Los primeros días del año han mostrado la mejor y la peor cara de la política uruguaya. Por un lado, el presidente de la República demostrando su altura de estadista en el país y en el exterior y, por el otro, el debate en el fango por parte de una oposición que hasta lamenta el éxito de la temporada turística. Quizá, más que afirmar que el debate político nacional está en el lodo, podemos vislumbrar que tiene dos andariveles bien diferenciados y que no todos juegan en la misma cancha.
La semana pasada, el presidente Luis Lacalle Pou nos hizo sentir orgullosos de ser uruguayos -una vez más- en un foro internacional. En la cumbre de la Celac en Buenos Aires, planteó ideas novedosas para la integración regional como la creación de un área de libre comercio para las Américas, en línea con la vocación regionalista y aperturista que ha mostrado desde el comienzo del actual gobierno.
A su vez, le espetó en el rostro a los representantes de las dictaduras que padece nuestro continente, que allí estaban gobiernos que no respetan la democracia ni los derechos humanos. Todo lo anterior es de un gran valor, en momentos en que muchos gobiernos hacen gárgaras de latinoamericanismo pero no lo practican, y existen peligrosos alineamientos ideológicos que sirven para tapar flagrantes violaciones de los derechos más elementales de las personas.
De regreso en Montevideo, Lacalle Pou recibió al presidente Lula, quien reconoció públicamente que los reclamos que viene realizando nuestro país sobre la necesidad de una mayor apertura y un Mercosur más moderno son justos. Más aún, se comprometió a culminar el acuerdo Mercosur-Unión Europea y luego analizar un acuerdo del bloque con China. También se comprometió con la renovación del Mercosur y obras de infraestructura importantes para el país como la Hidrovía de la Laguna Merín y la Laguna de los Patos, el puente de Río Branco y el aeropuerto internacional en Rivera.
Mientras el gobierno nacional marca la agenda con temas relevantes para el país y en un tono constructivo, evidente en la señal dada por el presidente Lacalle Pou el primer día del año en su visita a Brasilia junto a los expresidentes Mujica y Sanguinetti, desde el Frente Amplio se sigue con su discurso estridente, lamentando las buenas noticias para el país y protestando hasta por la baja en términos reales de las tarifas públicas y los combustibles.
Esta pérdida de rumbo de quienes conducen a la oposición, que es percibida con claridad por muchos de los uruguayos, está comenzando a hacer ruido incluso dentro del Frente, como lo demuestran las críticas cruzadas a raíz de la visita de Lula. A tal punto llegó el grado de pegarle a todo lo que se mueva para los políticos del Frente Amplio, que hasta empezaron a golpearse entre ellos.
Por suerte para el país, mientras esto ocurre, hay un gobierno con una visión clara que se traslada a resultados concretos que mejoran la calidad de vida de los uruguayos. Una economía que marca resultados positivos, una imagen internacional consolidada, empleo creciendo, entre otras buenas noticias para el país. Más allá de los gritos y las quejas constantes desde la oposición, no hay palo en la rueda que frene los avances que ya son palpables para bien de todos.