que hay un sector de la opinión pública “que más allá de valorar este gobierno, aún conecta muy bien con el sentido común del FA (…), con su cosmovisión del mundo”. Se siente en su zona de confort, pues se mueve en el mismo terreno que sus vecinos y compañeros de trabajo. No hay mucho que discutir y todo por aceptar. Al convocar a ese país conservador, el Frente fue ajustando su estrategia y coincidió para ello, con que se procesaba un cambio de liderazgo y de formas de hacer política.

Orsi representó ese sentimiento gracias a su facilidad de llegar a la gente. Si su mensaje no fue claro, y no lo fue, poco importaba. Su atractivo estaba en parecerse a quienes lo votaron.

Fue una elección en que el votante no exigió nada en particular a sus candidatos Delgado fue un retorno a un estilo anterior de política, Ojeda hizo crecer a su partido por razones que merecen ser analizadas, pero sobre el escenario, su mensaje se limitó a decir que quizás podía ser candidato coalicionista en la segunda vuelta. No anunció mucho más. Orsi no comprometió opinión y recorrió el país repartiendo sonrisas. La militancia frentista se movió bien y logró votos en lugares del interior que parecían bastiones inexpugnables de los blancos. Ahí hubo mérito frentista, sin duda, y también desidia blanca.

La alternancia parece instalada, aunque con predomonio frentista. Si las actitudes no cambian, seguirá gobernando el FA y cuando la gente se canse, le dará oportunidad a la Coalición para enderezar las cosas y después volver al Frente.

Este triunfo conservador acentuará realidades que caracterizan al país desde hace más de medio siglo. Cuando la idea es no tocar nada, los jóvenes buscan en el exterior lo que Uruguay no les da. Que no solo es empleo, sino tareas acordes a su vocación, sus intereses y su preparación. Y si no es para ellos, que sea para sus hijos, ya instalados en ese otro mundo. Para un país cuya población no crece, como lo demuestra el reciente censo, la arraigada cultura conservadora, simplona, cómoda y hasta quizás, egoísta, no ayuda a apostar a un futuro innovador.

¿Encontraste un error?

Reportar

Temas relacionados

premium

Te puede interesar