Juraría que lo escuchamos todos, cuando sentenció el “muchas gracias” del final. Hablamos del respiro de alivio de Yamandú Orsi cuando terminó ese debate tan peculiar, que tuvo a buena parte de los uruguayos prendidos a la pantalla un domingo de noche.
La exhalación de Orsi no tiene estrictamente que ver con que se haya comido una paliza dialéctica de parte de Alvaro Delgado, como muchos temían. Sí, el candidato de la Coalición estuvo probablemente mejor, y mostró experiencia y manejo de los temas y del lenguaje televisivo. Pero lo que fue sacrificado de ver fue la forma en que Orsi apareció duro, impostado, libretado hasta el mínimo detalle. Tal vez su momento más suelto fue cuando pudo hablar de temas municipales de Canelones. “¿Por qué no habla normal?”, fue el comentario del hijo de 15 años, que miraba inesperadamente atento su primer debate.
Los expertos dicen que este tipo de choque dejan más sensaciones que conceptos definitivos. Y la que dejó al redactor de estas líneas, fue que Orsi lo sufrió, y Delgado lo pasó relativamente tranquilo. Buscó el intercambio, habló pausado, tiró los titulares que quería. Incluso arriesgó con ese “te la van dar”, que tal vez sea la frase que permanezca en la memoria colectiva tras el debate.
Lo que quedó muy claro al pasar raya fueron las diferencias entre ambos candidatos. Uno, una persona con experiencia en política y en las esferas más altas del poder. El otro un intendente de Canelones, a quien le brillaron los ojos cuando contó cómo habían iluminado unas canchas de fútbol en su departamento.
Esto dicho sin ningún tipo de ninguneo a ese rol. Es más, tal vez si Orsi se hubiera parado con más transparencia desde ese lugar, para desde allí construir su personaje presidencial, hubiera sido un golazo. Pero el debate mostró lo que se vio en toda la campaña. Un candidato atado, hipercontrolado, sin espacio para ningún tipo de tono personal. Como si sus asesores y entorno, no le tuvieran demasiada confianza.
En materia programática, no hubo demasiadas novedades. Tal vez el compromiso formal de Yamandú Orsi de que si es presidente no subirá los impuestos. Cosa que parece no pegar bien con lo que dicen las “bases programáticas” de su partido. Pero menos, con lo que dijo su eventual ministro de Economía, que hace apenas unos días afirmó que era irresponsable prometer eso.
También quedó en evidencia una diferencia política profunda en materia de estrategia de crecimiento. Mientras Orsi dijo que había que aumentar la protección a la industria nacional, usar las compras públicas para fomentarla, y hasta que habría que darle más plata al Instituto de Colonización, Delgado habló de apertura comercial, y de más competencia hacia adentro para ayudar a bajar los costos del país.
Después fue más de lo mismo. Cada uno atado a lo que ha sido el libreto de sus campañas en esta carrera presidencial. Cada uno buscando mostrar con números y datos, que su propuesta sería la mejor. Eso sí, con un formato de debate tan, pero tan acartonado y sepia, que hizo imposible ningún tipo de intercambio, repregunta o cuestionamiento.
A tal punto fue todo tan rígido, que daba para preguntarse cuál era el sentido de tener a dos periodistas de trayectoria allí sentados, cuyo único rol era decirle a cada uno el tema que tocaba tratar, y quién había ganado el sorteo para hablar primero. Un papel que desmerece bastante la función del periodismo, y que podría haber cumplido perfectamente uno de esos porteros virtuales de edificio, entre que le abría y cerraba a algún repartidor de pizza.
Algo no se puede negar. El bloque inicial con ese plano, esa pose y ese discurso de manual de Educación Moral y Cívica a cargo del presidente de la Corte Electoral, ya nos anunciaba que habría cero concesión a la sorpresa o el impacto. Que todo sería burocráticamente perfecto.
¿Quién ganó? ¿Habrá impacto en la campaña? Difícil decirlo. La realidad es que depende mucho de las expectativas que traía cada uno. Delgado cumplió con lo que se esperaba, y Orsi salió del paso. Aunque tal vez el candidato frentista tenía allí una oportunidad de oro de mostrar un talante presidencial que no ha logrado plasmar con solvencia su campaña. Y que la verdad no mostró mucho.
Una reflexión final. Lo malvados de Canal 5 pasaron en la previa un fragmento del histórico debate cuando el plebiscito del 80. Sin entrar a considerar el cambio en la agudeza y elocuencia de los debatientes, cabe preguntarse por qué si en medio de una dictadura militar, cuatro actores políticos de primer nivel se podían sentar en una mesa a discutir libremente, con dos periodistas que preguntaban y conducían la charla, en el año 2024 tenemos que resignarnos a un intercambio tan... ¿embalsamado? El respiro de alivio al terminar, también se sintió de este lado de la pantalla.