Todo iba bien hasta que el presidente Joe Biden anunció que se retiraba de la carrera por la reelección.
Pero sucedió lo que solo era cuestión de tiempo: unos días después de la convención republicana, Biden comunicó a la nación que se retiraba de la contienda “por el bien del Partido Demócrata y por el bien del país”. Además, le ofreció su respaldo a su vicepresidente, Kamala Harris. Lo demás es historia. En pocas horas la cúpula del Partido sumó apoyos y las donaciones, que habían cesado ante la crisis por la situación del presidente, se multiplicaron como los panes y los peces. La campaña de Harris se puso en marcha y el desánimo en las filas demócratas dio paso a un entusiasmo renacido.
Una de las primeras personas en apoyar públicamente a Harris ha sido Hillary Clinton, quien en 2016 perdió contra Trump. El magnate neoyorkino la llamaba “repugnante Hillary” y no ocultaba su aversión a Clinton, una mujer madura sin los atributos físicos de las misses que él piropeaba en los concursos de belleza que auspiciaba. En uno de los debates televisados llegó a situarse detrás de Clinton con gestos amenazantes. Fue en esa época cuando Trump recurrió a pagos de campaña irregulares para silenciar a una de sus supuestas amantes, la actriz porno Stormy Daniels. No debían hacerse públicas sus relaciones extramaritales, a la vez que denostaba a Clinton, Nancy Pelosi y cualquier mujer cualificada que no podía reducirla a la “cosificación”. Entre los muchos factores que hacían de Trump un candidato nocivo, su machismo trasnochado no impidió que derrotara a Clinton en 2016.
Demos un salto en el tiempo: al cabo de cuatro años de una presidencia que no pudo repetir tras perder contra Joe Biden en 2020, Trump aspira a ocupar nuevamente la Casa Blanca. Con la doctrina trumpista dominando al Partido Republicano, en este nuevo asalto estaba más que listo para subirse al equilátero contra Biden, pero entró en escena Harris con su experiencia como fiscal, fiscal general en California, senadora y tres años en la Casa Blanca junto al presidente. En sus primeros discursos tras la renuncia de Biden, se ha mostrado contundente, sin pelos en la lengua y dispuesta a debatir. La actual vicepresidente maneja la esgrima dialéctica y tiene el afilado adiestramiento de una fiscal.
La hemeroteca y la memoria infinita de internet sacan un día sí y otro también los comentarios sexistas de Trump y de su compañero de fórmula: desde sus ataques contra los derechos reproductivos de las mujeres hasta comentarios denigratorios de Vance en el pasado sobre las mujeres (en específico se refirió a Harris en 2021) que no tienen hijos. Son dos señores que arrastran conceptos del medievo que a muchas votantes les provoca un rechazo visceral. Hasta hace unos días, para ellas la alternativa era votar por un político respetable, pero muy desgastado. Con Harris como la virtual candidata demócrata a la presidencia, tienen la oportunidad de votar contra las rémoras del trumpismo.
En un artículo de opinión publicado en The New York Times, Hillary Clinton evoca con pesar la frustración de no haber podido llegar a ser la primera mujer presidente por los méritos que de sobra tenía. Ahora le desea a Kamala Harris que triunfe en el afán por romper ese resistente “techo de cristal”, porque ella también goza de la experiencia y de las cualidades necesarias.