En algunos círculos se puso de moda plantear todas las discusiones de política pública como discusiones distributivas. Parecería que lo único relevante para saber si una medida es oportuna es concretamente quién gana y quién pierde.
En la actual coyuntura política esta mirada cobró fuerza representada en el discurso del “gobierno de los malla oro”. Según la mirada al final del día todas las medidas que toma el gobierno tienen un norte común: favorecer a los sectores acomodados en detrimento de los populares. Por suerte, la discusión de los últimos días sobre la política monetaria y el valor del dólar está mostrando la tontería de creer en este mundo binario.
El Banco Central del Uruguay, al igual que en la mayoría de los países del mundo, viene aumentando la tasa de interés como forma de combate a la inflación. Sin embargo, el aumento de la tasa de interés presiona a la baja el dólar en nuestro país. El debate sobre la pertinencia, o no, de esta política entre los colegas economistas no está laudado. Pero esta columna no es sobre la discusión, sino sobre cómo la discusión muestra un escenario exactamente inverso al que suponen algunos discursos
Un dólar más alto, ¿a quién beneficia y a quién perjudica?. A la larga siempre es más complejo, pero en el cortísimo plazo algo se puede decir. No hay que tener un doctorado en economía para notar que cuando baja el dólar la enorme mayoría de los uruguayos que reciben salarios o jubilaciones en pesos aumentan su capacidad de consumo de bienes importados. El “dólar barato” facilita comprar una licuadora, ir a Florianópolis, viajar a Punta Cana o cambiar el auto. Según el bolsillo de cada uno, qué puertas se abren, pero no es novedad que los asalariados en pesos fortalecen su capacidad de consumo cuando baja el dólar.
Claro que hay una contracara. Razonablemente la Cámara de Industrias, la Unión de Exportadores, la Federación Rural y algún legislador vinculado al mundo agroexportador reclaman que el Banco Central cese su política antiinflacionaria de suba de tasas. La caída del dólar, estrecha o anula los márgenes de rentabilidad. Son las empresas que compiten en el sector externo las que reclaman “un dólar más alto”. Esto es esperable, nadie trabaja sin rentabilidad y la suerte económica de todo el país descansa en el mediano plazo en el dinamismo de estos sectores.
Lo que sí es sorprendente son las críticas a las suba de tasas que “bajan el dólar”de algún legislador que se afilia al discurso “del gobierno de los malla de oro”. Si uno le pone una estrecha lectura distributiva a la política monetaria actual la misma mejora la distribución del ingreso.
Es evidente que la política monetaria que se está realizando no es en favor de los sectores exportadores, al menos no en el corto plazo. Paradójicamente, una menor inflación implicaría mayor competitividad, pero en el corto plazo lo necesario para intentar lograrla tiene costos de competitividad que muchas empresas están pagando.
Las implicancias de la política monetaria del BCU son complejas. Pero no deja de ser interesante ver a opositores alineados con las organizaciones empresariales vinculadas al mundo rural. Ojalá sea un indicador de que se terminan los discursos baratos y moralistas del “gobierno de los malla oro”.