Ante mi querida preferencia pocitense, hace unos años en Santiago de Chile mi prima Soledad me señaló, con total naturalidad, que si ella tuviera que volver a Uruguay de ninguna forma se instalaría en Montevideo, sino que elegiría para residir alguno de los barrios privados canarios que se han desarrollado en la cercanía de la capital.
Hace unos días, una amiga de Pocitos de toda la vida, que reside en el extranjero y debe volver pronto al país, también me comentó que está pensando en instalarse en un barrio privado ya que desecha por completo la idea de vivir en su viejo barrio. Un par de parejas amigas, con niños pequeños y viviendo en Cordón sur, tienen decidido mudarse pronto: una piensa en un barrio privado en el este, a pesar de la enorme distancia que tal destino implica con respecto a sus lugares de trabajo cotidianos; la otra, más libre en sus servicios profesionales, evalúa pasar a residir en Buenos Aires, donde los costos de vivienda, educación, salud y vida en general son mucho más baratos, y donde zonas como Belgrano, Caballito o Palermo, o las más acomodadas de Barrio Norte o Recoleta, son mucho más seguras y cuidadas que la de Cordón-Pocitos en la que ella se mueve cotidianamente.
Semanas atrás, una amiga profesional de mi mujer, que acaba de adquirir un departamento también en Pocitos y mediante un préstamo bancario, recibió la mala noticia de que la empresa en la que trabaja en Buceo decidió mudarse a Carrasco: una empresa más de las tantas que huyen al este, y que han hecho que aquel viejo balneario se haya transformado en un nuevo centro de ciudad, con calles que han debido ser flechadas por el intenso tránsito y donde estacionar en horario de oficina se ha transformado en una tarea casi imposible.
Finalmente, un par de amigos que están en una etapa de sus vidas sin tantas ataduras familiares, hace años que pasaron a residir en distintos balnearios de Maldonado: algunos más cerca de la capital, como Piriápolis, otros más lejos como Punta del Este; y viajan a Montevideo por el día a cumplir distintas tareas cuando realmente aquello se hace inevitable.
Todos estos ejemplos, y los similares que Ud. conoce y está repasando mentalmente en este momento, tienen algo en común: todo el mundo, cuando puede, procura zafar del Montevideo urbano. Y esa decisión es muy lógica. Cualquiera que en los últimos diez años haya vivido en alguna ciudad más o menos civilizada, como puede ser Santiago de Chile, Buenos Aires, Madrid, Barcelona, Lima, Miami, Córdoba o São Paulo, por ejemplo, sabe que, con nivel de vida similar, las diferencias estructurales son abismales con respecto a la capital de Uruguay, sobre todo en lo que hace al conjunto de servicios básicos y exigibles para cualquier ciudad que aspire a participar del mundo globalizado actual.
Empero, no se actúa con el suficiente vigor como para decidir, en conjunto, cambiar las causas de nuestra decadencia capitalina: constatado el ocaso ensombrecedor, todo el mundo toma medidas para salvarse individual o familiarmente. Infelizmente, esta desidia, que forma parte esencial de los 34 años de populismo zurdo de Montevideo, también existe con relación al país. Solo que es más oculta y más grave, ya que atañe al futuro de la comunidad nacional.