Hay dos coaliciones en liza para el gobierno del país: por un lado el Frente Amplio (FA), y por el otro la Coalición Republicana (CR) formada por blancos, colorados, independientes cabildantes y el Partido Constitucional Ambientalista del diputado Lust. Ambas funcionan y utilizan las elecciones diferentemente.
La coalición FA definió su única fórmula presidencial en la interna. Abre un abanico amplísimo de opciones legislativas tras esa unidad forjada desde su tradición a partir de 1971. Utiliza así la elección general de octubre como gran instancia de acumulación de apoyos, con el objetivo de alcanzar una mayoría parlamentaria absoluta que asegure la gobernabilidad de su administración, como ocurrió en 2004, 2009 y 2014. Sin embargo, tras esa lógica coalicionista electoralmente organizada se disimula una diferencia política interna radical.
El símbolo de esa diferencia refiere hoy al Sí y el No del plebiscito de reforma de la seguridad social. El FA no ha logrado en efecto definir un camino único y políticamente moderado. Empero, para seducir al votante más de centro, que es quien tiene la llave de esa mayoría absoluta parlamentaria, el FA relativiza sus propuestas: en efecto, en verdad tanto el apoyo al Sí como el signo general programático del FA están mojonados por iniciativas radicales y rupturistas. Son dos FA en una misma coalición: uno, espiritual y proposicionalmente mayoritario, es radical; y el otro, con la sonrisa de Orsi y los esfuerzos del astoribergarismo, procura acercar mayorías para alcanzar el triunfo. El resultado, de ganar, será un gobierno volcado a la izquierda. Y en disputa.
La CR utiliza el ciclo electoral como escalones de definiciones políticas. Las internas determinan fórmulas presidenciales que junto a los entramados de las listas parlamentarias buscan ser los más votados en octubre. De esta manera, el viejo doble voto simultáneo del siglo XX se cumple en estas dos primeras etapas, que terminan en la posibilidad de una mayoría parlamentaria absoluta por un lado; y con una de sus fórmulas presidenciales que pasa al balotaje por el otro. Este mecanismo, que se fue afinando en esta última década, hoy es totalmente aceptado y evidente para todos los dirigentes, simpatizantes de la CR, y votantes del país. Al punto de que, por primera vez desde 2004, existe hoy una competencia blanquicolorada real para definir qué fórmula disputará contra el FA la presidencia, en una dinámica de puja que termina, por cierto, favoreciendo a toda la CR.
La inteligencia de esta CR está en haber encontrado una buena perspectiva de competencia y cooperación internas. Como todos sus partidos ya presentaron sus propuestas, y como se hace evidente que hay una convergencia común (aquello de las familias ideológicas de Sanguinetti) que puede presentar, además, un antecedente de gobernabilidad y realizaciones en la actual administración de Lacalle Pou, el paso a la cooperación para el balotaje es tan previsible como natural. De ganar, no será un gobierno en disputa: habrá un rumbo bien determinado, hijo de un acuerdo común y sustentado por una mayoría parlamentaria propia.
Son dos coaliciones en pugna cuyas propuestas para el país son bien distintas. En esta semana terminaremos todos de definir qué rumbo tomaremos.